sábado, octubre 29, 2005

Las familias y el encuentro con Cristo vivo

Uno de los objetivos principales de la pastoral familiar de ayer, de hoy y de siempre es procurar que los fieles conozcan el significado del matrimonio cristiano y los deberes de los cónyuges y los padres cristianos. En relación con este objetivo pastoral, el mundo actual presenta serios desafíos que requieren respuestas urgentes. En la cultura contemporánea se ha oscurecido la noción -cognoscible a la luz de la sola razón natural- de la alianza matrimonial como un consorcio íntimo de vida y de amor conyugal de un hombre y una mujer, basado en su donación mutua total e incondicional y ordenado a su propio bien y a la generación y educación de sus hijos. Por desgracia se difunden cada día más algunas formas de conducta que constituyen ofensas graves a la dignidad del matrimonio (unión libre, adulterio, divorcio, "matrimonio" de dos personas del mismo sexo, etc.). Además, con frecuencia los mismos esposos cristianos no comprenden lo que significa que el matrimonio entre bautizados haya sido elevado por Cristo a la dignidad de sacramento.

Frente a estas grandes dificultades, que a primera vista pueden parecer abrumadoras, no debemos ceder a las tentaciones del temor o el desánimo, sino volver una y otra vez al encuentro de la fuente de agua viva, Nuestro Señor Jesucristo, el único Salvador, quien nos revela el infinito amor del Padre y nos comunica el Espíritu Santo, el cual nos capacita para llevar a cabo el anuncio del Evangelio con palabras y acciones. La nueva evangelización que la actual situación del continente y del mundo requiere brota de un "nuevo ardor" que es un don gratuito de la Santísima Trinidad.

Como decían los escolásticos, "el obrar sigue al ser". Sólo abriéndose a la gracia de Cristo que está presente en lo más profundo de su ser y convirtiéndose así en hijos de Dios, los cónyuges podrán obrar como signos e instrumentos cada vez más transparentes del misterio sagrado de amor trascendente y salvífico que es nuestro origen, fundamento y meta, al que llamamos Dios.

lunes, octubre 24, 2005

Jesús y la indisolubilidad del matrimonio

A menudo se cuestiona la doctrina católica sobre la indisolubilidad del matrimonio apelando a un conocido pasaje evangélico (Mateo 19,9). Por lo general dicho cuestionamiento está basado en una mala traducción de ese versículo: "El que despide a su mujer y se casa con otra, salvo en caso de adulterio..." Según la Biblia de Jerusalén (BJ), una edición católica de la Biblia reconocida por sus muy buenas traducciones y sus excelentes comentarios, Mateo 19,9 dice lo siguiente: "Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio". El texto original griego utiliza dos palabras diferentes, que se pueden traducir como "fornicación" y "adulterio".

El error de traducción conduce a un error de interpretación: la expresión "no por fornicación" no constituye una excepción a la regla de la indisolubilidad matrimonial. Cito el comentario de la BJ al versículo en cuestión:

"Dada la forma absoluta de los paralelos (Marcos 10,11s; Lucas 16,18 y 1 Corintios 7,10s) es poco verosímil que los tres hayan suprimido una cláusula restrictiva de Jesús y más probable, en cambio, que uno de los últimos redactores del primer evangelio la haya añadido para responder a una determinada problemática rabínica (discusión entre Hillel y Sammai sobre los motivos que legitiman el divorcio), por lo demás evocada por el contexto (v. 3), que podía preocupar al medio judeocristiano para el que escribía. Tendríamos, pues, aquí una decisión eclesiástica de alcance local y temporal, como lo fue la del decreto de Jerusalén concerniente a la región de Antioquía (Hechos 15,23-29). El sentido de "porneia" orienta la investigación en la misma dirección. Algunos quieren ver en este término la fornicación en el matrimonio, es decir, el adulterio, y encuentran aquí la dispensa para divorciarse en tal caso; así las Iglesias ortodoxas y protestantes. Pero en este sentido se habría esperado otro término, "moijeia". En cambio, "porneia", en el contexto, parece tener el sentido técnico de la "zenût" o "prostitución" de los escritos rabínicos, dicha de toda unión convertida en incestuosa por un grado de parentesco prohibido según la Ley (Levítico 18). Uniones de éstas, contraídas legalmente entre paganos o toleradas por los mismos judíos entre los prosélitos, debieron causar dificultades, cuando estas personas se convertían, en medios judeocristianos legalistas como el de Mateo: de ahí la consigna de disolver semejantes uniones irregulares, que en definitiva no eran sino matrimonios nulos."

sábado, octubre 22, 2005

¿Dios no castiga?

Hoy en día muchos fieles cristianos sostienen que Dios no castiga, pues Él es amor. Analicemos brevemente esta tesis sorprendente.

El verdadero castigo no tiene nada que ver con el sadismo o la crueldad, sino que está relacionado con la justicia. El diccionario define "castigo" como "pena impuesta al que ha cometido un delito o falta". El hecho de que Dios castiga, es decir que impone penas a los culpables de pecados, es una de las verdades mejor atestiguadas en la Sagrada Escritura. En efecto, en la edición en CD-ROM de la Biblia denominada "El Libro del Pueblo de Dios", las diversas palabras derivadas del sustantivo "castigo" o del verbo "castigar" aparecen 291 veces (25 de las cuales en el Nuevo Testamento) y la gran mayoría de las veces se refieren a castigos divinos. Además se debe tener en cuenta que muchos otros textos bíblicos se refieren a esta misma realidad (los castigos divinos) sin emplear las palabras mencionadas.

A modo de ejemplo citaremos sólo cinco de esos textos:
· Éxodo 20,7: "No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque Él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano".
· Salmos 39,12: "Tú corriges a los hombres, castigando sus culpas".
· Ezequiel 30,19: "Infligiré justos castigos a Egipto, y se sabrá que yo soy el Señor".
· Mateo 25,46: "Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
· Romanos 12,19: "Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor".

Toda la Tradición de la Iglesia confirma esta realidad atestiguada por la Biblia. Hasta tiempos muy recientes el hecho de que Dios castiga a los malos fue una verdad evidente para todos o casi todos los cristianos. Sólo últimamente se ha difundido la noción contraria, con base en un concepto superficial del amor divino.

Los padres humanos aplican castigos a sus hijos para corregirlos cuando éstos cometen faltas que los ameritan. Un padre que no castiga jamás a sus hijos, hagan lo que hagan, no demuestra amor por ellos, sino una funesta indiferencia o falta de autoridad. Seguramente la actual crisis de la autoridad paterna y materna tiene relación con la concepción del amor como un mero sentimiento carente de exigencias morales.

El amor de Dios no es incompatible con el castigo divino, al igual que Su misericordia no es incompatible con Su justicia. La fe cristiana enseña precisamente lo contrario de la tesis que estamos discutiendo: Dios castiga porque Él es amor; castiga a los pecadores porque los ama y porque ama a todos los hombres.

Los uruguayos y el alma

El día 3/03/2001 la empresa Factum publicó en "El Observador" los resultados de una encuesta nacional sobre las creencias de los uruguayos acerca de la existencia y la inmortalidad del alma humana.

La primera de las dos preguntas planteadas a los encuestados fue la siguiente: "Independientemente del cuerpo y de la mente, ¿usted diría que los seres humanos tenemos alma o no tenemos alma?" Dejando de lado su cuestionable prólogo, esta pregunta es suficientemente clara. Según los resultados publicados, el 84% respondió afirmativamente ("tenemos alma"), el 25% negativamente ("no tenemos alma") y el 4% expresó sus dudas al respecto ("no sabe"). Estos tres porcentajes suman 113%, por lo cual al menos uno de ellos debe ser erróneo. El encabezado y otros resultados publicados sugieren que el dato del 84% es correcto, pero la gráfica correspondiente sugiere lo contrario. Al lector no le es posible resolver este problema.

La segunda pregunta de Factum fue la siguiente: "¿Usted cree que el alma es inmortal, que sobrevive luego de la muerte del cuerpo?" La pregunta es bastante clara, pero su estructura dual parece haber confundido a muchos encuestados. Creer en la inmortalidad del alma equivale a creer en su supervivencia después de la muerte. Sin embargo, las respuestas a las dos partes de esta pregunta, que fueron computadas por separado, son notablemente diferentes. A favor de la inmortalidad del alma se pronunció el 55%, mientras que sólo un 29% se pronunció a favor de la vida después de la muerte.

Los resultados de la segunda parte de la segunda pregunta muestran que buena parte de los uruguayos son muy amigos de la ambigüedad y poco amigos de la lógica. En rigor sólo caben tres respuestas posibles: "Sí", "No" o "No sé". Pues bien, un 29% optó por la respuesta afirmativa ("hay otra vida"), otro 29% optó por la respuesta negativa ("no hay nada; la muerte es el fin de todo") y un 8% manifestó sus dudas ("no sabe"); pero, contrariando el principio lógico de tercero excluido, aparece una cuarta alternativa que reúne nada menos que el 34% de las respuestas: "Hay algo (no sabe qué)". Esta cuarta respuesta es una obra maestra de vaguedad, ya que puede ser interpretada en cualquier sentido (como un "Sí", un "No" o un "No sé").

Si a todo esto le agregamos las contradicciones (subrayadas acertadamente por Factum) entre estas respuestas y la autodefinición religiosa de los encuestados, parece ineludible concluir que por desgracia muchos uruguayos tienen serias dificultades para razonar con coherencia en esta materia.

martes, octubre 11, 2005

Jesucristo es Dios Salvador

"Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: '¿Quién dicen los hombres que soy yo?' Ellos le dijeron: 'Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.' Y él les preguntaba: 'Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?' Pedro le contesta: 'Tú eres el Cristo'." (Marcos 8,27-29).

También a cada uno de nosotros Jesús nos plantea hoy la misma pregunta que hizo a sus discípulos: "¿Quién dices tú que soy yo?". Y también hoy Jesús recibe diversas respuestas: eres sólo un gran hombre (tal vez el mayor de todos); eres un mensajero de Dios semejante a otros (Moisés, Buda, Mahoma, etc.); eres el Hijo de Dios hecho hombre...

Esta pregunta de Jesús sobre Sí mismo no puede dejarnos indiferentes, porque quien la plantea pretende tener una relación especialísima con Dios y su pretensión no puede ser descartada fácilmente.

Jesús nació en el seno de un pueblo en cuya historia se había manifestado portentosamente la acción salvadora de Dios y con el cual Dios había establecido una particular relación de alianza. Su venida al mundo supuso el cumplimiento de las antiguas profecías referidas al Mesías (= Cristo = Ungido). Enseñó una doctrina nueva, que por sí sola sugiere un origen divino (Juan 7,46: "Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre") y fue el primero en llamar a Dios "Abbá, Padre" (Marcos 14,36). Predicó una moral elevada y exigente, perfeccionando la antigua Ley de Moisés, y vivió en un todo de acuerdo con sus enseñanzas, en incomparable santidad (Marcos 7,37: "Todo lo ha hecho bien"). Realizó muchos milagros. Amó a todos, especialmente a los niños, los pobres, los enfermos y toda clase de marginados. Perdonó a los pecadores y hasta a sus propios enemigos. Y finalmente culminó una vida de total donación y obediencia a Dios Padre entregándose en su pasión y muerte para redimir a todos. Sus discípulos dieron testimonio de que resucitó al tercer día, se les apareció vivo durante 40 días y completó entonces sus enseñanzas sobre el Reino de Dios, Reino que Él mismo hizo presente en plenitud en su propia Persona. La Iglesia que Él fundó, cimentada en sus doce apóstoles, continúa extendiéndose por el mundo, según su mandato y con la asistencia que Él le prometió. Hoy sus seguidores somos 2.000 millones, de los cuales 1.100 millones estamos en plena comunión con el sucesor de San Pedro, a quien Jesús escogió para que "apacentara a sus ovejas" y confirmara a sus hermanos en la fe. Esperamos la segunda venida de Jesucristo, cuando Él juzgará a vivos y muertos y consumará el Reino de Dios, que no tendrá fin.

Hay muchas razones para creer en la existencia de Dios, pero el hombre sabe que, librado a sus solas fuerzas, no podrá penetrar en su misterio incomprensible. El mismo hombre, enfrentado al drama del sufrimiento y de la muerte y envuelto en la culpa del pecado, entrevé que necesita ser iluminado y salvado por Dios. Por eso es razonable que los hombres esperen una revelación divina. Ahora bien, Jesús no sólo colmó esa expectativa, pues Él es la cumbre de la historia de la Revelación, sino que la superó, porque es más que un profeta del Altísimo. La Iglesia nos enseña que Él es una persona divina (el Hijo de Dios Padre), con dos naturalezas (divina y humana) reales y completas. Él es perfecto Dios y perfecto hombre, "en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hebreos 4,15). Al encarnarse, el Hijo de Dios no perdió su condición divina (aunque ésta quedó velada, perceptible sólo a la luz de la fe) y asumió la condición humana, uniendo así íntimamente a los hombres con Dios. Al morir en la cruz destruyó el poder del pecado y al resucitar nos dio la vida divina. Su Pascua es la Alianza nueva y eterna de Dios con todos los hombres, realizada en la Iglesia, a la cual todos somos llamados.

Cristo y el cristianismo no tienen parangón. Por eso los cristianos reconocemos a Jesucristo como único Salvador del mundo y proponemos el encuentro con Él (que está vivo) como el camino de conversión, comunión y solidaridad. Sólo Él tiene palabras de vida eterna. Conozcámoslo, amémoslo y sigámoslo.

Daniel Iglesias Grèzes

domingo, octubre 09, 2005

Tres aportes para una plataforma política cristiana

En este año electoral conviene que los católicos uruguayos recordemos que la vida cristiana tiene, entre otras, una dimensión política. La fe cristiana tiene muchas consecuencias necesarias en lo referente a la acción política en general y a la defensa y la promoción de la vida y la familia en particular. En todo aquello que brota necesariamente de la verdad revelada por Jesucristo acerca del hombre y de la sociedad, los católicos debemos mantenernos siempre unidos, a pesar de nuestras legítimas diferencias sobre otros asuntos políticos, los que son opinables. Por esto cabe hablar de una "plataforma política cristiana", en la que deberían converger los esfuerzos de todos los católicos, a fin de traducir en logros históricos concretos los principios de la doctrina moral social de la Iglesia.

En todos los órdenes de la vida conviene plantearse metas asequibles (cf. Lucas 14,28-32), empezando por las más fáciles y dejando para el final las más difíciles. Considerando la notable debilidad política de los católicos en el Uruguay, este principio general tiene una especial vigencia en cuanto a la formulación de una plataforma política cristiana. Es muy conveniente que las metas de corto plazo sean relativamente sencillas de alcanzar, lo cual implica que no sean demasiado polémicas, sino que respondan a visiones compartidas por la gran mayoría de la población. Creemos que las respuestas de los precandidatos a la Presidencia de la República al cuestionario planteado por la revista "Pastoral Familiar" ofrece algunas pistas valiosas al respecto (véase: Pastoral Familiar, Año 2 Nº 8, Junio-Julio 2004, pp. 20-26).

Dicho cuestionario constaba de diez preguntas cerradas y dos preguntas abiertas. Cada una de las diez preguntas cerradas contenía una propuesta razonable desde una perspectiva cristiana. Pues bien, es interesante notar que tres de esas diez preguntas (concretamente, las preguntas 8, 9 y 10) fueron respondidas afirmativamente por los cinco precandidatos que respondieron el cuestionario. Incluso dos de estos precandidatos subrayaron la importancia de la propuesta Nº 8. A continuación cito las tres propuestas que recibieron un apoyo unánime:

¿Se comprome Ud. a impulsar las siguientes medidas de gobierno en caso de ser electo Presidente de la República?
...
8. Reducción de los tiempos de espera requeridos en los trámites de adopción.
9. Aplicación efectiva del horario de protección al menor en la televisión.
10. Reconocimiento oficial del nombre "Navidad" para el feriado del 25 de diciembre.

Dedicaremos el resto de este artículo a comentar brevemente cada una de estas tres propuestas.

1. Las adopciones.
El abandono de niños por parte de sus padres es desgraciadamente un fenómeno bastante frecuente. Si bien dicho abandono nunca debe ser estimulado, es una realidad, un problema grave que requiere soluciones urgentes. Por sus muy negativas consecuencias, el hecho de que existan niños criados por funcionarios públicos en hogares colectivos debería ser visto como una aberración. En muchos casos sería mejor para estos niños crecer en un hogar problemático que ser criados por el Estado (entre otras muchas razones, porque la tutela del Estado cesa abruptamente al llegar la mayoría de edad). Si hay algo cuya "privatización" es imprescindible, se trata de los niños. Ser padre es una vocación, no un empleo. Los niños deben ser criados por sus padres, en el seno de una familia.
En este asunto tienen prioridad los derechos de los hijos, no los de los padres. Los padres no tienen derecho a tener hijos de cualquier manera, por ejemplo recurriendo a la fecundación in vitro (FIV). Nótese que la FIV heteróloga ni siquiera soluciona el problema de la esterilidad de uno de los cónyuges, sino que lo suplanta por medio de un tipo sofisticado y costoso de adulterio, el "adulterio in vitro". En cambio los hijos tienen derecho a ser concebidos de un modo humano, como fruto de un acto de amor conyugal y no como producto de una manipulación técnica. Cuando los padres que sufren el problema de la esterilidad desechan el camino arduo pero hermoso de la adopción, optando por el camino quizás más fácil pero moralmente ilícito de la FIV, resultan dañados no sólo ellos y sus hijos, sino también los niños que ellos podrían haber adoptado.
En el Uruguay la tasa de adopciones es muy baja debido a la gran lentitud de los trámites de adopción. Según informes de prensa, el tiempo promedio de espera de un matrimonio para adoptar un hijo por medio del Instituto Nacional del Menor (INAME) es de cuatro años, un tiempo exageradamente largo. Es justo que el INAME evalúe rigurosamente a los candidatos a padres adoptivos, pero la seriedad de esta tarea no debe obstar a que se cumpla en un plazo más breve. También es justo que los padres biológicos de los niños abandonados tengan una oportunidad de recuperar a sus hijos, pero las normas vigentes extienden esta oportunidad a tal extremo que perjudican gravemente las posibilidades de ser adoptados de estos niños.
Creemos que el tiempo de espera referido no debería superar los nueve meses, el tiempo de espera natural de un hijo en un embarazo. Para alcanzar esta meta probablemente se requiera introducir modificaciones legales, optimizar los procedimientos del INAME e incrementar los recursos que este Instituto asigna a las tareas correspondientes.

2. El horario de protección al menor en la televisión.
Los medios de comunicación social a menudo utilizan mal su enorme poder y se vuelven promotores de un relativismo moral que atenta contra la familia y el recto orden social. Según esta mentalidad disolvente, cada uno tiene derecho a buscar la felicidad a su manera y todo está bien: unión libre, adulterio, homosexualidad y un largo etcétera. Abundan los programas de televisión que se burlan de los valores morales. No reflejan la realidad, sino que la transforman deliberadamente en un sentido negativo.
El Estado no debe coartar la legítima libertad de expresión, pero puede estimular a los medios (especialmente los televisivos) a comportarse más responsablemente, colocando los valores morales por encima de la búsqueda inescrupulosa del mayor rating.
En este sentido adquiere importancia una norma vigente, pero sistemáticamente incumplida en nuestro país: el horario de protección al menor en la televisión. Esta norma debería simplemente cumplirse, aplicándose las sanciones correspondientes a los canales que la violen.

3. La Navidad y otras fiestas religiosas.
Los uruguayos a menudo no nos damos cuenta de cuán excéntrico es nuestro ordenamiento legal con respecto a los feriados de origen religioso cristiano. Hasta donde sabemos, Uruguay es el único país de nuestra civilización occidental (o sea, de Europa, América y Oceanía) que ha secularizado oficialmente todos esos feriados, cambiando sus denominaciones. En efecto, en 1919 se promulgó una ley que convirtió al 6 de enero en el "Día de los Niños", a la Semana Santa en la "Semana de Turismo", al 8 de diciembre en el "Día de las Playas" y al 25 de diciembre en el "Día de la Familia". Exceptuando la supresión de los feriados religiosos en la Unión Soviética y en varios de sus países satélite (como Cuba), el mundo no ha conocido nada semejante desde el efímero intento de la Revolución Francesa, que introdujo un nuevo calendario, pretendiendo iniciar una nueva era, no-cristiana.
El experimento uruguayo ha sido mucho más duradero que el francés e incluso que el soviético. Sin embargo las denominaciones dadas por el secularismo uruguayo a los feriados religiosos han corrido suertes diversas:
· Los nombres "Día de los Niños" y "Día de la Familia" han fracasado casi totalmente. Casi todos los uruguayos continúan llamando "Reyes" y "Navidad" a estas dos fiestas.
· El nombre "Día de las Playas" se había difundido bastante, pero de todos modos ya no existe, porque hace algunos años el feriado del 8 de diciembre fue suprimido.
· El nombre "Semana de Turismo" es utilizado por gran parte de los uruguayos y es evitado sólo por una importante minoría de cristianos más o menos militantes. Por otra parte, desde hace años se discute la posible supresión del carácter de feriado de los días lunes, martes y miércoles de esta semana.
El calendario oficial de 1919 es un anacronismo, un residuo del agudo sentimiento anticlerical del primer batllismo. Los uruguayos cristianos no podemos seguir resignándonos a que nuestras fiestas sean ignoradas o desnaturalizadas por el Estado. Éste es un momento propicio para exigir el reconocimiento oficial de los nombres verdaderos de estas fiestas religiosas. Se trata de un claro derecho de los cristianos, que constituyen el 80% de la población de nuestro país. Una medida de este tipo tendría también un sentido simbólico, indicando el final del predominio de una forma de laicismo hostil a la religión, siempre dispuesta a negar a ésta su derecho a la presencia e influencia en el espacio público. Y sería también una medida favorable a la integración latinoamericana, puesto que las mismas fiestas, con el mismo carácter religioso, son celebradas en toda América Latina. Para nuestros hermanos argentinos, brasileños, paraguayos, chilenos etc. resultaría inconcebible adoptar o aceptar un calendario semejante al calendario uruguayo de 1919.

Daniel Iglesias Grèzes
Julio de 2004.

Las cosas pequeñas

"El que es fiel en lo poco, lo es también en lo mucho; y el que es infiel en lo poco, también lo es en lo mucho" (Lucas 16,10).

Pocas veces en la vida se nos presenta la oportunidad de realizar actos extraordinarios de heroísmo; pero todos los días podemos probar nuestra fidelidad al Evangelio en las pequeñas cosas de la vida cotidiana.

La ley de Cristo es una ley de amor. Y el amor cristiano es un amor práctico. No se trata meramente de un amor idealista por la humanidad, sino de un servicio abnegado por los seres humanos concretos. La ley cristiana del amor tiene consecuencias muy precisas: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Juan 14,15). Si en verdad queremos ser fieles cristianos, debemos procurar poner en práctica todos los mandamientos del Señor, aun los más pequeños. Deberíamos, por ejemplo:

· Rechazar toda forma de superstición.
· Devolver lo que nos han prestado o lo que nos han dado por error.
· Pagar todos los impuestos y los aportes a la seguridad social que nos correspondan.
· No copiar en las pruebas o exámenes.
· Cumplir el horario de trabajo.
· Ser puntuales y perseverantes.
· Rechazar los espectáculos de contenido inmoral.
· Respetar a los otros en nuestros pensamientos, palabras y obras.
· No criticar a los demás sin necesidad.
· Ser amables con todos, comenzando por casa.

La práctica de las virtudes "menores" por amor a Dios y al prójimo fortalecerá en nosotros los criterios y las actitudes auténticamente cristianos. Por la gracia de Dios, esa práctica nos ayudará a hacer crecer nuestros "talentos" y a progresar en el seguimiento de Cristo. Ojalá que un día podamos escuchar a Nuestro Señor diciéndonos estas palabras: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor." (Mateo 25,21).

Daniel Iglesias Grèzes

sábado, octubre 08, 2005

Religión y política

“Los cristianos se apartan de su deber, ... no cuando actúan como miembros de una comunidad, sino cuando lo hacen por fines temporales o de manera ilegal; no cuando adoptan la actitud de un partido, sino cuando se disgregan en muchos. Si los creyentes de la Iglesia primitiva no interfirieron en los actos del gobierno civil, fue simplemente porque no disponían de derechos civiles que les permitiesen legalmente hacerlo. Pero donde tienen derechos la situación es distinta, y la existencia de un espíritu mundano debe descubrirse no en que se usen estos derechos, sino en que se usen para fines distintos de los fines para los que fueron concedidos. Sin duda pueden existir justamente diferencias de opinión al juzgar el modo de ejercerlos en un caso particular, pero el principio mismo, el deber de usar sus derechos civiles en servicio de la religión, es evidente. Y puesto que hay una idea popular falsa, según la cual a los cristianos, en cuanto tales, y especialmente al clero, no les conciernen los asuntos temporales, es conveniente aprovechar cualquier oportunidad para desmentir formalmente esa posición, y para reclamar su demostración. En realidad, la Iglesia fue instituida con el propósito expreso de intervenir o (como diría un hombre irreligioso) entrometerse en el mundo. Es un deber evidente de sus miembros no sólo asociarse internamente, sino también desarrollar esa unión interna en una guerra externa contra el espíritu del mal, ya sea en las cortes de los reyes o entre la multitud mezclada. Y, si no pueden hacer otra cosa, al menos pueden padecer por la verdad, y recordárselo a los hombres, infligiéndoles la tarea de perseguirlos.”

John Henry Newman, Los arrianos del siglo IV.

jueves, octubre 06, 2005

¿”Sola Escritura”?

Daniel Iglesias Grèzes

Uno de los principios esenciales del protestantismo, formulado por el propio Martín Lutero, es el principio de la “sola Scriptura” (sola Escritura): La Divina Revelación es transmitida de un modo auténtico únicamente a través de la Sagrada Escritura (es decir, la Biblia), sin la Sagrada Tradición.

Dejo planteados los siguientes cuestionamientos en torno a dicho principio, para la reflexión de nuestros hermanos protestantes:

1. El principio protestante de la “sola Escritura” no se encuentra enunciado en la Biblia. Entonces, ¿no es acaso un principio auto-contradictorio?

2. ¿Cómo sabes que la Biblia es Palabra de Dios? ¿Te basta con que ella misma diga que lo es? En última instancia, ¿es la Biblia la que hace creíble a Jesucristo o es Jesucristo el que hace creíble a la Biblia?

3. La Biblia no dice cuáles son los libros inspirados por Dios. Entonces, ¿cómo conoces el canon, es decir la lista de los libros que integran la Sagrada Escritura? ¿Con qué derecho Martín Lutero eliminó siete libros del canon de la Biblia?

4. Según la gran mayoría de los estudiosos del Nuevo Testamento, pasaron al menos veinte años desde la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo al Cielo hasta el momento en que comenzó a ser escrito el Nuevo Testamento y alrededor de cincuenta años más hasta que terminó su composición. Entonces, ¿cómo se transmitió la Revelación cristiana durante todo ese período?

5. ¿Qué garantías tienes de haber comprendido correctamente la Divina Revelación transmitida por escrito en la Sagrada Escritura si la Iglesia no tiene la potestad de interpretarla con la autoridad de Cristo? ¿Para qué sirve una Revelación infalible que sólo puede ser interpretada de un modo falible?

6. El principio protestante del “libre examen” (la libre interpretación personal de la Biblia) no está enunciado en la Biblia. Entonces, ¿no es acaso contradictorio con el principio protestante de la “sola Escritura”?

7. La Biblia dice que Jesús prometió que los poderes del infierno no prevalecerían contra la Iglesia fundada por Él sobre la piedra que es Pedro. Entonces, ¿cómo es posible que, según el punto de vista protestante, la Iglesia de Cristo haya claudicado sustancialmente durante muchos siglos?

8. La Biblia dice que Jesús enseñó que el hombre que repudia a su mujer y se une con otra comete adulterio. Entonces, ¿por qué los protestantes admiten el divorcio?

9. La Biblia dice que Jesús, al instituir la Eucaristía en la Última Cena, afirmó: "Esto es mi Cuerpo". Entonces, ¿por qué muchos protestantes no creen en la presencia real de Cristo en la Eucaristía?

10. [Esta última pregunta es sólo para adventistas del séptimo día]. La Biblia dice que el Concilio de Jerusalén narrado en los Hechos de los Apóstoles, al determinar cuáles normas de la religión judía eran obligatorias para los gentiles convertidos al cristianismo, no incluyó la observancia del sábado. Entonces, ¿por qué los adventistas del séptimo día sostienen que es necesario observar el sábado en lugar del domingo, día de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo?

Como se puede apreciar, los seis primeros puntos de esta lista plantean cuestionamientos de índole general, mientras que los últimos cuatro plantean cuestionamientos de índole particular. No habría mayores dificultades para multiplicar los cuestionamientos de esta última clase.