sábado, febrero 02, 2008

El problema del crecimiento de la población mundial

Estudio de teología moral social

Daniel Iglesias Grèzes

Índice
1. Introducción
2. Presentación del problema demográfico
2.1. Datos básicos
2.2. Las causas de la "explosión demográfica"
2.3. Las consecuencias de la "explosión demográfica"
2.4. Las soluciones del problema demográfico
3. Análisis ético del problema demográfico
3.1. Análisis a la luz de los principios de la teología moral social
3.1.1. El principio de subsidiariedad
3.1.2. El principio de solidaridad
3.1.3. La opción por un mundo humanizado
3.2. Análisis a la luz del Magisterio de la Iglesia
3.2.1. Concilio Vaticano II
3.2.2. Pablo VI
3.2.3. Juan Pablo II
4. Conclusiones
5. Bibliografía

1. Introducción
En este siglo la humanidad se ha visto enfrentada a un fenómeno inédito en la historia, que plantea graves problemas económicos, políticos y culturales: una gran aceleración del crecimiento de la población mundial. Este problema ha tomado dimensiones tales que hacen necesario su enfoque a nivel planetario. La reciente Conferencia Mundial de El Cairo sobre la Población y el Desarrollo, en la cual la Santa Sede tuvo una intervención muy destacada, volvió a poner ese problema en el primer plano de la conciencia colectiva, y reavivó un debate que pone en juego valores morales muy hondos y enfrenta al cristianismo con diversas ideologías de gran influencia en el mundo contemporáneo.

El presente trabajo, en el cual se estudia someramente, desde el punto de vista de la teología moral social, el problema de la llamada "explosión demográfica", consta básicamente de dos partes: en la primera parte se plantean los datos básicos del fenómeno de la "explosión demográfica", se indagan sus causas y consecuencias y se exponen las soluciones que se han propuesto para resolver el problema demográfico; en la segunda parte se realiza un breve análisis ético del problema y de sus posibles soluciones, a la luz de los principios de la teología moral social y del Magisterio de la Iglesia. Al final se agregan unas conclusiones y la bibliografía consultada.

En este breve trabajo no podemos considerar el problema de las migraciones (internas o internacionales). Al respecto sólo hacemos notar que las migraciones del campo a la ciudad son la causa principal del explosivo crecimiento de las ciudades, un gran problema de por sí, que afecta sobre todo a los países subdesarrollados. Tampoco podremos detenernos a estudiar el problema del envejecimiento de la población, que afecta a los países que han realizado ya la "transición demográfica" (cf. 2.2).

2. Presentación del problema demográfico

2.1. Datos básicos
La población del mundo tuvo un crecimiento muy lento (menos del 0,1% anual) desde la aparición de la especie humana sobre la Tierra y durante cientos de miles de años, hasta el final de la Edad Media. Posteriormente el crecimiento de la población mundial experimentó una gran aceleración. Se suele decir que la población del mundo crece en forma exponencial. Sin embargo, no se trata de una progresión geométrica simple. La tasa de crecimiento anual de la población mundial aumentó constantemente (excepto durante las dos guerras mundiales) hasta 1970, y luego descendió algo. En consecuencia la duplicación de la población mundial se realizó en forma cada vez más rápida: el paso de 500 a 1.000 millones de personas insumió unos 220 años; la siguiente duplicación se completó en 110 años; y la siguiente se realizó en tan sólo 45 años.

Analizando la evolución del índice de crecimiento anual de la población por regiones, se observa que en los países desarrollados dicho crecimiento se ha moderado en las últimas décadas; en cambio en los países subdesarrollados ese crecimiento se aceleró primero y después bajó un poco, aunque sigue siendo alto. El crecimiento actual de las poblaciones subdesarrolladas es mucho más rápido que el de las poblaciones occidentales en el siglo XIX. La mayor parte del crecimiento de la población mundial se produce en los países subdesarrollados, y dentro de éstos a menudo en los segmentos más pobres de la sociedad. En muchos de esos países la duración media de la vida continúa aumentando sin que aumente el "nivel de vida":
"Un asiático famélico puede tener, en nuestros días, una esperanza de vida mayor que un noble o un burgués del antiguo régimen con buenas rentas y colmado de atenciones." (Sauvy, El problema de la población en el mundo, p. 69).

2.2. Las causas de la "explosión demográfica"
La teoría más utilizada por los demógrafos para explicar el fenómeno de la "explosión demográfica" es la de la transición demográfica, que puede resumirse así: antes de los extraordinarios progresos de las revoluciones científica e industrial, todas las sociedades presentaban índices de natalidad y de mortalidad elevados y en equilibrio. El progreso rompió ese equilibrio, haciendo decrecer la mortalidad, sin cambiar la natalidad. La población pasa entonces por una fase de fuerte crecimiento demográfico, hasta que reacciona a la disminución de la mortalidad, disminuyendo la natalidad y llegando a un nuevo equilibrio (cf. Véron, La transición demográfica: de la teoría a la experiencia, en: El Correo de la UNESCO, Enero 1992, p. 17).

Una población primitiva tiene una tasa de natalidad del 5% anual y una tasa de mortalidad del 3% anual. Por lo tanto crece en una proporción del 2% anual. Semejante aumento multiplicaría a los hombres de una manera desmesurada al cabo de algunos siglos. En realidad el crecimiento de las poblaciones ha sido, a través de milenios, muy inferior al crecimiento natural. El equilibrio de la natalidad y la mortalidad se debía a que a la mortalidad natural (regular) se añadía una supermortalidad irregular, causada principalmente por el hambre, las epidemias y las guerras. Además, casi todas las sociedades primitivas cayeron en la tentación de suprimir a los seres que consideraban molestos, por medio del aborto, el infanticidio, el abandono de niños, la eliminación de los ancianos u otros métodos.
· El ritmo de crecimiento de la producción de alimentos era muy inferior al 2% anual necesario para compensar la multiplicación natural. Por lo tanto, cíclicamente se producían hambrunas que diezmaban la población.
· En la época natural las epidemias causaban grandes estragos. Terminaban apagándose por sí mismas cuando la población se iba haciendo más escasa y los sobrevivientes se iban inmunizando contra el mal.
· Las guerras reducían la población en forma directa (militares muertos en combate, civiles víctimas de diversas formas de violencia) y principalmente en forma indirecta: las destrucciones y devastaciones causadas por las guerras dañaban la economía, acortando el ciclo del hambre.

Al principio de la Edad Moderna, el hombre comenzó a dominar la naturaleza en un grado mucho mayor que en cualquier época anterior. El progreso tecnológico hizo posible producir más alimentos (y más regularmente) y trajo consigo una relativa pacificación y grandes progresos de la medicina, que han permitido combatir no sólo la supermortalidad de las epidemias sino también la mortalidad normal.

En líneas generales podemos decir que la transición demográfica se ha completado ya en los países desarrollados, mientras que los países subdesarrollados se encuentran en plena transición demográfica, al igual que la población mundial en su conjunto. En todo el mundo la mortalidad ha descendido extraordinariamente, principalmente debido al descenso de la mortalidad infantil. La esperanza de vida, que en el siglo XVIII era de unos 30 años, supera hoy los 60 años en casi todo el mundo y los 70 años en los países desarrollados. La proporción de personas que alcanzan la edad adulta ha pasado del 50% al 95%. La natalidad ha bajado mucho en los países desarrollados, a tal punto que la población de algunos países europeos está ahora decreciendo (o continúa creciendo gracias a la inmigración), pero continúa siendo alta en la mayor parte de los países subdesarrollados.

2.3. Las consecuencias de la "explosión demográfica"
La población mundial crece geométricamente. Una simple extrapolación permite verificar que ese tipo de crecimiento es insostenible a largo plazo. Por otra parte la teoría de la transición demográfica asegura que la población mundial se estabilizará tarde o temprano debido a un descenso de la natalidad. Sin embargo, la desigual distribución de la población y las riquezas en el planeta podría conducir a situaciones explosivas.
En 1991 los países industrializados tenían 822 millones de habitantes con un ingreso promedio anual per capita de 20.570 dólares. Los valores correspondientes para los países de ingresos medios eran 1.401 millones de habitantes y 2.480 dólares; y para los países más pobres, 3.127 millones de habitantes y tan sólo 350 dólares (cf. Keyfitz, ¿Qué cantidad de seres humanos puede soportar nuestro planeta?, en: Deutschland, Abril 1994, p. 44).
La población de los países subdesarrollados continuará creciendo durante varias décadas. El crecimiento de la población podría superar al aumento de la producción, lo cual haría descender el ya bajo nivel de vida de los hombres del "Tercer Mundo". Esta situación podría conducir a graves enfrentamientos entre el Sur y el Norte.

Existen muchos pronósticos sobre la evolución de la población mundial más allá del año 2000, que difieren mucho entre sí en cuanto al momento y la magnitud en los cuales se estabilizará finalmente dicha población. Las opiniones de los demógrafos están divididas. Según un grupo de ellos (compuesto sobre todo por economistas) el problema demográfico se solucionará por sí mismo. Otro grupo (formado sobre todo por biólogos) es más pesimista: el crecimiento biológico y el crecimiento económico estarían alcanzando los límites impuestos por la naturaleza (cf. Keyfitz, o. c., p. 44).
"Ninguno de los intentos de determinar la densidad máxima de población ha sido concluyente... Desde hace 50 años... se han hecho múltiples predicciones sobre los límites de la capacidad de población de un país tras otro. Esos límites se han sobrepasado en casi todos, y en la mayoría de los casos la población actual tiene un nivel de vida muy superior al de sus antepasados mucho menos numerosos" (Brookfield, El juego de las cifras, en: El Correo de la UNESCO, Enero 1992, p. 29).

2.4. Las soluciones del problema demográfico
Considerando el problema demográfico a escala planetaria y a largo plazo, podemos afirmar en una primera aproximación que el aumento de la producción ("solución económica") y la emigración hacia regiones menos pobladas ("solución geográfica") no resuelven el problema. A largo plazo el problema demográfico sólo puede tener una "solución demográfica" que, dado que el aumento de la mortalidad no es una salida deseable, coincide con la reducción de la natalidad. No obstante, la teoría de la transición demográfica demuestra que el problema demográfico se reduce a realizar adecuadamente esa transición y a alcanzar un nuevo nivel de equilibrio compatible con los recursos globales del planeta. En esta perspectiva, el desarrollo económico y las migraciones son soluciones legítimas. Por diversas razones, sin embargo, no cabe esperar que las migraciones contribuyan de un modo relativamente importante a resolver el problema de la transición demográfica de los países en desarrollo. Por ende el dilema planteado es: ajustar los recursos económicos a la población o, por el descenso de la natalidad, ajustar la población a los recursos económicos (cf. Sauvy, o. c., pp. 124-125).

La solución económica consiste en aumentar la cantidad de recursos materiales (alimentos, energía, etc.) por lo menos con la misma rapidez que la cantidad de seres humanos. Se trata de una verdadera hazaña tecnológica, hazaña que los hombres han cumplido más o menos satisfactoriamente durante los últimos 400 años. Además, el mejoramiento del nivel de vida favorece la disminución de los nacimientos.

La solución demográfica consiste en el control de la natalidad. Para acelerar la transición demográfica y reducir así la cantidad de habitantes que tendrá el mundo una vez que se haya estabilizado su población, muchos proponen una intervención de los Estados y de organizaciones no gubernamentales en pro de la disminución de la natalidad. Esta intervención puede variar desde el desestímulo a las familias numerosas hasta la imposición coactiva de la limitación de los nacimientos por parte del Estado. Los métodos utilizados para el control de la natalidad son la contracepción, la esterilización y el aborto. El aborto se puede lograr por medios quirúrgicos o químicos. Además, algunos métodos anticonceptivos tienen con cierta frecuencia efectos abortivos.

3. Análisis ético del problema demográfico

3.1. Análisis a la luz de los principios de la teología moral social

3.1.1. El principio de subsidiariedad
El principio de subsidiariedad establece que:
"Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándolo de sus competencias, sino que más bien debe sostenerlo en caso de necesidad y ayudarlo a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común." (Juan Pablo II, Centesimus Annus, n. 48, d).

El principio de subsidiaridad se aplica al dominio de la población:
· De él se deduce que es inaceptable que el Estado ejerza chantaje, coerción o violencia sobre las parejas para someterlas a su política demográfica y que pretenda suplantarlas en la determinación del número de hijos. Por el contrario el Estado debe proteger la libertad de las familias, salvaguardar la vida de los inocentes y hacer respetar a la mujer, particularmente en su dignidad de madre. En este ámbito tienen una importancia notable las políticas fiscal y educativa.
· El mismo principio vale para las instituciones internacionales públicas. Ellas deben respetar la legítima soberanía de las naciones tanto como la justa autonomía de las parejas. No deben incitar a los Estados a adoptar determinadas políticas demográficas por medio de presiones indebidas. Sería un grave abuso del poder intelectual, moral y político presentar las campañas antinatalistas como las expresiones más apropiadas de la ayuda de las poblaciones ricas a las poblaciones desfavorecidas.
· Algo análogo debe decirse respecto a las instituciones internacionales privadas.

3.1.2. El principio de solidaridad
La solidaridad puede definirse así:
"Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos." (Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis, n. 38, f).

De este principio se deducen al menos dos consideraciones aplicables a nuestro problema:
· En su libre determinación del número de sus hijos, las parejas deben tener en cuenta la situación demográfica de su país y del mundo.
· Las naciones ricas deben contribuir en la medida de sus posibilidades al desarrollo de las naciones pobres. El desarrollo económico acelera la transición demográfica.

3.1.3. La opción por un mundo humanizado
El concepto de mundo humanizado expresa una de las dimensiones fundamentales del bien común. Se trata del proceso histórico de comprensión y promoción de la dignidad del hombre, de la que derivan los derechos del hombre y la mujer, de la familia y de los pueblos.

El derecho básico es el derecho a la vida. De ahí que se deba rechazar el aborto como método de planificación familiar o control de la natalidad. La Iglesia afirma la naturaleza sagrada de la vida humana, la responsabilidad de las parejas frente a la transmisión de la vida y el derecho intrínseco a la paternidad. Creados a imagen y semejanza de Dios, origen de toda vida, los hombres y las mujeres son llamados a ser los colaboradores del Creador en la transmisión del don sagrado de la vida humana. Por la comunión de vida y de amor que es el matrimonio, ellos constituyen la familia, célula básica de la sociedad. No está en consonancia con el designio de Dios que las parejas paralicen o destruyan su fecundidad por la contracepción artificial o la esterilización, y menos aún que recurran al aborto para suprimir a sus hijos antes del nacimiento.
"Los esposos tienen el derecho inalienable de fundar una familia y de decidir el espaciamiento de los nacimientos y el número de hijos a traer al mundo, considerando plenamente sus deberes hacia sí mismos, hacia los hijos ya nacidos, la familia y la sociedad, dentro de una justa jerarquía de los valores y de acuerdo con el orden moral objetivo que excluye el recurso a la anticoncepción, la esterilización y el aborto" (Carta de los Derechos de la Familia, presentada por la Santa Sede, 22-10-1983, art. 3).

3.2. Análisis a la luz del Magisterio de la Iglesia

3.2.1. Concilio Vaticano II
Evocando la cuestión de las evoluciones demográficas en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, los Padres del Concilio Vaticano II han reafirmado los derechos de la familia y rechazado las soluciones deshonrosas, incluyendo el aborto y el infanticidio (cf. GS, nn. 5, 8, 47, 51). Ellos han abogado por el derecho y el deber de la "paternidad responsable", exigencia que sólo puede ser cumplida al interior del matrimonio (cf. GS, n. 50). El Concilio pide la colaboración de todos, sobre todo de las naciones ricas, para preparar lo que es necesario para la subsistencia y la instrucción de los hombres de los pueblos que sufren dificultades provenientes del rápido crecimiento de la población (cf. GS, n. 87).

3.2.2. Pablo VI
En su histórica alocución a la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1965, el Papa Pablo VI proclamó el carácter sagrado de la vida humana y llamó a defenderla incluso en lo concerniente al gran problema de la natalidad:
"Vuestra tarea es hacer que el pan sea suficientemente abundante en la mesa de la humanidad y no favorecer un control artificial de los nacimientos, que sería irracional, con miras de disminuir el número de los convidados al banquete de la vida" (Pablo VI, Discurso a la Asamblea de la ONU, n. 6).
En su Encíclica Humanae Vitae el Papa Pablo VI explicó la doctrina de la "paternidad responsable" (cf. HV, nn. 10-16, 76) y llamó a las autoridades públicas a no aceptar que se introduzcan en la familia, por vía legal, prácticas contrarias a la ley moral natural y divina (cf. HV, n. 23).

3.2.3. Juan Pablo II
En su Carta encíclica de 1987, Sollicitudo Rei Socialis, el Papa Juan Pablo II escribió:
"Por otra parte, resulta muy alarmante constatar en muchos países el lanzamiento de campañas sistemáticas contra la natalidad, por iniciativa de sus gobiernos, en contraste no sólo con la identidad cultural y religiosa de los mismos países, sino también con la naturaleza del verdadero desarrollo. Sucede a menudo que tales campañas son debidas a presiones y están financiadas por capitales provenientes del extranjero y, en algún caso, se subordina a ellas incluso la ayuda y la asistencia económico-financiera. En todo caso, se trata de una falta absoluta de respeto por la libertad de decisión de las personas afectadas, hombres y mujeres, sometidas a veces a intolerables presiones, incluso económicas, para someterlas a esta nueva forma de opresión. Son las poblaciones más pobres las que sufren los atropellos, y ello llega a originar en ocasiones la tendencia a un cierto racismo, o favorece la aplicación de ciertas formas de eugenismo, igualmente racistas. También este hecho, que reclama la condena más enérgica, es indicio de una concepción errada y perversa del verdadero desarrollo humano." (Juan Pablo II, SRS, n. 25, c-d).

4. Conclusiones
El problema del crecimiento de la población mundial se reduce esencialmente al problema de la transición demográfica de los países subdesarrollados. Dejar que los hombres del Tercer Mundo se multipliquen en la miseria sería inhumano. Frente a este problema se han planteado dos soluciones: la solución económica (aumento de la producción) y la solución demográfica (reducción de la natalidad). Es más humano adaptar la producción a la población que hacer lo contrario. La doctrina social de la Iglesia se inclina hacia la solución económica. Sin embargo la misma doctrina enseña que los esposos, en el ejercicio de la paternidad responsable, deben considerar plenamente sus deberes hacia la sociedad, por lo cual no deben ignorar el problema demográfico. He aquí un desafío para la pastoral de la Iglesia.

El problema demográfico es eminentemente social. Como problema moral, debe ser visto desde la perspectiva tanto de la moral sexual como de la moral social. Ambas perspectivas no se oponen, sino que se complementan.

Como un punto interesante para una ulterior profundización planteamos el tema de si existe alguna forma en que el Estado pueda estimular la reducción de la natalidad sin incurrir en una presión injusta.

Montevideo, 1994.

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