Ing. Daniel Iglesias Grèzes
He aquí un ensayo de respuesta a los argumentos que pretenden oponer la evolución cósmica o biológica al diseño inteligente y tachar de absurda la noción de creación evolutiva.
Desde el punto de vista lógico, es claro que no hay contradicción alguna entre evolución y diseño. Es perfectamente concebible un diseño evolutivo. El problema pues, no se encuentra en el orden lógico, sino en el orden psicológico. Los críticos no comprenden por qué Dios habría creado el universo según un plan evolutivo y, al no comprender la finalidad de la creación evolutiva, terminan declarándola absurda.
Es una vana pretensión, típicamente racionalista, pretender comprender la "psicología divina". Los racionalistas y los tomistas (entre los cuales modestamente me incluyo) coincidimos en que “ser” es “ser inteligible”. Los tomistas refieren la necesaria inteligibilidad del ser a la Inteligencia divina. Los racionalistas, arbitrariamente, la refieren a la razón humana, que toma así el lugar de Dios (no es una anécdota irrelevante el hecho histórico de que la Revolución Francesa haya transformado a la Catedral de Notre Dame en un templo de la diosa Razón). Por eso, los racionalistas no aceptan que haya verdades que sobrepasen la capacidad finita de comprensión de la razón humana. El creyente, en cambio, se inclina ante la sobrecogedora e inefable majestad de Dios, el misterio infinito que nos envuelve y nos sostiene en el ser. San Agustín escribió: "Si lo comprendes, no es Dios". Por lo tanto, pese a racionalistas cristianos como Descartes, Leibnitz y otros, el racionalismo contiene un germen oculto de ateísmo.
Sin embargo, “misterio” no es lo absolutamente desconocido. En el lenguaje cristiano, "misterio" es una realidad divina, trascendente y salvífica, que se nos manifiesta de algún modo visible o perceptible. Podemos hablar de Dios con sentido, pese a Su incomprensibilidad última. Por la fe y por la razón, podemos conocer verdaderamente a Dios, aunque no podamos abarcarlo ni agotarlo con nuestro entendimiento finito.
El cristiano puede entonces intentar una respuesta a la pregunta acerca de por qué Dios ha creado el mundo de la forma en que lo hizo, es decir, a través de un larguísimo y complejísimo proceso de evolución cósmica y biológica. A continuación presento un intento de respuesta, bastante fragmentario:
1. Lo primero que hay que decir surge de lo dicho hasta aquí: Dios sabe por qué hace lo que hace. Es preciso confiar en la infinita sabiduría y la infinita bondad de Dios. Aunque en el libro de Job se trata de un problema algo distinto (el problema del mal), esta respuesta es similar a la que el mismo Dios mismo da a los angustiados reproches de Job: ¿Estabas tú allí cuando Yo hice el cielo y la tierra? Job termina comprendiendo lo absurdo que es pretender poner a Dios en el banquillo de los acusados o desconfiar de Él.
2. Por otra parte, cabría decir que la sobreabundancia del don divino es una de las notas características de Dios. Las dimensiones del universo y la cantidad de especies vegetales y animales pueden parecernos exageradas a nosotros, pero, como nos enseña el profeta Isaías, los pensamientos de Dios no son como los pensamientos de los hombres, sino que los superan infinitamente.
3. La afirmación cristiana de que el universo es para el hombre no debe ser interpretada en el sentido de un utilitarismo estrecho. Ella no implica que, para justificar su existencia, cada cosa deba tener una utilidad directa e inmediata para el hombre. Se trata más bien de que en el mundo hay una jerarquía ontológica, dentro de la cual el hombre ocupa la primera posición. El sentido último del universo material es ser el hogar transitorio del hombre, pero en este hogar puede haber "adornos" con una finalidad no utilitarista. Quizás la galaxia Andrómeda no nos servirá nunca de mucho salvo como objeto de conocimiento y de contemplación, pero eso solo podría justificar su existencia a los ojos de Dios. Más aún, aunque hubiera rincones del universo que el hombre no llegue a conocer jamás, Dios mismo los conoce y se complace en ellos. "Dios vio todo lo que había hecho y vio que era muy bueno" (Génesis 1).
4. Además, puede haber cierto grado de necesidad en la existencia de tantos seres vivos diferentes según un plan de creación evolutiva. Por ejemplo, quizás las arañas y las serpientes podrían ser vistas como "subproductos" más o menos necesarios de la creación evolutiva del hombre.
5. Por último, hoy se conoce y se valora positivamente la complejidad enorme de los ecosistemas y la importancia de la biodiversidad. Quizás a nosotros nos pueda parecer que las tortugas galápago (por ejemplo) no son de mucha utilidad para el hombre, pero seguramente están cumpliendo un rol en el sistema ecológico global, aunque ese rol pueda ser tal vez modesto.
He aquí un ensayo de respuesta a los argumentos que pretenden oponer la evolución cósmica o biológica al diseño inteligente y tachar de absurda la noción de creación evolutiva.
Desde el punto de vista lógico, es claro que no hay contradicción alguna entre evolución y diseño. Es perfectamente concebible un diseño evolutivo. El problema pues, no se encuentra en el orden lógico, sino en el orden psicológico. Los críticos no comprenden por qué Dios habría creado el universo según un plan evolutivo y, al no comprender la finalidad de la creación evolutiva, terminan declarándola absurda.
Es una vana pretensión, típicamente racionalista, pretender comprender la "psicología divina". Los racionalistas y los tomistas (entre los cuales modestamente me incluyo) coincidimos en que “ser” es “ser inteligible”. Los tomistas refieren la necesaria inteligibilidad del ser a la Inteligencia divina. Los racionalistas, arbitrariamente, la refieren a la razón humana, que toma así el lugar de Dios (no es una anécdota irrelevante el hecho histórico de que la Revolución Francesa haya transformado a la Catedral de Notre Dame en un templo de la diosa Razón). Por eso, los racionalistas no aceptan que haya verdades que sobrepasen la capacidad finita de comprensión de la razón humana. El creyente, en cambio, se inclina ante la sobrecogedora e inefable majestad de Dios, el misterio infinito que nos envuelve y nos sostiene en el ser. San Agustín escribió: "Si lo comprendes, no es Dios". Por lo tanto, pese a racionalistas cristianos como Descartes, Leibnitz y otros, el racionalismo contiene un germen oculto de ateísmo.
Sin embargo, “misterio” no es lo absolutamente desconocido. En el lenguaje cristiano, "misterio" es una realidad divina, trascendente y salvífica, que se nos manifiesta de algún modo visible o perceptible. Podemos hablar de Dios con sentido, pese a Su incomprensibilidad última. Por la fe y por la razón, podemos conocer verdaderamente a Dios, aunque no podamos abarcarlo ni agotarlo con nuestro entendimiento finito.
El cristiano puede entonces intentar una respuesta a la pregunta acerca de por qué Dios ha creado el mundo de la forma en que lo hizo, es decir, a través de un larguísimo y complejísimo proceso de evolución cósmica y biológica. A continuación presento un intento de respuesta, bastante fragmentario:
1. Lo primero que hay que decir surge de lo dicho hasta aquí: Dios sabe por qué hace lo que hace. Es preciso confiar en la infinita sabiduría y la infinita bondad de Dios. Aunque en el libro de Job se trata de un problema algo distinto (el problema del mal), esta respuesta es similar a la que el mismo Dios mismo da a los angustiados reproches de Job: ¿Estabas tú allí cuando Yo hice el cielo y la tierra? Job termina comprendiendo lo absurdo que es pretender poner a Dios en el banquillo de los acusados o desconfiar de Él.
2. Por otra parte, cabría decir que la sobreabundancia del don divino es una de las notas características de Dios. Las dimensiones del universo y la cantidad de especies vegetales y animales pueden parecernos exageradas a nosotros, pero, como nos enseña el profeta Isaías, los pensamientos de Dios no son como los pensamientos de los hombres, sino que los superan infinitamente.
3. La afirmación cristiana de que el universo es para el hombre no debe ser interpretada en el sentido de un utilitarismo estrecho. Ella no implica que, para justificar su existencia, cada cosa deba tener una utilidad directa e inmediata para el hombre. Se trata más bien de que en el mundo hay una jerarquía ontológica, dentro de la cual el hombre ocupa la primera posición. El sentido último del universo material es ser el hogar transitorio del hombre, pero en este hogar puede haber "adornos" con una finalidad no utilitarista. Quizás la galaxia Andrómeda no nos servirá nunca de mucho salvo como objeto de conocimiento y de contemplación, pero eso solo podría justificar su existencia a los ojos de Dios. Más aún, aunque hubiera rincones del universo que el hombre no llegue a conocer jamás, Dios mismo los conoce y se complace en ellos. "Dios vio todo lo que había hecho y vio que era muy bueno" (Génesis 1).
4. Además, puede haber cierto grado de necesidad en la existencia de tantos seres vivos diferentes según un plan de creación evolutiva. Por ejemplo, quizás las arañas y las serpientes podrían ser vistas como "subproductos" más o menos necesarios de la creación evolutiva del hombre.
5. Por último, hoy se conoce y se valora positivamente la complejidad enorme de los ecosistemas y la importancia de la biodiversidad. Quizás a nosotros nos pueda parecer que las tortugas galápago (por ejemplo) no son de mucha utilidad para el hombre, pero seguramente están cumpliendo un rol en el sistema ecológico global, aunque ese rol pueda ser tal vez modesto.
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