domingo, diciembre 31, 2006

Opiniones sobre la Conferencia de Aparecida (1)

Daniel Iglesias Grèzes

Hace algunas semanas recibí por correo electrónico un artículo titulado “Discípulos”, firmado por el P. José Comblin, uno de los pioneros de la “Teología de la Liberación”. El artículo, fechado el día 1/09/2006, fue enviado por el autor al movimiento “También Somos Iglesia – Chile”. Su encabezamiento hace pensar que la publicación del artículo ha sido obra de dicho movimiento disidente.

El artículo en cuestión se refiere a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que tendrá lugar en mayo de 2007 en Aparecida (Brasil), convocada por el Papa Benedicto XVI. A continuación reproduciré íntegramente dicho artículo y luego daré una apreciación crítica sobre el mismo y proporcionaré información adicional sobre las posturas del autor y sobre el Movimiento Internacional Somos Iglesia.



CUADERNOS MOVIMIENTO TAMBIEN SOMOS IGLESIA-CHILE

DISCÍPULOS
Tema central de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana
en Aparecida. Brasil 2007.
Enviada por P. José Comblin al Movimiento También Somos Iglesia-Chile,
el 1º de Septiembre de 2006.

Teólogo P. José Comblin

El texto enviado por el CELAM como preparación a la V Asamblea que se reunirá en 2007 en Aparecida presenta el tema de discipulado o de discípulos como tema principal de la Asamblea. El texto contiene un capítulo que quiere dar una exposición teológica del tema del discípulo. Este tema es muy importante y abre muchas puertas. Sin embargo la teología del capítulo necesitaría algunos complementos porque es bastante insuficiente.

Los teólogos que prepararon ese texto lograron escribir un capítulo entero sobre el discipulado sin mencionar nunca la actividad de Jesús. Ahora bien, ser discípulo es aprender de otra persona. Sin embargo, en el texto no se ve en absoluto que es lo que los discípulos aprenden de la vida de Jesús. No se ve el mensaje del maestro, ni su pedagogía, ni su referencia a la cultura de su tiempo.

El evangelio de Juan dice que la Palabra se hizo carne. Es decir que la Palabra de Dios no es una doctrina, no es un discurso, no es una exposición de verdades teóricas, no es una teología. La palabra de Dios es la vida de Jesús, todo lo que hizo en esta tierra en la debilidad de la carne, del cuerpo y del ser humano en general. Jesús supo usar el cuerpo humano, el tiempo humano, la situación humana en esta tierra para expresar la Palabra de Dios. Por consiguiente el discípulo está llamado a observar, mirar, entender y acompañar a Jesús, a descubrir su modo de actuar, lo que busca, la manera de expresarse, los gestos que hace, las palabras que pronuncia en determinadas circunstancias. Los mismos evangelios muestran que los discípulos tuvieron grandes dificultades para aceptar el modo de vivir de Jesús. Lo más difícil era entender el camino del no-poder, de la pobreza. Es la dificultad que los discípulos de todos los tiempos encontrarán porque tantas veces estarán fascinados por el poder, la riqueza, el prestigio, el status social.

Los discípulos de Jesús no son como los estudiantes de los doctores de la ley. No estudian una ley. No son como los alumnos de los filósofos, porque los discipulos de Jesús aprenden su actuar y no aprenden ideas, doctrinas, juegos intelectuales. Los discípulos no son como los que estudian las ciencias modernas, porque en las ciencias modernas el modo de vivir del profesor no importa, sino más bien la objetividad de la observación y de la experimentación como el rigor matemático para definir las relaciones. Los discípulos aprenden una manera de vivir, una orientación para la vida toda. Ser discípulo no es estudiar la teología, y la misma teología puede ser muy peligrosa: la teología puede engendrar poder, capacidad de imponerse a otros, sentimiento de superioridad, cualificación para una promoción social. La teología es uno de los factores principales que sustentan la dominación clerical, dominación paternalista, pero dominación que todos los laicos perciben aunque los sacerdotes lo nieguen. Ser discípulo es cambiar de vida, recibir una iluminación que lleva a abandonar todo lo que era, para dedicarse al reino de Dios. Asi como Pedro y Andrés y Juan y Santiago que dejan sus redes, dejan su familia, dejan su casa para seguir al maestro.

Para aprender como ser discípulo, debemos recordar, hacer memoria de aquello que Jesús hizo. Ahora bien, en forma muy breve podemos condensar la acción de Jesús, el mensaje de su vida, que está en la elección de su modo de vivir, en pocos puntos, que expresan lo más importante. ¿Qué hizo Jesús para ser maestro? ¿Qué fue lo que enseñó?

1. En primer lugar Jesús vivió en Galilea, la región pobre, menospreciada, oprimida del pueblo de Israel. Fue a meterse y a vivir, a realizar su misión en medio de los más pobres de su pueblo. Vivió como ellos pobremente. Visitó los pueblitos pobres de la Galilea, y nunca estuvo en las ciudades de civilización griega, ni siquiera las más cercanas: había una a 6 km de Nazaret. Toda su vida fue dedicada a los pobres, porque para él en medio de los pobres estaría el verdadero Israel, el verdadero pueblo deDios. Una gran lección para todos los que quieren ser discípulos.

2. En segundo lugar, Jesús anuncia la llegada inminente y la presencia actual del reino de Dios que será el reino de los pobres. Su misión consiste en anunciar esta buena nueva, la buena nueva de que empieza una vida nueva para los pobres. El verdadero Israel estará en medio de ellos, hecho por ellos y para ellos. Así dice Jesús para inaugurar su ministerio: en su declaración en la sinagoga de Nazaret según Lucas, en el monte de las bienaventuranzas según Mateo. Jesús viene a anunciar felicidad, salvación, libertad: el mundo va a pertenecer a los pobres. Será el gran cambio en la historia de la humanidad. Jesús no viene a publicar una Ley dura como la de los doctores de Israel, sino vino a anunciar una felicidad. Felicidad para la samaritana, la mujer siro-fenicia, la mujer adúltera, los pecadores públicos. Buena lección para todos los que imponen a los pobres una ley dura, implacable, reglas de derecho o de costumbres que humillan a los pobres en lugar de hacerlos felices. Los discípulos de Jesús siempre estarán dando felicidad.

3. Jesús muestra las señales del cambio y de la felicidad: Cura a los enfermos, expulsa los demonios, da de comer a los hambrientos, restituye la vida. Nosotros nos preguntamos si podremos imitar a Jesús en eso. A lo mejor no podremos hacer los milagros más espectaculares, aunque en la historia fueron atribuídos milagros semejantes a los santos, sean ellos oficializados o no. Pero sí podemos hacer mucho: los enfermos necesitan esperanza, paciencia, cariño. El mensaje de felicidad mejora la salud. Los demonios son los que provocan todos los males: tristeza, miedo, rencor, desesperación, egoísmo, etc. Podemos expulsar esos demonios. Es probable que la tradición oral aumentó lo espectacular de los milagros de Jesús, lo que es una tendencia natural de todos los pueblos cuando se encuentran con personalidades fuera de lo común.

4. Jesús denuncia la falsa religión de los sacerdotes, de los doctores, de los fariseos, es decir de todas las autoridades religiosas que tienen la pretensión de ser representantes de Dios y se consideran maestros, aunque sean solo falsos maestros que enseñan el error. Por eso, Jesus, desde el principio de su misión entró en conflicto con todas esas autoridades. No se quedó callado. Ha venido a salvar a su pueblo de la falsa religión que quieren imponerle, Pues los dirigentes religiosos de Israel son impositivos, y trasmiten miedo y tristeza en lugar de felicidad.

5. Jesús enseña que Dios no quiere sacrificios, asi como no quiere templos ni sacerdotes. Quiere justicia y misericordia, o sea amor mutuo, fraternidad entre todos. Es un laico y quiere que su pueblo vuelva a ser un pueblo de laicos sin clase superior. Los que mandan tendrán que portarse como servidores, como inferiores y no como “autoridades”.

6. Jesús será condenado por revolucionario, que quiere destruir el reino de Roma. Aunque los evangelios no refieran actos propiamente políticos en la misión de Jesús, está claro que el ideal de Jesús no era compatible con el imperio romano y la autoridad romana, que no podía no ver en él un peligro. No hace actos políticos pero Jesús lanza en el mundo un mensaje que cuestiona y condena todo el sistema social romano. Él bien lo sabe y sabe que el poder de Roma desaparecerá a la hora que Dios decida.

7. Jesús no huye cuando descubre que van a matarlo. Continúa hablando y actuando y acepta el martirio para no traicionar su mensaje. Muere por fidelidad a la misión recibida aún frente a la muerte. Huir sería quitarle toda credibilidad a su mensaje. Así hacen tantas autoridades humanas a la hora del peligro. De esta manera muestran que su discurso era falso y mentiroso.

Lo que sucede, es que la cristología que se desarrolla después del Concilio de Calcedonia, solo se interesa por la unión de las dos naturalezas en Jesucristo. Lo que le interesa es lo que Jesús es. Dice que Jesús fue Dios y hombre y expresa esa afirmación por la expresión de dos naturalezas: la divina y la humana. Sucede que estas dos naturalezas no son comparables.. La naturaleza divina no tiene historia y es totalmente sencilla. Pero la naturaleza humana no existe en un momento siempre igual a sí misma. El ser humano no existe en un momento fuera del tiempo y del espacio. El ser humano es una historia, una sucesión de actos organizados en virtud de un proyecto de vida. La cristología tradicional se limitó a comentar lo que Jesús es según el Concílio de Calcedonia y no se interesó por lo que hizo como ser humano, como fue su humanidad. Tomó la humanidad como algo abstracto, no histórico. Lo interesante era solamente que fuera un ser humano. O sea que tuviera la naturaleza humana. El problema es: ¿cómo ser discípulo de una pura naturaleza humana, de una humanidad abstracta igual para todos? La consecuencia fue que no hubo reflexión sobre el contenido de la vida de Jesús a partir de los evangelios en la teología oficial.

El capítulo del texto de preparación a Aparecida no contiene ninguna orientación para la vida humana concreta. Permanece en la línea de la teología escolástica tradicional sin incorporar todo lo que se estudió y se escribió en los últimos 50 años. Por eso el capítulo sobre el discipulado no contiene ninguna orientación para la vida en este mundo. Ofrece solamente orientaciones religiosas, como si ser discípulo fuera hacer actos religiosos. La vida del discípulo deja de ser una vida humana laical, vivida en este mundo, para ser una vida fuera del mundo, una vida hecha de actos religiosos, sin historia, sin proyecto, sin lucha, sin desafios, sin enemigos, sin obstáculos. Se vuelve a la manera del libro famoso De la Imitación de Cristo de Tomás Kempis, en el que se habla de todo salvo de la imitación de Jesús. Pues no se hace ninguna referencia a la vida real de Jesús. Solo hay interés por sus virtudes consideradas en forma abstracta fuera de su contexto histórico, como si las virtudes estuvieran actuando solas, en el aire, fuera de la historia humana.

En realidad no existe la prudencia en sí, ni la fortaleza en sí, ni las demás virtudes en sí, si no son aplicadas en circunstancias muy determinadas Sin refererencia a situaciones concretas, esas virtudes no dicen nada y no hacen nada, son entes de razón, entidades ideales que no existen salvo en el pensamiento, y por eso nada producen.

La teología escolástica ha eliminado la historia de la visión del cristianismo. Hizo del cristianismo una doctrina, un equivalente de la filosofía, que sigue las mismas normas de comprensión. Para los filósofos griegos la historia no es objeto de ciencia. La historia no tiene significado, no tiene sentido, es un sucesión arbitraria de hechos sin conexión. En la escolástica también el cristianismo es presentado como una doctrina universal válida para todos en todos los tiempos, igual para todos. Es un esquema de vida igual para todos, salvo que no todos logran aplicarlo en el mismo porcentaje. En ese esquema escolástico todas las generaciones son iguales, todas tienen los mismos problemas y todas tienen ante los ojos un programa de vida hecho de actos religiosos iguales para todos los pueblos en todos los tiempos.

Sin embargo, lo que la Biblia nos enseña es una historia: la historia del combate entre vida y muerte, entre las fuerzas de vida y las fuerzas de muerte en este mundo, en la humanidad. La salvación cristiana no es una cuestíon individual, sino la transformación de la humanidad entera. Es toda la humanidad que está sometida a fuerzas de muerte y toda la humanidad que está convocada para que pueda vencer la vida. Jesús vino a mostrar el camino de la humanidad. Ahora bien la humanidad no está hecha de una colección de seres humanos todos iguales con la misma misión. Cada persona humana está inserta en una historia global en la que ocupa un lugar único, o que le confiere una vocación única: buscar en esta situación única lo que Jesús haría. Las fuerzas de muerte y de vida cambian, porque la humanidad cambia; los retos cambian. Por eso cada generación tiene una tarea nueva, específica, única y cada individuo ocupa un lugar en su generación. Los pobres están construyendo una historia y siguen el modelo de Jesús. No pueden repetir literalmente lo que Jesús hizo, porque el mundo cambia. No estamos más en la Galilea de aquel tiempo y el imperio romano ha sido reemplazado por otro imperio diferente. Todos tenemos que buscar lo equivalente de la vida de Jesús, cada uno en su situación única. Hay que hacer actual el contenido de la vida de Jesús para ser verdaderamente discípulo.

Transcriptor-Editor: Enrique A. Orellana F.

LA PAZ ES OBRA DE LA JUSTICIA
Otra Iglesia es posible



Apreciación crítica e información adicional

Daniel Iglesias Grèzes

I. Apreciación crítica.
Es bueno que dentro de la Iglesia Católica haya oportunidades de debate y controversia entre representantes de distintas corrientes de pensamiento. En este sentido la difusión del precedente artículo del P. José Comblin brinda una ocasión bienvenida para el sereno intercambio de ideas.

Comienzo dando mi impresión global sobre ese artículo: discrepo casi totalmente con él y creo que se ubica fuera del ancho campo de la ortodoxia católica y del legítimo pluralismo teológico. Fundamentar esto detalladamente requeriría escribir un libro. Afortunadamente eso es innecesario, porque la teología del P. Comblin ya fue juzgada y rechazada por el Magisterio de la Iglesia. Para convencerse de esto basta releer la instrucción Libertatis nuntius de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos de la «Teología de la liberación», fechada el día 6/08/1984. El texto completo de esta importante instrucción se encuentra en:
http://www.multimedios.org/docs2/d000256/index.html

Por consiguiente me limitaré a resaltar y comentar brevemente algunas afirmaciones sintomáticas del autor, que considero muy equivocadas y tendenciosas:

1. Los discípulos de Jesús no son como los estudiantes de los doctores de la ley. No estudian una ley... Ser discípulo no es estudiar la teología.

Los discípulos de Jesús no son como los estudiantes de los doctores de la ley: vale. Pero ¿los discípulos de Jesús no estudian una ley? No es que ésta sea su principal actividad, pero ¿no existe una Ley de Cristo que los discípulos deben estudiar, comprender y practicar? Ser discípulo no equivale a estudiar teología: cierto. Pero ¿el discípulo no debe estudiar la doctrina cristiana?

2. La teología es uno de los factores principales que sustentan la dominación clerical, dominación paternalista, pero dominación que todos los laicos perciben aunque los sacerdotes lo nieguen.

Se nota aquí un síntoma claro de una visión neomarxista, que aplica el viejo esquema de la lucha de clases al interior de la Iglesia. Aquí la clase dominante es el clero y la clase oprimida el laicado. Esto tiene poco que ver con la realidad y mucho de visión ideologizada y deformante.

3. “Jesús viene a anunciar felicidad, salvación, libertad: el mundo va a pertenecer a los pobres.” (n. 2).

He aquí una excelente forma de traicionar la esencia del Evangelio en muy pocas palabras. El verdadero mensaje de Jesús es muy diferente a una utopía política puramente inmanentista: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mateo 5,3). "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí" (Juan 18,36).

4. “Jesús no viene a publicar una Ley dura como la de los doctores de Israel, sino vino a anunciar una felicidad.” (n. 2).

Es verdad que el Evangelio de Jesucristo es un mensaje de alegría, pero también es cierto que comporta la promulgación de una Ley nueva, superior a la antigua:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.” (Mateo 5,17-19).

Por otra parte, ¿habrá que recordar al P. Comblin las numerosas "palabras duras" de Jesús en los Evangelios? Por ejemplo:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran.” (Mateo 7,13-14).

La caridad cristiana es dulce, pero no es blanda. Puede traer consigo consecuencias duras, como el martirio: “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.” (Mateo 10,38).

5. “Jesús enseña que Dios no quiere sacrificios, asi como no quiere templos ni sacerdotes. Quiere justicia y misericordia, o sea amor mutuo, fraternidad entre todos. Es un laico y quiere que su pueblo vuelva a ser un pueblo de laicos sin clase superior.” (n. 5).

Contrariamente al esquemático Jesús de la teología del P. Comblin, el verdadero Jesús era un judío piadoso que amaba y veneraba el Templo de Jerusalén. Después que Jesús purificó el Templo expulsando a los mercaderes, “sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu casa me devorará” (Juan 2,17). Esta cita de Salmos 68,10 es aplicada por los discípulos al mismo Jesucristo.

¿Dios no quiere sacerdotes? ¿Jesús es un laico y quiere fundar un "pueblo de laicos"? Esto no es catolicismo y ni siquiera protestantismo, ya que también nuestros hermanos protestantes reconocen a Cristo como Sumo Sacerdote de la Iglesia, como lo expresa la Sagrada Escritura: “Por tanto, hermanos santos, partícipes de una vocación celestial, considerad al apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe, a Jesús” (Hebreos 3,1).

El Concilio Vaticano II enseña al respecto lo siguiente: “El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, es ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos” (Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, n. 28). El sacramento del Orden fue instituido por el mismo Jesús en la Última Cena, junto con el sacramento de la Eucaristía. El Nuevo Testamento da testimonio de cómo –pocos años después de Pentecostés- el ministerio ordenado tomó la forma de los tres órdenes o grados actualmente existentes: obispos, presbíteros y diáconos.

6. La consecuencia fue que no hubo reflexión sobre el contenido de la vida de Jesús a partir de los evangelios en la teología oficial.

¿Acaso no se reflexiona en la teología tradicional sobre los misterios de la vida de Jesús: su Nacimiento, su Bautismo, sus milagros, su predicación, su Transfiguración, su Última Cena, su Pasión, Muerte y Resurrección, etc., etc? Asombra la falta de honestidad o de rigor intelectual de ciertos críticos de la teología tradicional.

7. En realidad no existe la prudencia en sí, ni la fortaleza en sí, ni las demás virtudes en sí, si no son aplicadas en circunstancias muy determinadas.

¿Y quién dice que las virtudes existen por separado, en el mundo de las ideas? ¿Puede el P. Comblin citar un solo texto escolástico que diga algo tan completamente anti-escolástico? Por supuesto que la prudencia existe en el hombre prudente y se manifiesta en actos de prudencia. No hay prudencia en el hombre que siempre actúa en forma imprudente. Y lo mismo vale para las demás virtudes.

8. La teología escolástica ha eliminado la historia de la visión del cristianismo. Hizo del cristianismo una doctrina, un equivalente de la filosofía, que sigue las mismas normas de comprensión.

Es verdad que recién en el siglo XIX (con John Henry Newman) la teología comenzó a reflexionar sistemáticamente sobre la evolución (o, mejor dicho, el desarrollo) de la doctrina cristiana a lo largo del tiempo. Sin embargo esto no equivale a la afirmación del P. Comblin, por las siguientes razones:

i. La teología escolástica no ignoró la importancia de la historia: durante toda la Edad Media se reflexionó sobre “La ciudad de Dios”, obra de San Agustín que presenta una visión cristiana de la historia; y en el siglo XII las grandes controversias sobre la doctrina de Joaquín de Fiore trataron precisamente sobre la teología de la historia.
ii. El cristianismo incluye una doctrina desde su misma aparición, aunque dicha doctrina haya tenido naturalmente un desarrollo histórico.
iii. Ningún teólogo cristiano ha dicho jamás que el cristianismo sea sólo una doctrina, sin una moral y un culto; ni que la salvación se alcance por el mero conocimiento.
iv. La teología escolástica utiliza el auxilio de la filosofía, pero tiene un método propio, distinto del método filosófico.

9. En la escolástica también el cristianismo es presentado como una doctrina universal válida para todos en todos los tiempos, igual para todos.

Sospecho que aquí está la principal clave de interpretación del artículo considerado: el P. Comblin sostiene una forma de relativismo historicista y quiere que la Iglesia renuncie a la filosofía cristiana, que siempre ha afirmado la capacidad del hombre de llegar a conocer la verdad de lo real. No hay mejor forma de destruir la fe cristiana que renegar de esta filosofía realista, intrínsecamente ligada a esa fe.

El mismo Concilio Vaticano II nos recuerda que el cristianismo es la religión verdadera:
“Así, pues, profesa en primer término el sagrado Concilio que Dios mismo manifestó al género humano el camino por el cual los hombres, sirviéndole a Él, pueden salvarse y llegar a ser bienaventurados en Cristo. Creemos que esta única religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los hombres” (Declaración Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa, n. 1).
Por razones como ésta muchos “teólogos progresistas” que tanto usaron al Concilio Vaticano II en otros tiempos para sus intereses, hoy ya no saben más qué hacer con ese Concilio y prefieren desentenderse de él. Sería parte de un pasado que hay que superar...

Providencialmente leí el texto del P. Comblin el día de la fiesta de Jesucristo Rey del Universo. ¡Cómo contrastan en los oídos y en el alma el Evangelio de ese día y las palabras de Comblin!
· El reino predicado por Cristo sería un reino de este mundo, el reino de los pobres. ¡Qué huecas y vacías suenan estas promesas de mesianismo político ante la perspectiva cierta de la muerte! Pero Jesús nos dice: "Mi Reino no es de este mundo" (Juan 18,36).
· La escolástica habría cometido el error de presentar la doctrina cristiana como verdadera. Pero Jesús dice a Pilato: "Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz" (Juan 18,37). Y Pilato (con los antiguos escépticos y los modernos relativistas) pregunta, desganado: "¿Qué es la verdad?” (Juan 18,38).

Desestimemos a los falsos profetas y pongamos toda nuestra confianza en la Palabra de Dios hecha carne, Jesucristo, quien nos prometió entre otras cosas lo siguiente: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." (Mateo 24,35).

"Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?" (Lucas 18,8).

II. Información adicional.

A quien esté interesado en hacerse una idea más completa acerca del pensamiento del P. Comblin le recomendamos la lectura de la entrevista de Carlos Peresa y Evaristo Villar a José Comblin en la revista Exodo, disponible en:
http://www.comitesromero.org/prensa/EntrevistaComblin.html

De esa entrevista destacamos las siguientes preguntas (P) y respuestas (R):

P. Acabamos de terminar el I Foro Mundial de Teología y Liberación. ¿Qué valoración haces de esta forma de teología en la situación actual?
R. Hace 30 ó 40 años, cuando se fundó la Teología de la Liberación, la idea era suscitar todas las fuerzas del pueblo cristiano para entrar en el movimiento revolucionario, que existía en aquel tiempo. Desde entonces se han producido grandes transformaciones.

¡Es muy notable la sinceridad del viejo teólogo! Por fin uno de los principales responsables de aquellos hechos ya lejanos reconoce que el objetivo de las formas más difundidas e influyentes de la Teología de la Liberación no era de orden religioso, sino de orden político: lograr que el caballo de la Iglesia Católica tirara del carro de la Revolución marxista, que parecía tener buenas perspectivas de éxito en los años sesenta y setenta del siglo XX en América Latina.

P. Volviendo al viejo teólogo de la liberación, ¿cuál es tu mensaje central en el último libro «El Camino»?
R. El propósito del libro es separar claramente lo que es cristiano de lo que es religioso. «Lo cristiano» es el mensaje de Jesucristo, que no es religioso, no funda una nueva religión, no crea ninguna actividad religiosa, sino al revés, destruye toda la religión de su pueblo. Es cierto que la gente necesita religión, dar expresión pública a un sentimiento religioso, pero eso no es el cristianismo todavía. La Iglesia ha pasado a lo largo de la historia por varias fases: reintrodujo el Antiguo Testamento creando los sacerdotes y reinterpretando la Eucaristía como el sacrificio; después integró también gran parte del sistema romano, la religión pública al servicio del Estado y legitimadora del mismo; introdujo también buena parte de la religión de los pueblos germánicos, de los que cambió poca cosa. El programa del Papa Gregorio venía a recomendar a los misioneros, que mandaba a Inglaterra, la siguiente misión: «Ustedes irán a los santuarios de los paganos, sacarán los ídolos que veneran y en su lugar coloquen las imágenes de los santos». Y de hecho continuaron su religión tradicional con un revestimiento cristiano.
Durante siglos, desde la alta Edad Media, se hizo ese convenio, que naturalmente facilitó la conquista de los estados europeos. El episcopado cierra los ojos y le basta con que la gente vaya a misa, se bautice y reciba la señal exterior de la Iglesia; pero la religión, que se practica,
es la de los santos, una nueva expresión de sus espíritus tradicionales, y no el mensaje de Jesús. Eso no es el cristianismo.

Creo que estos últimos párrafos no necesitan mayores comentarios, dado que revelan con absoluta claridad que la teología del P. José Comblin no es católica.

A quien esté interesado en informarse acerca del Movimiento Internacional Somos Iglesia, le recomendamos la lectura del artículo “El Movimiento Internacional Somos Iglesia: Lobos disfrazados de ovejas”, de Magaly Llaguno, Directora Ejecutiva de Vida Humana Internacional, disponible en:
http://www.vidahumana.org/vidafam/anticath/resumen-somos-iglesia.html

Magaly Llaguno destaca que dicho movimiento es apoyado por el grupo pro-abortista “Católicas por el Derecho a Decidir” y que se manifiesta a favor de la legalización del aborto y del así llamado “matrimonio homosexual”.

Del artículo citado destacamos el siguiente párrafo:
“Los obispos españoles expresaron su oposición a la Corriente Somos Iglesia, mediante un comunicado de la Conferencia Episcopal Española, el 10 de julio del 2002. En él afirmaron que dicho grupo de disidentes "no es un grupo eclesial y no ha recibido ninguna aprobación ni reconocimiento canónico" y "propone afirmaciones y reinvindicaciones que se apartan claramente de las enseñanzas de la Iglesia Católica, hieren y van en detrimento de la comunión eclesial".”

Antes de concluir, deseo llamar la atención sobre el lema “Otra Iglesia es posible”, que figura al pie del artículo analizado. Este lema es utilizado por el Movimiento Internacional Somos Iglesia y alude obviamente al lema del Foro Social Mundial: “Otro mundo es posible”. Creo que, a la luz de lo expuesto aquí, resulta claro que el objetivo pretendido por este movimiento no es una Iglesia mejor, más santa o más fecunda, sino literalmente “otra Iglesia”, substancialmente distinta de la Iglesia Católica, en la que desde hace veinte siglos subsiste la única Iglesia de Cristo.

jueves, noviembre 30, 2006

¿Así habló Zarathustra? (Lic. Néstor Martínez)

En lo alto de la roca, Zarathustra (Z) estaba sentado con su discípulo (D). El águila y la tortuga habían salido a dar una vuelta.

Z – La moral es una invención de los débiles.
D - ¿Cómo dices, maestro?
Z - ¿Estás sordo? Dije que la moral es una invención de los débiles.
D – Ya veo, o mejor, ya oigo.
Z - ¿Y qué opinas al respecto?
D – Como opinar, nada. Tú eres el maestro, tú sabrás.
Z – Pero yo podría estar engañándote.
D - ¡Líbreme Dios de pensar cosa semejante! Es decir… perdón.
Z – No importa. Decía que yo podría estar engañándote.
D - ¿Por qué lo dices, maestro?
Z – Porque es evidente que a mí la moral me importa un comino.
D – Es cierto, no lo había pensado. ¿Cómo ha de importarte lo que sólo es un invento de los débiles?
Z - ¿Cómo sabes entonces si realmente pienso lo que digo?
D – Bueno, me parece que realmente no lo piensas.
Z - ¿Cómo te atreves a decir cosa semejante?
D – Es muy sencillo: si creyeses que la moral no existe, no me lo dirías.
Z - ¿Por qué no?
D – Porque así te sería más fácil engañarme.
Z – A ver cómo es eso.
D - ¿No es claro que sería mucho mejor que te presentaras como un maestro de moral y estuvieses todo el tiempo hablando de lo importante que es la moral? No deberías descubrir tu juego.
Z - ¿Y por qué habría de querer engañarte? Eso sería inmo… ah, ya veo. Vaya, y pensar que yo creía que eras tonto.
D – Gracias, maestro. Ninguna alabanza, aunque sea tuya, logrará quitarme esta actitud humilde que tengo naturalmente.
Z – Basta de bromas. Me parece que me atribuyes gratuitamente un amoralismo absoluto.
D – Por el contrario, ya te he dicho que no creo que seas amoralista en realidad.
Z – Dije que basta de bromas. En realidad, yo no estoy contra todos los valores.
D – Luego ¿no toda moral es un invento de los débiles?
Z – No, solamente la de los débiles.
D – Eso es lógico. Es decir, perdón otra vez.
Z – No importa, ya te dije. Los conceptos de “bien” y “mal” deben ser superados.
D - ¿Tal como los débiles los entienden, o en general?
Z - El bien no es realmente bueno.
D - ¿Es malo entonces?
Z – Ni una cosa ni la otra.
D – Ya veo. En realidad, no.
Z – Los fuertes son buenos, los débiles, malos.
D - ¿No será al revés, que ser bueno es ser fuerte, y ser malo, ser débil?
Z – Sí, también eso.
D – Pero entonces…
Z – No insistas con tu despreciable lógica.
D - Volvamos al comienzo: Los fuertes eran buenos, y los débiles, malos. O bien al revés, los buenos eran fuertes, y los malos, débiles.
Z – ¿No ves que es lo mismo?
D – Bien. O sea, que los buenos eran buenos, los malos, malos, los débiles, débiles, y los fuertes, fuertes.
Z – Ya he reconocido que eres gracioso, no hace falta que sigas. Lo normal, lo sano y natural (¡te prohíbo decir nada sobre esto!) era que ser fuerte fuese ser bueno, y viceversa, y lo mismo, ser malo y ser débil.
D – Estoy de acuerdo en que lo superior es superior a lo inferior, y que aunque no se llame a sí mismo “bueno”, ya lo es, pues es superior, o sea, mejor, o sea, más bueno.
Z - “Bueno” y “malo” tenían sentido cuando se aplicaban a los fuertes y a los débiles, respectivamente. Eso era sano, era normal, era natural.
D - ¿Luego existe lo sano, lo normal y lo natural? Perdón, ya sé: lógica.
Z – Pues que no vuelva a ocurrir. El hombre superior, noble, se vio como “bueno” frente a lo bajo, vulgar y plebeyo.
D - ¿Quiere decir que antes de eso ser superior podía ser inferior a ser inferior, o que lo alto podía ser más bajo que lo bajo?
Z – No entiendo.
D – Yo tampoco. Veamos: ¿a lo bajo y plebeyo se lo llamó “malo” porque se vio que era plebeyo, o porque se vio que era bajo e inferior a lo otro?
Z – Obviamente que por la segunda razón.
D – Pero “bajo” e “inferior” significan “menos bueno”. El concepto de “bueno” era entonces algo previamente dado, y entonces, el de “malo” también.
Z – No veo por qué el concepto de “malo” debía existir con anterioridad.
D – Porque si no fuese así, decir que lo plebeyo es “malo” sería simplemente decir que lo plebeyo es plebeyo, lo cual no agrega mucha información. Pero entonces, el bien y el mal no vienen ni de los guerreros ni de los débiles.
Z – Tú razonas así porque eres débil.
D - Pero además: ¿no era que el bien y el mal había que superarlos?
Z - Lógica despreciable. Los débiles falsificaron los valores.
D - ¿Los débiles son entonces creadores, igual que los fuertes?
Z – Pero los fuertes se dieron a sí mismos el derecho de crear valores.
D - ¿Qué hubiese pasado si no se lo hubiesen dado? ¿Lo hubiesen tenido igual? Además, ¿los débiles no se dieron a sí mismos ese mismo derecho?
Z – Pero una cosa son los valores que surgen de la fuerza y la plenitud, de la alegría y la felicidad, y otra, los que surgen de la venganza y el resentimiento, de la envidia y la tristeza.
D - Al parecer, los primeros tienen derecho a existir y a ser valores, los segundos, no.
Z – Claro.
D - ¿Ese derecho también se lo dieron a sí mismos los fuertes? ¿Porqué no pudieron dárselo entonces los débiles? ¿O es que es un derecho natural?
Z - ¿Y qué, si es natural?
D – Que no es creación de nadie, que hay entonces valores objetivos, y que precisamente en esto, tienen razón los débiles. En efecto, ¿de dónde sacaron los fuertes que la fuerza, la plenitud, etc., eran valores, si no son valores naturales? ¿Del mismo lugar de donde los débiles hubiesen podido sacar que la debilidad, el resentimiento, etc., son valores?
Z – Ya te dije que los valores de los débiles son falsos.
D – Luego, había valores verdaderos, antes.
Z – Claro que sí, los de los fuertes.
D - ¿Eran verdaderos porque eran de los fuertes, o por alguna otra razón?
Z – Eran verdaderos porque existían.
D - ¿Quiénes: los valores o los fuertes?
Z – Los fuertes. Los valores fueron creados por ellos.
D – Y también por los débiles.
Z – Pero los valores de los fuertes decían que era bueno ser fuerte, mientras que los de los débiles decían que era bueno ser débil.
D - ¿Y entonces?
Z – Que obviamente, lo bueno es ser fuerte, no ser débil.
D - ¿Quieres decir que es así para los fuertes o para los débiles?
Z – Quiero decir que es así absolutamente… Bueno, no en realidad, ya que todo es relativo. Pero es claro que es más fuerte ser fuerte que ser débil.
D – Sin duda, igual que es más débil ser débil que ser fuerte.
Z – Muy gracioso, ya te dije. Tú no has entendido nada. Es claro que lo bueno es ser fuerte, alegre, afirmativo. La creación de valores que procede de aquí es buena, es como debe ser. En cambio, ser débil, enfermizo, impotente, es malo. Y pretender que esas cosas son el bien, es la gran mentira.
D – Al menos es cierto que lo bueno es bueno, y lo malo, malo.
Z – ¡Gran descubrimiento!
D – Y que eso no hace falta crearlo.
Z - ¿Y con eso qué?
D – Tampoco hace falta decretar que lo fuerte sea bueno, y lo débil, malo.
Z - Sin duda.
D – Los fuertes, entonces, no crearon nada.
Z – Si así lo quieres, sea.
D – Los débiles sí fueron creativos, porque inventaron algo que no era.
Z - ¡Bonita creatividad!
D – En efecto, nada hay como la verdad y el bien objetivos. Pero ¿qué tenían de malo los fuertes para los débiles?
Z – Pues que usando de su fuerza, se aprovechaban de ellos, y ellos, impotentes, no podían reaccionar sino en la imaginación, creando falsos valores.
D - ¿Este aprovecharse de los débiles es también parte de ser fuerte, bello y feliz?
Z – Claro, así ocurre en toda la Naturaleza.
D – No necesariamente: en todas las especies las madres, por ejemplo, son más fuertes que sus hijos, y sin embargo, usan esa fuerza para ayudarlos, no para aprovecharse de ellos. Llegan hasta a dar la vida por sus hijos.
Z – Pero eso no tiene nada de moral: es el instinto el que las lleva a ello.
D – Creí que para ti lo bueno era precisamente lo instintivo.
Z – Y así es: a veces el instinto lleva a hacer bien a los débiles, a veces, a hacerles mal.
D – O sea que el bien a veces lleva al bien, y otras veces, al mal. En todo caso, hacer mal al débil no es esencial a la noción de “fuerte”.
Z – Está bien, si así lo quieres.
D – Pero entonces, los débiles no odiaban a los fuertes en tanto que fuertes, sino por otra razón.
Z – Odiaban algo que de hecho va siempre con la fuerza, porque es instintivo.
D - ¿También en el caso del ser dotado de razón? Los fuertes racionales pueden elegir si con su fuerza hacen bien o mal a los débiles.
Z – Ya lo ves, yo niego el libre albedrío. El fuerte es sólo su fuerza, y el débil, su debilidad.
D – Pero entonces, ya convenimos en que hacer mal al débil no iba necesariamente unido a la noción de “fuerza”, desde que ésta se puede usar también para hacerle bien.
Z – Digamos que es algo fortuito, que ocurre porque sí, sin razón. A veces se hace el mal, y a veces, el bien.
D – Concluimos, entonces, que los débiles no odiaban al fuerte en tanto que fuerte, ni tampoco, por tanto, a lo bueno en tanto que bueno. Hasta ahí no veo nada de malo.
Z - No olvides otra cosa: los fuertes son activos, los débiles, reactivos. Los fuertes definen valores a partir de sí mismos, de la aceptación de sí, de la afirmación; los débiles, a partir de los fuertes, del rechazo a éstos, de su negación. Ésa es la diferencia: los fuertes están por la vida, los débiles, por la venganza.
D – Y sin duda que estar por la vida y ser activo, afirmativo, es bueno; estar por la venganza, y ser reactivo, negativo, es malo.
Z - ¿Quién no lo ve?
D - Pero ¿quién dijo que es así? ¿Así lo han establecido los fuertes? ¿O se trata de un bien y un mal objetivos, como esos que dicen los débiles que hay?
Z - ¿Me dirás que no ves que lo afirmativo es bueno y lo negativo malo?
D – Pero si afirmamos el mal ¿eso es bueno? Y si negamos el mal ¿eso es malo? De todos modos, convenimos en que hay un bien y un mal objetivos. Pero ¿cómo el mal pudo ser más fuerte que el bien, sobre todo cuando ser bueno es ser fuerte? Porque los débiles finalmente dominaron a los fuertes. ¿Será que el mal es en realidad más bueno que el bien? Pero además: ¿qué tiene de bueno ser fuerte, si no sirve para nada?
Z – ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que ser fuerte no sirve para nada?
D - ¿De qué sirve, si cualquier débil puede venir y convencerte de que sus valores son los verdaderos, y de que ser débil es mejor que ser fuerte? Según tú, eso ocurrió cuando los cristianos convirtieron al cristianismo a las “nobles bestias rubias” venidas del Este de Europa. ¿No era de eso que te quejabas hace poco?
Z – Es verdad, pero es que para eso se valieron de la astucia y de cierta superioridad cultural.
D – Y ésas ¿son debilidades o fuerzas?
Z – Yo las contaría más bien entre las debilidades. La noble bestia rubia no necesita esas cosas.
D – Sin embargo, no le habrían venido mal, puesto que al final sucumbió por falta de ellas, precisamente. ¿O diremos entonces que la debilidad es más fuerte que la fuerza? ¿Y la superioridad una inferioridad?
Z - ¿Por qué no? Después de todo, la lógica también es un invento de los débiles.
D – Parece que los débiles han estado especialmente activos. ¡Qué suerte que no hayan sido fuertes! Entonces sí que nunca habríamos podido librarnos de ellos.
Z – Cuando yo hablo de “fuerza”, hablo solamente de fuerza física, o a lo sumo, afectiva. No incluyo allí la fuerza intelectual. Esa sin duda que la tuvieron los débiles: con ella dominaron injustamente a los fuertes.
D - ¿Esta fuerza intelectual los hacía fuertes o débiles?
Z – Puedes burlarte todo lo que quieras. Es claro que el intelecto no tiene músculos.
D – Y que los músculos no tienen inteligencia.
Z – Te estás olvidando de otro factor: la fuerza del resentimiento… Pero mejor cambiemos de tema…
D – Está bien, hagámoslo, ya que todo cambia.
Z – Lo que pasa es que el cristianismo adora la debilidad.
D - ¿Creen en el Dios Omniimpotente?
Z – Muy gracioso. La fuerza se la dan a Dios, la debilidad, al hombre.
D - ¿Y adoran a Dios o al hombre?
Z – Adoran al Dios hecho hombre. Así pueden adorar la debilidad.
D – Hubiese sido más sencillo adorar de entrada al hombre solo.
Z - ¿No ves que en la debilidad como tal, por sí sola, no hay nada que sea adorable?
D – Parece que también lo vieron los cristianos. Pero volviendo a lo anterior, parece que después de todo, los fuertes no eran lo mejor, no eran perfectos.
Z – En efecto, por eso yo espero al Superhombre.
D - ¿A qué hora dijo que vendría?
Z – Ni siquiera te diré que eres gracioso. ¿Acaso los cristianos no esperan a Jesucristo?
D – Es verdad, olvidé que comenzaste estudiando para predicador. Pero volviendo al superhombre, ¿él será mejor que el hombre fuerte?
Z – Sin comparación mejor. El hombre es algo que debe ser trascendido.
D - ¿Será más fuerte que el fuerte?
Z – No, porque ya vimos que la fuerza al final estaba del lado del débil. Digamos que será más “super” que el fuerte.
D – Si digo que ya veo, miento. ¿Será al menos más bueno que el fuerte?
Z – No será más bueno, sino mejor. Bueno, claro, es lo mismo. En realidad, estará más allá del bien y del mal, porque provocará la transmutación de los valores.
D - ¿Más allá del bien y del mal de los débiles, o en general?
Z – Más allá del bien y del mal sin más.
D – Luego, esos nuevos valores no serán ni buenos ni malos.
Z – Serán supervalores.
D – Ah.
Z – En realidad, él traerá un nuevo bien y un nuevo mal.
D – Un bien más bueno que el bien, y que estará más allá que el bien.
Z – Exacto.
D – O más malo que el bien.
Z – Es lo mismo.
D – En definitiva, más “super”.
Z – Sin duda.
D – Y más nuevo.
Z - Claro. Lo que pasa es que tú no entiendes que todo cambia.
D – Por el contrario, había llegado a entenderlo, pero luego cambié.
Z – Los conceptos son fijos, inmutables.
D – Luego, no todo cambia. Digo, al menos los conceptos no lo hacen.
Z - ¿Me dejarás continuar? No pueden apresar la realidad continuamente cambiante.
D - ¿Tampoco el concepto de “cambio” puede apresar realidad alguna?
Z – Pero es una realidad fluyente, móvil.
D – Apresada por un concepto inmutable. ¿Dejará el cambio de ser cambio alguna vez?
Z – No sé, no soy profeta.
D – Pero anuncias al Superhombre.
Z – La realidad es intrínsecamente contradictoria.
D – Sí lo es. No, no lo es.
Z – Muy gracioso. Para nada gracioso.
D – Para hablar así, mejor no decir nada. No es mejor.
Z – Tienes razón. No la tienes.

Aquí se cortó el diálogo, un poco porque el águila y la tortuga volvían de la panadería, y otro poco, porque ambos comprendieron que de ese modo no tenía sentido seguir hablando, ni mucho menos escribir libros. El sol se ponía en el horizonte, como siempre, y los fuertes y poderosos seguían gimiendo entre cadenas, ante la mirada burlona de los desalmados débiles e indefensos, que los oprimían cruelmente.

Z – Perdón, pero no puedo dejar las cosas así. Aquí se desfigura mi posición. Yo no estoy en contra del lenguaje sin más, sino del lenguaje conceptual.
D - ¿Tienes una idea de la cantidad de conceptos que has estado vertiendo desde que comenzamos hasta ahora?
Z – Pero han sido todos ellos conceptos metafóricos…
D - ¿Por ejemplo el concepto de “metáfora”?

Ahora sí, el sol se puso y ya está. “¡A dormir!”, dijeron el águila y la tortuga, y el maestro y el discípulo las obedecieron.

sábado, agosto 26, 2006

¿Sola Escritura?

Los principios fundamentales en los cuales se basó la Reforma protestante son dos: sola fide (sola fe) y sola Scriptura (sola Escritura):
· El principio protestante de la sola fe dice que el hombre no es justificado por la fe y las obras (como enseña la Iglesia católica), sino sólo por la fe.
· El principio protestante de la sola Escritura dice que la Divina Revelación no es transmitida por la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición (como enseña la Iglesia católica), sino sólo por la Sagrada Escritura.

Con ejemplos y argumentos tomados del estupendo libro Roma, dulce hogar de Scott y Kimberly Hahn, veremos que muchas doctrinas protestantes contradicen el principio protestante de la sola Escritura. Trataremos siete de estas doctrinas en el orden en que aparecen en esa narración del dramático camino de conversión al catolicismo del pastor y teólogo presbiteriano Scott Hahn y su esposa Kimberly.

1. El bautismo de los niños.

Dentro del protestantismo hay una fuerte corriente (cuyo origen histórico se encuentra en el movimiento anabaptista del siglo XVI) que niega la validez del bautismo de los niños.

A modo de introducción, diremos que Scott Hahn nació y fue criado en un hogar presbiteriano, pero la religión significó poco para él hasta que, durante su juventud, se convirtió gracias al testimonio de la organización protestante Young Life. Luego estudió teología en una universidad protestante, el Grove City College, donde conoció a Kimberly, con quien luego se casó. Escuchemos ahora cómo Scott Hahn llegó a descubrir que la doctrina de la invalidez del bautismo de los niños no es bíblica:

“En la residencia, algunos de mis amigos empezaron a hablar de ser “rebautizados”. Todos estábamos creciendo juntos en la fe y asistíamos a la congregación local. El ministro –un orador fantástico- estaba enseñando que aquellos que fuimos bautizados de niños nunca fuimos verdaderamente bautizados, y mis amigos parecían seguirle en todo cuanto decía. Al día siguiente nos reunimos para acordar la fecha en que nos “sumergiríamos de verdad”. Pero antes yo les di mi opinión:
-¿No creéis que deberíamos estudiar la Biblia nosotros mismos para asegurarnos de que él está en lo cierto?
Parecía que no me escuchaban.
-¿Cuál es el problema con lo que dice el ministro, Scott? Después de todo, ¿te acuerdas de tu Bautismo? ¿De qué les vale el Bautismo a los bebés si aún no pueden creer?
Yo no estaba seguro, pero sabía que la respuesta no era jugar a “seguir al líder” y basar las creencias sólo en sentimientos, como parecían hacer ellos. De modo que les dije:
-No sé lo que haréis vosotros, pero yo voy a estudiar la Biblia detenidamente antes de lanzarme a bautizarme de nuevo.
A la semana siguiente, ellos se “rebautizaron”. Mientras tanto, yo fui a ver a uno de mis profesores de Biblia y le expliqué lo que estaba sucediendo, pero no quiso darme su opinión. En cambio, me instó a que estudiara el tema más a fondo:
-Scott, ¿por qué no tratas el tema del bautismo de los niños en tu trabajo de investigación escrito?
Me vi en un aprieto. Para ser honesto, no quería estudiar el tema tan a fondo, pero supongo que el Señor sabía que necesitaba un pequeño empujón. Así que durante los meses siguientes leí todo lo que pude encontrar al respecto.
Por aquel entonces, ya había leído la Biblia tres o cuatro veces y estaba convencido de que la clave para comprenderla era el concepto de Alianza. Está en cada página y Dios establece una en cada época. Estudiar la Alianza me dejó clara una cuestión: durante dos mil años, desde el tiempo de Abraham hasta la venida de Cristo, Dios había mostrado a su pueblo que quería que los niños estuvieran en alianza con Él. El modo era sencillo: bastaba darles el signo de la alianza.
En el Antiguo Testamento el signo de entrada a la alianza con Dios era la circuncisión. En el Nuevo Testamento, Cristo había sustituido ese signo por el Bautismo. Pero en ningún sitio leí que Cristo dijera que los niños debían ser excluidos de la alianza; de hecho, le encontré diciendo prácticamente lo contrario: “Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de [los que son como] ellos es el reino de los cielos” (Mt 19, 14).
También hallé a los Apóstoles imitándole. Por ejemplo, en Pentecostés, cuando Pedro acabó su primer sermón, llamó a todos a aceptar a Cristo, entrando en la Nueva Alianza: “Arrepentíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es esta promesa y para vuestros hijos…” (Hch 2, 38-39).
En otras palabras, Dios quería que los niños estuvieran en alianza con Él y puesto que en el Nuevo Testamento sólo figura el bautismo como signo para entrar en la Nueva Alianza, ¿por qué no debían ser bautizados los niños de los creyentes? No era, pues, de extrañar –como descubrí en mi investigación- que la Iglesia practicase el bautismo de los niños desde que fue instituida.
Mostré a mis amigos los resultados de mi investigación bíblica, pero no quisieron escucharme y mucho menos discutirlo. De hecho, percibí que el solo hecho de que yo estudiara el tema no les había gustado nada.
Ese día hice dos descubrimientos: Por un lado, comprobé que muchos de los llamados “cristianos de la Biblia” prefieren basar sus creencias en sentimientos, sin rezar ni leer detenidamente la Escritura. Por otro lado, descubrí también que la alianza era verdaderamente la clave para comprender toda la Biblia.”
(Scott y Kimberly Hahn, Roma, dulce hogar. Nuestro camino al catolicismo, Ediciones Rialp, Madrid 2001, pp. 30-32).

2. La anticoncepción.

En la actualidad todas las denominaciones protestantes admiten la anticoncepción.

Escuchemos el testimonio de Kimberly Hahn al respecto:

“Como protestante, no conocía a nadie que no practicara el control de la natalidad. Había sido orientada e inducida a practicarlo como parte de un comportamiento cristiano razonable y responsable. En los cursos de orientación prematrimonial no nos preguntaban si íbamos a utilizarlo o no, sino qué método pensábamos emplear.” (Ídem, pp. 49-50).

Cuando Kimberly estudió el tema a fondo, descubrió que la doctrina moral protestante sobre la anticoncepción no tiene ningún fundamento válido en la Biblia. Veamos qué sucedió cuando Scott se interesó acerca de ese trabajo académico de su esposa:

“le pregunté qué era eso tan interesante que había descubierto sobre la anticoncepción. Me dijo que hasta 1930 la postura de todas las iglesias respecto a este tema había sido unánime; la anticoncepción era moralmente mala en cualquier circunstancia.
Mi argumento fue:
-Tal vez les llevó todo ese tiempo desprenderse de los últimos vestigios del catolicismo.
Kimberly avanzó un poco más:
-Pero ¿sabes qué razones dan ellos para oponerse al control de la natalidad? Tienen argumentos de más peso de lo que tú crees.
Tuve que admitir que no conocía sus razones. Kimberly me preguntó si estaba dispuesto a leer un libro sobre el tema y me dio El control de la natalidad y la alianza matrimonial, de John Kippley
[…] Mi especialidad era la teología de la alianza y creía tener todos los libros en los que figuraba la palabra “alianza” en su portada; así que el hecho de descubrir uno que no conocía picó mi curiosidad.
Lo vi y pensé: “¿Editorial Litúrgica? ¡Este tipo es un católico! ¡Un papista! ¿Qué hace plagiando la noción protestante de la alianza?” Sentí aún más curiosidad por saber lo que decía. Me senté a leer el libro y, al cabo de un rato, empecé a pensar: “Algo está mal aquí. No puede ser… ¡Lo que dice este hombre es muy sensato!” Estaba demostrando cómo el matrimonio no es un mero contrato que implica un intercambio de bienes y servicios. El matrimonio es una alianza que lleva consigo una interrelación de personas. La tesis principal de Kippley era que toda alianza tiene un acto por el cual se lleva a cabo y se renueva; y que el acto sexual de los cónyuges es un acto de alianza. Cuando la alianza matrimonial se renueva, Dios la utiliza para dar vida. Renovar la alianza matrimonial y usar anticonceptivos equivalía a recibir la Eucaristía para luego escupirla en el suelo.
[…]
Comencé a comprender que cada vez que Kimberley y yo realizábamos el acto conyugal, realizábamos algo sagrado; y que cada vez que frustrábamos con los anticonceptivos el poder de dar vida del amor, hacíamos una profanación […]
La Iglesia católica romana era la única iglesia cristiana en todo el mundo que tenía el valor y la integridad para enseñar esta verdad tan impopular. Yo no sabía qué pensar, así que recurrí a un viejo dicho de familia: “Hasta un cerdo ciego puede encontrar una bellota”. Es decir, después de dos mil años, hasta la Iglesia católica por fin daba en el clavo en algo.
Católica o no, era verdad; así que Kimberley y yo nos deshicimos de los anticonceptivos que estábamos usando y empezamos a confiar en el Señor de un modo nuevo en lo que concernía a nuestro proyecto familiar.”
(Ídem, pp. 42-44).

3. “Sola fe”.

Tiempo después, Scott Hahn realizó otro importante descubrimiento:

“descubrí que en ningún lugar enseñó San Pablo que nos salvamos sólo por la fe. El “por la sola fe” (sola fide) no estaba en la Escritura. […]
Para muchos, este hecho no parecería capaz de provocar una gran crisis, pero para alguien empapado de protestantismo y convencido de que el cristianismo dependía de la doctrina de sólo por la fe (sola fide), esto significaba que el mundo se venía abajo.
Recordaba lo que uno de mis teólogos favoritos, el Dr. Gerstner, había dicho una vez en clase: que si los protestantes estaban errados en lo de sola fide y la Iglesia católica tenía razón al sostener que nos salvamos por la fe y las obras, “yo estaría mañana mismo de rodillas delante del Vaticano para hacer penitencia”.
[…]
En efecto, toda la Reforma protestante nacía de esa diferencia. Lutero y Calvino habían afirmado frecuentemente que éste era el artículo sobre el cual la Iglesia de Roma se levantaba o se caía; para ellos, ése era el motivo por el cual la Iglesia católica había caído y el protestantismo se levantó de sus cenizas. Sola fide fue el principio esencial de la Reforma y yo estaba llegando ahora al convencimiento de que San Pablo nunca lo enseñó.
En la Carta de Santiago 2, 24, la Biblia enseña que “el hombre se justifica por las obras, y no sólo por la fe”. Además, San Pablo dice en I Corintios 13, 2: “Aunque tenga una fe capaz de mover montañas, si no tengo caridad, no soy nada”.
Para mí supuso una transformación traumática tener que reconocer que en este punto Lutero estaba fundamentalmente equivocado.”
(Ídem, pp. 46-48).

Acerca de este punto, Kimberley añade lo siguiente:

“Poco a poco llegamos a convencernos de que Martín Lutero había dejado que sus convicciones teológicas personales contradijeran la propia Biblia, a la cual supuestamente había decidido obedecer en lugar de a la Iglesia católica. Él había declarado que la persona no se justifica por la fe obrando en el amor, sino sólo por la fe. Llegó incluso a añadir la palabra “solamente” después de la palabra “justificado” en su traducción alemana de Romanos 3, 28 y llamó a la Carta de Santiago “epístola falsificada” porque Santiago dice explícitamente: “Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe”.
De nuevo, y por mucho que nos extrañara, la Iglesia católica tenía razón en un punto fundamental de la doctrina”
(Ídem, p. 57).

4. La Eucaristía.

Acerca del sacramento de la Eucaristía, Martín Lutero rechazó el dogma católico de la transubstanciación y enseñó la doctrina de la consubstianciación. No obstante, la mayoría de los protestantes actuales niega la presencia real de Cristo en la Eucaristía, contradiciendo la enseñanza explícita de la Biblia.

Veamos qué sucedió cuando el pastor Scott Hahn estudió a fondo el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm sobre el pan de vida:

“me habían contratado como formador a tiempo parcial en el seminario presbiteriano local. El tema de mi primera clase era el Evangelio de San Juan, sobre el cual estaba predicando también una serie de sermones en la iglesia. […] Cuando llegué al capítulo sexto en mi preparación tuve que dedicar semanas de cuidadosa investigación a los siguientes versículos (Jn 6, 52-68): […]
Inmediatamente empecé a cuestionar lo que mis profesores me habían enseñado, y lo que yo mismo estaba predicando a mi congregación, acerca de la Eucaristía como un mero símbolo –un profundo símbolo, es cierto, pero sólo un símbolo-. Después de mucha oración y mucho estudio, vine a darme cuenta de que Jesús no podía hablar simbólicamente cuando nos invitó a comer su carne y beber su sangre; los judíos que le escuchaban no se hubieran ofendido ni escandalizado por un mero símbolo. Además, si ellos hubieran malinterpretado a Jesús tomando sus palabras de forma literal –mientras Él sólo hablaba en sentido metafórico-, le hubiera sido fácil al Señor aclarar ese punto. De hecho, ya que muchos de sus discípulos dejaron de seguirle por causa de esta enseñanza (vers. 60), Jesús hubiera estado moralmente obligado a explicar que sólo hablaba simbólicamente.
Pero Él no lo dijo. Y ningún cristiano, a lo largo de más de mil años, negó la Presencia real de Cristo en la Eucaristía. Eso estaba bien claro.
Así que hice lo que cualquier pastor o profesor de seminario hubiera hecho si quería conservar su trabajo: terminé lo antes que pude mis sermones sobre el Evangelio de San Juan al final del capítulo cinco y prácticamente me salté el seis en mis clases.”
(Ídem, pp. 65-66).

5. “Sola Escritura”.

Tiempo después, un alumno hizo al profesor Scott Hahn una pregunta embarazosa que él nunca había escuchado: ¿dónde enseña la Biblia que la Escritura es nuestra única autoridad en materia de fe? Scott dio una respuesta débil que no dejó satisfecho al alumno y luego cambió de tema. Veamos lo que sucedió luego:

“Mientras volvía a casa aquella noche, miré las estrellas y murmuré: “Señor, ¿qué está pasando? ¿Dónde enseña la Escritura sola Scriptura?”
Eran dos las columnas sobre las que sus protestantes basaban su revolución contra Roma. Una ya había caído y la otra se estaba tambaleando. Sentí miedo.
Estudié durante toda la semana sin llegar a ninguna conclusión. Llamé incluso a varios amigos, pero no hice ningún progreso. Finalmente hablé con dos de los mejores teólogos de América y también con algunos de mis ex profesores. Todos aquellos a los que consultaba se sorprendían de que yo les hiciera esa pregunta y se sentían aún más trastornados cuando yo no quedaba satisfecho con sus respuestas. A un profesor le dije:
-Tal vez sufro de amnesia, pero he olvidado las simples razones por las que los protestantes creemos que la Biblia es nuestra única autoridad.
-Scott, qué pregunta tan tonta.
-Pues déme una respuesta tonta.
-Scott –replicó-, en realidad tú no puedes demostrar la doctrina de sola scriptura con la Escritura. La Biblia no enseña explícitamente que ella sea la única autoridad para los cristianos. En otras palabras, Scott, sola scriptura es en esencia la creencia histórica de los reformadores, frente a la pretensión católica de que la autoridad está en la Escritura y, además, en la Iglesia y la Tradición. Para nosotros, por tanto, ésta es sólo una presuposición teológica, nuestro punto de partida, más que una conclusión demostrada.
[…]
-Scott, mira lo que enseña la Iglesia católica. Es obvio que la Tradición está equivocada.
-Obviamente está equivocada –asentí-. Pero ¿dónde se condena el concepto de Tradición? Y por otro lado, ¿qué quiso decir Pablo cuando pedía a los Tesalonicenses que se ajustaran a la Tradición tanto escrita como oral? –seguí presionando-. ¿No es irónico? Nosotros insistimos en que los cristianos sólo pueden creer lo que la Biblia enseña; pero la propia Biblia no enseña que ella sea nuestra única autoridad.”
(Ídem, pp. 69-70).

6. El canon de la Biblia.

Durante su investigación acerca del principio de sola Scriptura, Scott Hahn percibió otras dos gravísimas debilidades de la doctrina protestante: se trata del problema del canon de la Biblia y del problema de la interpretación auténtica de la Biblia. Los consideraremos en ese orden.

El principio protestante de sola Scriptura no está en la Escritura, pero podría haberlo estado si Dios lo hubiera querido así. El problema del canon bíblico, en cambio, es metafísicamente insoluble desde el punto de vista protestante.

Citaremos a continuación parte del diálogo de Scott Hahn con uno de los teólogos protestantes que consultó en su intento de resolver sus dudas:

Un día me invitó a ir con él a un encuentro con uno de nuestros más brillantes maestros, el doctor John Gerstner, un teólogo calvinista formado en Harvard y de fuertes convicciones anti-católicas. […]
-¿cómo podemos estar seguros de que los veintisiete libros del Nuevo Testamento son en sí mismos la infalible palabra de Dios si fueron falibles Papas y falibles concilios los que nos dieron la lista?
Nunca olvidaré su respuesta:
-Scott, eso sencillamente significa que todo lo que podemos tener es una falible colección de documentos infalibles.
-¿Es eso realmente lo mejor que el cristianismo protestante histórico puede aportar?
-Sí, Scott, todo lo que podemos hacer son juicios probables basados en la evidencia histórica. No tenemos ninguna otra autoridad infalible más que la Escritura.
-Pero, doctor Gerstner, ¿cómo puedo yo saber que realmente es la palabra de Dios infalible la que estoy leyendo cuando abro a Mateo o a Romanos o a Gálatas?
-Como te he dicho, Scott, todo lo que tenemos es una colección falible de documentos infalibles.
De nuevo me sentí muy disconforme con sus respuestas, a pesar de que sabía que él estaba presentando con toda honestidad las tesis protestantes. Mi única respuesta fue:
-Entonces, si las cosas son así, doctor Gerstner, creo que debemos tener la Biblia y la Iglesia. ¡O las dos o ninguna!”
(Ídem, pp. 86 y 92).

La simple evidencia histórica es incapaz por sí misma de garantizar la verdad de una doctrina de fe sobrenatural: que determinados escritos transmiten sin error la Palabra de Dios revelada por Cristo.

7. El “libre examen” de la Biblia.

Según la doctrina católica, el cristiano debe interpretar la Biblia en sintonía con la Tradición de la Iglesia y bajo la guía de su Magisterio.

Según la doctrina protestante, cada cristiano debe interpretar la Biblia contando para ello con la asistencia del Espíritu Santo. Ésta es la doctrina conocida como “libre examen”.

Veamos ahora otra parte del diálogo de Scott Hahn con el Dr. John Gerstner, a quien Scott estaba consultando (como último recurso) en busca de ayuda para resolver sus serias dudas teológicas:

“-Scott, si estás de acuerdo en que ahora poseemos la inspirada e inerrante Palabra de Dios en la Escritura, ¿qué más necesitamos entonces?
Le contesté:
-[…] Desde la época de la Reforma, han ido surgiendo más de veinticinco mil diferentes denominaciones protestantes y los expertos dicen que en la actualidad nacen cinco nuevas a la semana. Cada una de ellas asegura seguir al Espíritu Santo y el pleno sentido de la Escritura. Dios sabe que necesitamos mucho más que eso.
Lo que quiero decir, doctor Gerstner, es que cuando los fundadores de nuestra nación nos dieron la Constitución, no se contentaron sólo con eso. ¿Se imagina lo que tendríamos hoy si lo único que nos hubieran dejado fuera un documento, por muy bueno que sea, junto con la recomendación “Que el espíritu de George Washington guíe a cada ciudadano”? Tendríamos una anarquía, que es precisamente lo que los protestantes tenemos en lo que se refiere a la unidad de la Iglesia… En lugar de eso, nuestros padres fundadores nos dieron algo más que la Constitución; nos dieron un gobierno formado por un presidente, un congreso y una corte suprema, todos ellos necesarios para aplicar e interpretar la Constitución. Y si eso es necesario para gobernar un país como el nuestro, ¿qué será necesario para gobernar una Iglesia que abarca el mundo entero?
Por eso, doctor Gerstner, yo estoy empezando a creer que Cristo no nos dejó sólo con su Espíritu y un libro. Es más, en ninguna parte del Evangelio dice nada a los apóstoles acerca de escribir y apenas la mitad de ellos escribieron libros que fueran incluidos en el Nuevo Testamento. Lo que Cristo sí le dijo a Pedro fue: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Por eso me parece más lógico que Jesús nos haya dejado su Iglesia, constituida por el Papa, los obispos y los Concilios, todos ellos necesarios para aplicar e interpretar la Escritura.”
(Ídem, pp. 89-90).

Scott Hahn fue recibido en la Iglesia católica en la Vigilia Pascual de 1986.

Kimberly Hahn fue recibida en la Iglesia católica en la Vigilia Pascual de 1990.

martes, agosto 22, 2006

Cuatro objeciones contra la inspiración bíblica

Presentaremos y refutaremos sucesivamente cuatro objeciones corrientes contra la inspiración bíblica.

1. La objeción acerca de la veracidad de la Biblia.

Los críticos anticristianos manejan una gran cantidad de objeciones contra la veracidad de la Biblia. Responder detalladamente cada una de sus objeciones sería casi imposible, porque requeriría demasiado espacio y tiempo. Sin embargo, es posible refutar globalmente la gran mayoría de estas objeciones, concretamente las objeciones que no toman en cuenta la finalidad religiosa de la Biblia, ni sus géneros literarios, ni su contexto histórico y cultural.

Las objeciones mencionadas se inscriben típicamente dentro de un conjunto de problemas bien conocido, que dio en llamarse “la cuestión bíblica” y fue muy debatido entre los estudiosos de la Biblia desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XX. Después de un tiempo de maduración, los principios generales de la solución de la cuestión bíblica fueron aceptados oficialmente por la Iglesia católica en 1943, por medio de la encíclica Divino Afflante Spiritu del Papa Pío XII. De modo que lo menos que puede decirse de estas objeciones anticristianas es que están bastante pasadas de moda.

La gran mayoría de los argumentos contrarios a la veracidad de la Biblia pueden ser esquematizados así en forma de silogismo:

· Premisa mayor: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces no puede enseñar ningún error.
· Premisa menor: Pero la Biblia contiene muchos textos que enseñan cosas contradictorias entre sí o con verdades demostradas por las ciencias naturales o históricas.
· Conclusión: Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.

La premisa mayor es verdadera, pero la premisa menor es falsa; por lo tanto, la conclusión es inválida.

Analicemos más de cerca la premisa menor. Ella supone implícitamente una interpretación fundamentalista de la Biblia, es decir algo muy diferente de la interpretación católica de la Biblia. El fundamentalismo (propio de muchas comunidades eclesiales de origen protestante y de algunos grupos semicristianos) rechaza el estudio histórico-crítico de la Biblia y da a la Sagrada Escritura una interpretación simplista y superficial, atada al sentido aparente de los textos. La exégesis católica, en cambio, utiliza la fe y la razón, los resultados del estudio científico de la Biblia iluminados por la fe cristiana.

Ilustremos esto con un ejemplo. El capítulo 1 del Génesis relata la creación del universo por obra de Dios. Según este relato, Dios empleó seis días para crear todo lo visible y lo invisible; en el sexto día Dios creó al ser humano y en el séptimo día descansó. Una interpretación fundamentalista de este capítulo lleva a rechazar todos los descubrimientos científicos que suponen una evolución cósmica y biológica de miles de millones de años previa a la aparición del hombre sobre la Tierra. La interpretación católica, en cambio, se basa en los siguientes dos principios:

· "Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se sigue que los Libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra." (Concilio Vaticano II, constitución dogmática Dei Verbum, n. 11).
· "El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios propios de su época." (Concilio Vaticano II, constitución dogmática Dei Verbum, n. 12).

Vale decir que la interpretación católica de la Biblia distingue la verdad salvífica transmitida por la Biblia del "ropaje literario" utilizado como medio de transmisión de dicha verdad. En el ejemplo citado, es claro que las verdades salvíficas que Dios nos transmite por medio de Génesis 1 son cosas muy diferentes de una cosmología arcaica; o sea, Génesis 1 nos transmite verdades tales como las siguientes:

· Todo lo que existe ha sido creado por Dios.
· Todo lo que Dios ha creado es bueno.
· El ser humano es la cumbre del universo material.
· El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios.
· etc.

La necesidad de tomar en cuenta el género literario de un texto para darle una interpretación racional es muy clara. No se puede interpretar una narración épica del mismo modo que un poema, un drama o un ensayo filosófico. Es obvio que sería absurdo rechazar la verdad de la parábola del hijo pródigo con base en que históricamente no existió aquel "padre que tenía dos hijos". Este error es semejante al cometido en la clase de argumentos críticos que estamos comentando.

Es muy importante comprender bien el sentido de la doctrina católica sobre la inerrancia de la Biblia. La Iglesia católica cree que la Biblia enseña sin error la verdad que Dios quiso transmitirnos (a nosotros los hombres) para nuestra salvación. Por lo tanto estamos tratando en principio acerca de verdades religioso-salvíficas, no de verdades científicas. La lectura de la Biblia permite conocer la cosmología de los antiguos hebreos, pero también permite conocer algo infinitamente más importante: la verdad sobre Dios y la verdad última sobre el hombre, sobre su origen, su fundamento, su vocación y su destino.

La Biblia no es un manual de ciencia y ni siquiera, hablando estrictamente, un libro de historia, sino un libro que nos transmite verdades religiosas importantes para nuestra salvación por medio de géneros literarios propios de una cultura de la Antigüedad. Muchas veces la Biblia nos transmite su mensaje de salvación por medio de la narración de una historia, pero se trata entonces de una "historia teológica", o más bien de una "teología histórica", un descubrimiento profético de la Palabra de Dios a través de los sucesos históricos.

Como escribió San Agustín a principios del siglo V, "la Biblia no enseña cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo". Si los críticos quieren emitir un juicio sobre la veracidad de la Biblia, deben elevar su mirada y apuntar al verdadero objeto de la enseñanza bíblica, una verdad propiamente religiosa.

Al leer la Biblia desde esta perspectiva (la única correcta) se desvanece la falsa impresión de que la Biblia enseña cosas contradictorias. Las afirmaciones aparentemente contradictorias (referidas a cuestiones científicas, históricas etc.) son medios literarios que los autores sagrados utilizan para transmitir verdades religiosas que son siempre verdaderas y coherentes entre sí.

2. La objeción acerca de la autoría humana de la Biblia.

Esta objeción tiene la siguiente forma:

· Premisa mayor: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces no puede tener autores humanos.
· Premisa menor: Pero la Biblia tiene autores humanos (como se demuestra por ejemplo por medio de las influencias de los mitos babilónicos en los relatos bíblicos de la creación y el diluvio). · Conclusión: Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.

La premisa mayor es falsa; por lo tanto, a pesar de que la premisa menor sea verdadera, la conclusión es inválida.

La Biblia es un conjunto de libros escritos por autores humanos inspirados por Dios. Dios es el autor principal de la Biblia; no obstante, los hagiógrafos o escritores sagrados, aunque escribieron todo y sólo lo que Dios quiso que escribieran, son también verdaderos autores.

Los cristianos no creemos que nuestra Sagrada Escritura haya sido escrita en el cielo, como lo creen los musulmanes respecto del Corán y los mormones respecto del Libro del Mormón. Tampoco imaginamos la inspiración bíblica como una especie de trance espiritista. Si bien Dios es la causa principal de la Biblia y los hagiógrafos son sus causas instrumentales, éstos no fueron utilizados por Dios del mismo modo que un músico usa su instrumento musical. Los hagiógrafos obraron como instrumentos de Dios, pero conscientes y libres. Cada autor sagrado escribió siguiendo un plan determinado, conforme a su propio estilo de pensamiento y de escritura, utilizando unos géneros literarios escogidos por él dentro del marco de la cultura de su época y de su ambiente. La inspiración bíblica consiste en que el Espíritu Santo iluminó las mentes de los hagiógrafos y los asistió para que transmitieran por escrito y sin error la Divina Revelación. Ni siquiera es necesario que los autores sagrados fueran siempre conscientes de esta inspiración divina mientras escribían la Biblia.

3. La objeción acerca de la santidad de la Biblia.

Esta objeción tiene la siguiente forma:

· Premisa mayor: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces no puede aprobar el pecado.
· Premisa menor: Pero la Biblia aprueba el pecado (como por ejemplo en el relato del incesto de las dos hijas de Lot, en Génesis 19).
· Conclusión: Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.

La premisa mayor es verdadera, pero la premisa menor es falsa; por lo tanto, la conclusión es inválida.

La falsedad de la premisa menor es evidente. El hecho de que la Biblia narre un pecado no implica que lo apruebe. A lo largo de toda la Biblia se advierte claramente un rechazo radical del pecado. Esto no es obstáculo para reconocer que la revelación bíblica fue gradual, particularmente en lo que se refiere a la doctrina moral del Antiguo Testamento.

4. La objeción acerca de la historicidad de los Evangelios.

Esta objeción tiene la siguiente forma:

· Premisa mayor: Si la Biblia es Palabra de Dios, entonces los Evangelios deben ser biografías exactas de Jesús.
· Premisa menor: Pero los Evangelios no son biografías exactas de Jesús (como se demuestra por ejemplo por medio de las diferencias entre los relatos evangélicos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús).
· Conclusión: Por lo tanto, la Biblia no es Palabra de Dios.

La premisa mayor es falsa; por lo tanto, a pesar de que la premisa menor es verdadera, la conclusión es inválida.

La Iglesia católica ha afirmado siempre con firmeza la historicidad de los Evangelios. Sin embargo, esto no equivale a afirmar que los Evangelios son biografías exactas de Jesús en el sentido moderno de esta expresión. Conocer la crónica periodísticamente completa y exacta de la vida y las obras de Jesús de Nazaret no es necesario para nuestra salvación. Por eso no debe preocuparnos el hecho de que los Evangelios no nos permitan reconstruir con plena certeza la cronología y la topografía de las andanzas de Jesús.

Los Evangelios narran la historia de una persona determinada en un lugar y una época determinados. La concordancia de las narraciones evangélicas con la geografía, la historia, la lengua y la cultura de la Palestina de comienzos del siglo I es tan perfecta y completa que sitúa a los Evangelios a una distancia abismal de cualquier mitología. Aunque a veces no podamos saber con total seguridad si unas palabras determinadas son las mismísimas palabras originarias de Jesús, los Evangelios nos transmiten la doctrina de Jesús sin deformaciones. La imagen que nos ofrecen de Jesús es la de un personaje singularísimo, inmediatamente reconocible.

Los Evangelios nos ofrecen un testimonio de fe sobre Jesús de Nazaret. Fueron escritos por cristianos con la intención de transmitir a otros el Evangelio o Buena Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios. Pero esto no quita valor histórico a dicho testimonio. Los Evangelios en general y los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo en particular deben ser considerados testimonios sustancialmente fidedignos desde el punto de vista histórico. Esto se puede demostrar aplicándoles los mismos criterios de historicidad que son utilizados para juzgar los documentos de la historia profana.

miércoles, marzo 22, 2006

Revista "Fe y Razón"

El día 5/03/2006 publicamos el primer número de la revista virtual "Fe y Razón", como una extensión del sitio web homónimo ( www.feyrazon.org ). El objetivo de la revista, como el del sitio, es contribuir a la evangelización de la cultura en fidelidad al Magisterio de la Iglesia Católica. Esperamos que la revista sirva para acercar a "Fe y Razón" a más lectores.

Al Equipo de Dirección de la revista, integrado por los tres fundadores de "Fe y Razón", se ha unido un amplio grupo de destacados colaboradores.

La revista será publicada con una periodicidad mensual. La suscripción es totalmente gratuita. Para suscribirse, por favor visite la portada de "Fe y Razón", entre a la sección "Revista Virtual" y siga las instrucciones. Recibirá la revista por correo electrónico.

Los números ya publicados de la revista serán almacenados en un blog, cuya dirección es: www.revistafeyrazon.blogspot.com . Allí se encuentra ya el Nº 1 . El Nº 2 será publicado dentro de pocos días.

Verdades de Fe

El día 7/03/2006 inauguramos el programa radial "Verdades de Fe", dedicado a presentar y explicar la doctrina de la fe católica. El programa se transmite en Radio María Uruguay por FM desde Florida y Melo (y próximamente desde San José y Tacuarembó) y por Internet en www.radiomaria.org.uy .

Las versiones textuales del programa serán publicadas en un blog, cuya dirección es www.verdadesdefe.blogspot.com . Allí se encuentran ya los textos de los ocho primeros programas.

Radio María es una cadena internacional de radios católicas, fundada primeramente en Italia y extendida luego a unos 30 países. Está presente en Uruguay desde 2005. Su programación es 100% confesional y no tiene publicidad, manteniéndose gracias a las donaciones de sus oyentes.