miércoles, octubre 29, 2008

Las primeras cien entradas de este blog

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Dado que ésta es la entrada número 100 de Meditaciones Cristianas, me permito por esta vez un escrito más personal.

Después de nueve años (1990-1998) de estudios académicos de teología y ciencias religiosas, en 1999, junto con dos amigos (Lic. Néstor Martínez y Diác. Jorge Novoa) fui co-fundador del sitio web de teología y filosofía Fe y Razón, para tratar de contribuir a la evangelización de la cultura en fidelidad al Magisterio de la Iglesia Católica. Gracias a Dios, Fe y Razón creció rápidamente en contenidos y en visitas, al punto que en 2003 una encuesta de Catholic.net lo incluyó dentro del grupo de los doce portales católicos favoritos del mundo de habla hispana. Hoy Fe y Razón tiene más de 500 artículos y un promedio de unas 1.000 visitas por día.

En 2004, en busca de un medio de comunicación más ágil y personal, sin dejar de lado Fe y Razón, aprovechando el auge de los blogs, creé Meditaciones Cristianas. Años después creé varios blogs más, entre los cuales se destaca Verdades de Fe, donde fui recogiendo las versiones textuales del programa radial homónimo que conduje en Radio María Uruguay en 2006 y 2007.

Reconozco que, durante los tres primeros años de existencia de mi primer blog (Meditaciones Cristianas), no lo usé mucho; pero este año me lo tomé más en serio, por lo cual casi la mitad de las 100 entradas fueron publicadas en 2008. Esto ha traído como consecuencia un aumento de la cantidad de visitas, que en los últimos meses promediaron las 50 por día.

Aunque siempre es difícil saber si el trabajo apostólico de uno está produciendo frutos, esa dificultad se incrementa bastante en el caso del apostolado en Internet. A menudo uno tiene la sensación de estar afanándose inútilmente. Sin embargo, ocasionales mensajes o comentarios de lectores parecen indicar que, a Dios gracias, de algún modo la semilla del Evangelio, también cuando es sembrada a través del “ciberespacio”, produce frutos por su propia fuerza intrínseca.

Al concluir esta entrada-celebración, doy gracias al Señor por la obra que Él ha hecho y seguirá haciendo por medio de este pobre instrumento, y pido a los lectores que se animen a participar más en este blog, enviándome sus comentarios, preguntas, críticas o sugerencias. Que Dios todopoderoso y eterno, rico en bondad y en misericordia, los bendiga a todos. Amén.

martes, octubre 28, 2008

Acerca de la inmortalidad

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

"Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal. He notado que, pese a las religiones, esa convicción es rarísima. Israelitas, cristianos y musulmanes profesan la inmortalidad, pero la veneración que tributan al primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinan todos los demás, en número infinito, a premiarlo o a castigarlo. Más razonable me parece la rueda de ciertas religiones del Indostán; en esa rueda, que no tiene principio ni fin, cada vida es efecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto" (Jorge Luis Borges, El inmortal, en: El Aleph, Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 21).

En medio de un cuento fantástico, el gran escritor argentino Jorge Luis Borges dedica unas cuantas líneas a criticar la escatología de las tres grandes religiones monoteístas. Intentaré mostrar que, al menos en cuanto respecta al cristianismo, tal crítica es incorrecta.

El párrafo citado comienza con un grave error lógico: una criatura que ignora que va a morir no es inmortal, sino mortal e irracional. Todos los seres vivos de la Tierra, excepto los humanos, se hallan en esa situación.

El hombre, en cambio, es un ser mortal y racional, por lo cual sabe que va a morir. Sin embargo, su muerte no es el fin absoluto de su existencia, pues su alma es espiritual e inmortal. La espiritualidad e inmortalidad del alma humana puede ser conocida por la razón natural, aunque con cierta dificultad. A la luz de la Divina Revelación, el cristiano llega a conocer mucho más profundamente el sublime destino del hombre: Dios nos ha creado para que participemos de la naturaleza divina, viviendo en eterna comunión de amor con Él.

Borges confunde la eternidad con un tiempo infinito. Según la clásica definición de Boecio, la eternidad es “la posesión total y simultánea de una vida interminable”. De por sí, sólo Dios es eterno. Pero Él, el Eterno, ha querido encarnarse en el tiempo para liberar y consumar el tiempo en su eternidad.

El aprecio del cristiano por el tiempo de su vida mortal no implica en modo alguno una falta de fe en la vida eterna. Al contrario, el valor inmenso que atribuye a esta vida está basado en que, durante el transcurso de la misma, el hombre, bajo el influjo de la gracia, va dando respuesta a la oferta divina de salvación eterna. Cuando el hombre muere, su respuesta asume un carácter definitivo. Respetando la libre respuesta del hombre, Dios concede a éste aquello que a lo largo de su vida ha elegido: la unión plena de amor con Dios y sus hermanos o la soledad completa del egoísmo.

Consciente o inconscientemente, el hombre anhela liberarse de la finitud que lo oprime y consumar su vida en la unión con el Ser infinito que lo rodea y que fundamenta su existencia. Durante su vida terrena el hombre puede vivir en unión con Dios, pero de un modo imperfecto, por causa de su finitud y de su pecado. Sólo en la eternidad podrá alcanzar la felicidad perfecta en la visión beatífica: la contemplación del rostro de Dios.

El mito del eterno retorno es mucho menos razonable que la fe en la vida eterna. La "rueda" del eterno retorno mantendría al hombre prisionero de su finitud y de su culpa, impidiéndole alcanzar su meta (la unión perfecta con Dios). En esta cosmovisión pesadillesca, cada vida individual es insignificante, pues no es más que un eslabón de la infinita cadena de reencarnaciones.

Una sucesión de reencarnaciones sin principio implica un mundo en el que cada estado actual depende de una sucesión infinita de causas. Esta regresión infinita de causas sucesivas es un concepto altamente problemático. En esta hipótesis no es posible evitar consecuencias absurdas, como por ejemplo la posible existencia de libros transmitidos de generación en generación, pero no escritos por nadie.

La ciencia nos enseña que el universo material, la vida en general y la vida humana en particular tuvieron comienzos en el tiempo. Una sucesión de reencarnaciones sin principio supone lo contrario.
Si la imaginaria sucesión de reencarnaciones, contra lo supuesto por Borges, tuviera un principio, para evitar las consecuencias absurdas de la regresión infinita, y también un final, como postulan el hinduismo y el budismo, entonces un conjunto de vidas de duración finita determinaría el destino eterno del ser humano, por lo cual la situación sería análoga a la que Borges critica en las religiones monoteístas.

Por lo demás, en este punto Borges se refuta a sí mismo, con elocuencia insuperable:
"Sabía que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas o futuras virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir. Así como en los juegos de azar las cifras pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así también se anulan y se corrigen el ingenio y la estolidez, y acaso el rústico poema del Cid es el contrapeso exigido por un solo epíteto de las Églogas o por una sentencia de Heráclito. El pensamiento más fugaz obedece a un dibujo invisible y puede coronar, o inaugurar, una forma secreta. Sé de quienes obraban el mal para que en los siglos futuros resultara el bien, o hubiera resultado en los ya pretéritos... Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también son indiferentes. No hay méritos morales o intelectuales. Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios, lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea. Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy." (Ibidem, pp. 21-22).

Sólo me queda agregar que debe haber algo errado en las premisas que condujeron a nuestro autor a una conclusión tan claramente contraria a la más elemental de las experiencias humanas.

lunes, octubre 27, 2008

La investigación histórica sobre Jesús

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
Recientemente leí la siguiente frase en un artículo de un autor católico:
"No sólo no está probado que Cristo es un mito…, sino que está probado precisamente lo contrario: que Jesucristo pertenece a la historia y no al mito."
Esa frase me llamó mucho la atención. ¿No es cierto que la existencia histórica de Jesús sigue siendo un tema discutido entre los expertos?

Respuesta:
Niego que entre los expertos reine la incertidumbre acerca de la existencia o inexistencia histórica de Jesús de Nazaret. Al contrario, entre estudiosos de distintas tendencias religiosas y filosóficas, a pesar de sus distintas opiniones sobre el valor histórico de los Evangelios, existe un amplísimo consenso acerca de que ellos permiten conocer (como mínimo) varias verdades sobre Jesucristo, entre ellas su existencia real.
En este punto se puede palpar la distancia entre la “cultura académica”, para la cual la cuestión de la historicidad de Jesús es prácticamente una “cosa juzgada”, y cierta “cultura popular” anticristiana, difundida sobre todo a través de Internet, que divulga toda clase de argumentos contra la fe cristiana, la mayoría de ellos de escaso valor intelectual, incluyendo los que pretenden reducir a Jesucristo a la categoría del mito.
En una breve síntesis, se puede decir que los estudios históricos sobre Jesús han pasado por cuatro fases principales:

1) Desde el siglo XVIII hasta fines del siglo XIX se extendió la etapa de la llamada “First Quest” u “Old Quest” (“Primera Búsqueda” o “Antigua Búsqueda”), marcada sobre todo por la filosofía racionalista y el liberalismo teológico. Muchos críticos de los Evangelios separaron al “Jesús de la historia” del “Cristo de la fe” e intentaron redescubrir a aquél, construyendo imágenes de un Jesús meramente humano, maestro de sabiduría, profesor de moral o profeta apocalíptico.
2) Durante la primera mitad del siglo XX se extendió la etapa que algunos llaman “No Quest” (“Ninguna Búsqueda”). En este etapa predominó el influjo de Rudolf Bultmann y su “desmitologización” de los Evangelios. En pocas palabras, Bultmann sostuvo que sobre el Jesús histórico (si acaso existió) no se podía saber nada con certeza; pero tampoco necesitábamos saber nada, ya que la fe cristiana estaría basada únicamente en el mito de Cristo.

3) Aproximadamente de 1950 a 1990 se extendió la etapa de la “Second Quest” o “New Quest” (“Segunda Búsqueda” o “Nueva Búsqueda”), marcada por una fuerte reacción contra el “nihilismo histórico” de Bultmann y sus seguidores. Se vuelve a investigar al Jesús histórico, aunque prevalece una perspectiva de “minimalismo histórico”: muchos autores piensan que los Evangelios sólo permiten conocer unas pocas cosas ciertas sobre Jesús, entre ellas su existencia real. En los años '80 prácticamente sólo los expertos soviéticos seguían negando la historicidad de Jesús y lo hacían por "disciplina partidaria". Poco después, el Partido Comunista de la Unión Soviética sucumbió junto con la URSS.

4) Desde 1990 hasta el presente se extiende la etapa de la “Third Quest” (“Tercera Búsqueda”), en la cual se está superando el “minimalismo histórico”. Al haber aumentado mucho el conocimiento histórico sobre el Israel de los tiempos de Jesús, hoy predomina la idea de que es posible conocer muchas cosas históricamente ciertas sobre Jesús. Abundan las obras de autores que intentan volver a presentar o reinterpretar la imagen de Jesús, destacando sobre todo su carácter judío.

Te recomiendo la lectura de un artículo muy interesante sobre las últimas investigaciones acerca del Jesús histórico: Pbro. Miguel Antonio Barriola, Consideraciones acerca del “Jesús judío” y las investigaciones de la “Third Quest”. Leyendo con calma este artículo, seguramente aprenderás unas cuantas cosas sobre el estado actual de las investigaciones históricas acerca de Jesús de Nazaret. Entre otras cosas verás que la postura “nihilista” sobre la historicidad de los Evangelios pasó de moda hace varias décadas. Se ha producido un regreso a la sensatez y también a los “preámbulos de la fe”. En todos los tiempos la Iglesia Católica ha sostenido firmemente el valor histórico global de los Evangelios. La gran mayoría de los autores católicos se ha mantenido en esa línea, pese a los vaivenes experimentados por la “búsqueda” del “Jesús de la historia”, en las distintas etapas antes señaladas.

domingo, octubre 26, 2008

La búsqueda de la verdad

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:

Estoy haciendo un curso de introducción a la teología católica. Uno de los temas del curso (titulado “La búsqueda de la verdad”) me ha dejado muchas dudas. Me parece que la verdad última que todos buscamos es la existencia de Dios y que las consecuencias lógicas de esta verdad son sumamente importantes.

Sin embargo, el Profesor del curso (un sacerdote) dijo que eso es hacer “una lectura religiosa de la verdad”. Yo creo que eso llevaría a pensar que la “verdad” de los ateos es que Dios no existe, lo cual me parece un error (con esto no niego que los ateos puedan ser personas de buena voluntad). Si la verdad depende del tipo de lectura que se haga de ella o de la realidad, entonces se puede decir que la verdad es relativa y que cada uno tiene su verdad, lo cual no me parece muy católico.

Yo pienso que la verdad es una sola y que debe ser absoluta, independiente de lo que cada uno piense. Dios no existe o deja de existir porque creamos o no en Él, así como la Tierra no deja de ser redonda porque alguien crea que es plana.

Los ateos piensan que los seres humanos somos una especie de accidente cósmico destinado a existir brevemente y desaparecer, por lo cual muchos de ellos se inclinan a buscar el mayor placer o disfrute posible en esta vida. Por el contrario, el cristiano cree en la vida eterna, lo cual le hace ver todas las realidades de esta vida desde la perspectiva de la eternidad.

Si en definitiva la verdad no se puede conocer, ¿cómo saber qué actitud tomar ante la vida? ¿Será que la fe es una opción libre pero irracional, emotiva o sentimental? ¿Qué lleva entonces a muchos grandes intelectuales a creer en Dios?

Respuesta:

No sé qué habrá querido decir exactamente tu profesor de teología, pero sospecho que la expresión "lectura religiosa de la verdad" (o de la realidad) puede provenir de una tendencia relativista.

La filosofía es una ciencia que tiene cierto grado de autonomía respecto a la teología, pero la fe cristiana tiene consecuencias muy precisas en filosofía. Dicho de otro modo, hay filosofías incompatibles con la fe cristiana. Hoy el mayor enemigo de la fe cristiana es la filosofía relativista, que ha impregnado la mentalidad de no pocos cristianos. El relativismo (filosófico, moral, religioso o cultural) es la versión moderna del antiguo escepticismo. En definitiva, niega la capacidad de la razón humana para conocer la verdad.

La filosofía cristiana sólo puede ser realista. La filosofía realista sostiene que existe una realidad objetiva, independiente de mí y de ti y que tú y yo podemos conocer la verdad de lo real. La verdad es la correspondencia o adecuación entre el pensamiento y la realidad. Si mi pensamiento coincide con la realidad objetiva, es verdadero; si no, es falso. O sea, la verdad es absoluta o no es verdad. El realismo es la filosofía del sentido común de la humanidad. No hay que confundir verdad absoluta (universalmente válida) con verdad total. La mente humana no puede llegar a conocer la totalidad de la verdad, pero sí aspectos parciales de la realidad, verdades parciales, interrelacionadas entre sí en foma coherente, no contradictoria.

Esta estructura general se aplica también a la verdad religiosa y a la verdad de la existencia de Dios. Es verdad que Dios existe. Es falso que no exista. No hay una verdad para el gusto de cada uno. Cada uno tiene sus propias creencias u opiniones, pero cada una de ellas sólo puede ser verdadera o falsa (para todos).

Es un dogma de fe católica, definido por el Concilio Vaticano I y reafirmado por el Concilio Vaticano II, que el hombre, mediante la sola luz natural de la razón, puede conocer la existencia de Dios. O sea, existen pruebas racionales (filosóficas) de la existencia de Dios.

He escrito con más detalle sobre estos temas en mi blog "Verdades de Fe". Te invito a leer mis siguientes artículos:
· http://verdadesdefe.blogspot.com/2006_02_01_archive.html (Programa Nº 2 - El conocimiento de Dios).
· http://verdadesdefe.blogspot.com/2006_03_01_archive.html (Programa Nº 8 - La existencia de Dios).

viernes, octubre 24, 2008

El amor al enemigo

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:

Me impacta mucho el mandamiento cristiano del amor al enemigo. ¡Qué difícil es "ser perfectos" como Dios! Es un ideal difícilmente alcanzable…

En mi país, últimamente los crímenes violentos se han incrementado. Hace un mes un comercio cercano a mi casa fue asaltado y la policía mató a uno de los asaltantes. La verdad es que me alegré de que eso sucediera. Siento repulsión por los criminales. A menudo se trata de gente que ni siquiera está sufriendo hambre o miseria. Me parece que todo debe tener un límite y que no se puede tener consideraciones con las personas que no tienen consideración con uno.

¿Cómo practicar íntegramente el mensaje de Cristo? ¿Cómo se puede pedir a la gente que ame a su enemigo –como manda el Evangelio- cuando estamos a merced de criminales que no tienen ningún reparo en hacernos daño? ¿Cómo sentir compasión por quien mata para robar un reloj o quien arrebata a otro el fruto de mucho tiempo de trabajo porque no quiere esforzarse para obtener sus propias cosas? ¿Cómo se nos puede pedir que amemos a nuestros enemigos, si ellos amenazan nuestra integridad física? ¿No debería haber un límite a la tolerancia? ¿Cómo llenar el corazón de piedad ante ese tipo de personas? Uno no debe vivir odiando permanentemente a sus enemigos, pero ¿cómo justificar a alguien que mata a otra persona para robarle algo, dañando gravemente a una familia? ¿Esos delincuentes merecen caridad? Me parece saludable para uno mismo tratar de no vivir odiando para siempre a los malhechores, pero ¿cómo orar por ellos cuando han provocado un daño innecesario? En caso de agresión puedo orar con devoción por las víctimas u ofrecerles mi ayuda para mitigar su dolor; incluso puedo orar por el que me envidia o me desea el mal, pero ¿cómo orar por el que viola o mata a uno de mis familiares? ¿Cómo tener compasión de una persona para quien incluso la muerte es poco castigo? ¿Cómo explicar que hay gente que va a las cárceles a ayudar a los presos cuando aun hay víctimas suyas sufriendo?

Respuesta:

Creo que la respuesta a la pregunta sobre la posibilidad del amor cristiano al enemigo debe ante todo subrayar que el amor cristiano (la caridad) no es un amor romántico o sentimental sino una voluntad deliberada y firme de hacer el bien al otro, sea quien sea. Yo diría que es humanamente imposible sentir un cálido afecto por un injusto agresor, al menos durante la agresión. Sin embargo sí es posible y humanamente enaltecedor renunciar al odio y a la venganza y procurar vencer al mal con el bien en toda circunstancia.

Es justo practicar la legítima defensa contra una injusta agresión. El Catecismo de la Iglesia Católica, en los números 2263-2267 explica bajo cuáles condiciones puede darse esa legítima defensa, individual o social. También es correcto alegrarse de que una injusticia no se haya consumado; pero no es correcto alegrarse por el mal ajeno. La alegría por el mal ajeno es un pecado parecido a la envidia, pero al revés: la envidia es tristeza por el bien ajeno. Los cristianos debemos orar por nuestros enemigos y estar dispuestos a perdonarlos. Claro que nuestra oferta de perdón no afecta íntimamente al enemigo si éste no se convierte.

Agrego otras breves consideraciones:
· El crimen nunca puede ser verdaderamente justificado.
· Todo verdadero pecado es innecesario. Si un acto es necesario, entonces no es libre y por lo tanto no puede ser pecado. Por consiguiente allí no hay nada que perdonar.
· Los criminales no merecen la caridad cristiana, pero la necesitan; así como nosotros no merecemos ser amados infinitamente por Dios, pero igualmente Dios nos ama de esa manera, porque Él es infinitamente bueno.
· Jesús oró en la cruz por los que estaban asesinándolo mediante una tortura atroz. El cristiano debe ser otro Cristo.
· Visitar a los presos es una de las “obras de misericordia corporal” practicadas tradicionalmente por los cristianos. Esa obra de misericordia no se refiere sólo a los presos inocentes, sino también a los presos culpables. El testimonio del verdadero amor puede lograr la conversión incluso de los peores criminales. Pero esa conversión no se produce de un modo automático, sino que depende siempre del misterio de la libertad humana.
· Debemos pedir ayuda a Dios para que nos enseñe a amar a nuestros enemigos, en el sentido de responder al mal con el bien, no en el sentido sentimentalista.
· Sin la gracia de Dios, vivir el Evangelio de Cristo en su integridad es una tarea humanamente imposible. Pero contamos con la ayuda divina; y nada es imposible para Dios.

viernes, octubre 17, 2008

La reverencia debida a las cosas santas

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
Habiendo leído el Evangelio de ayer y un comentario que le hace un sacerdote, ese comentario me ha dejado muchas dudas. No veo el sentido de referir este pasaje a la santidad de la Eucaristía. A continuación reproduciré el texto del Evangelio y el comentario referido.

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No den a los perros las cosas santas ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen. Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la ley y los profetas. Entren por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y amplio el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por él. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que conduce a la vida, y qué pocos son los que lo encuentran!".” (Mateo 7,6.12-14).

“Aunque, como reconoce la mayoría de los estudiosos, es difícil la interpretación del versículo 6 de este capítulo, la gran mayoría de los exégetas está de acuerdo en que es probable que esté referido a la santidad de la Eucaristía, y a aquellos que no reconocen la presencia real de Cristo en ella, y que en un momento dado su incredulidad los lleva a recibirla sin la fe y sin la piedad que ésta requiere. Debemos recordar que en la primera comunidad había un gran celo y un gran respeto por la Eucaristía (y en general por las cosas santas), de manera que de la Eucaristía sólo podían participar los bautizados, lo cual significaba haber aceptado la vida concorde al Evangelio y vivirla conforme a éste. Los catecúmenos, así como los paganos, no eran admitidos. Quizás hoy valdría la pena el reflexionar en la santidad de lo que recibimos los domingos, a manera de hacernos más conscientes de que se nos da "una cosa Santa", es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo. Piensa hoy un poco en cuál es tu actitud al ir a recibir la Comunión… ¿Eres verdaderamente consciente de la santidad de lo que recibes? Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.”

Respuesta:
De las mismas palabras de Jesús se deduce que hay un paralelismo entre las "cosas santas" y las "perlas". Las segundas simbolizan a las primeras.

Ahora bien, en la Iglesia hay muchas "cosas santas", pero nada es más Santo que Dios mismo. La Eucaristía es el Hijo de Dios (la segunda persona de la Santísima Trinidad) en cuerpo, sangre, alma y divinidad, es decir en toda la realidad de su persona divina en dos naturalezas, divina y humana. De modo que la interpretación eucarística de la frase en cuestión me parece muy correcta.

Como bien dice el comentario que citaste, los cristianos de los primeros siglos tenían una viva conciencia de la reverencia debida a lo sagrado en general, y particularmente a la Eucaristía. De ahí que la Iglesia estableciera una “disciplina del arcano”, que prohibía la participación de los no creyentes -e incluso de los catecúmenos- en la liturgia de la Eucaristía (los catecúmenos podían participar de la liturgia de la Palabra). Hoy esa antigua disciplina se ha relajado mucho y nuestra sensibilidad espiritual se ha embotado bastante, a tal punto que nos cuesta percibir adecuadamente la maldad del sacrilegio, que nuestros antepasados sentían intensamente en tiempos no muy lejanos.

También me parece correcta (y complementaria con la anterior) una interpretación espiritual o catequética de la frase de Jesús: las "perlas" representan además a la Palabra de Dios, otra "cosa santa" íntimamente ligada a la Eucaristía. La frase analizada es entonces un consejo parecido a aquel otro que dio Jesús a los discípulos que envió a misionar: ofrezcan su saludo y su paz a todos; pero si alguien no quiere recibirlos, sacudan hasta el polvo de esa casa de sus pies y márchense a otro lugar.

Dado que, lamentablemente, hemos perdido bastante el sentido de lo sagrado, por lo común no tenemos grandes dificultades para entretenernos hablando de cosas santas con personas que tienen hacia ellas una actitud irreverente o hasta blasfema. Eso es casi siempre una pérdida de tiempo y un error. Que el Señor nos ayude a tener el debido respeto a su Santo Nombre (segundo mandamiento del Decálogo) y a todo lo sagrado. Amén.

jueves, octubre 16, 2008

El anuncio del Evangelio

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
El Evangelio de hoy me dejó algunas dudas. El texto es el siguiente:

“En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: "Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente.
No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: 'Que haya paz en esta casa'. Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacudan el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad".”
(Mateo 10,7-15).

Mis dudas son las siguientes:

1. "Ya se acerca el Reino de los Cielos". ¿A qué se refiere Jesús con esto? Parece que anuncia algo que nunca llegó, algo que seguimos esperando. ¿Jesús se refiere a su muerte? El Evangelio de Mateo menciona en algunos versículos que se acerca el "fin de los tiempos", el cual -como podemos constatar- nunca estuvo cerca.
2. ¿La parte de “Vayan y proclamen” hace referencia a todos, o sólo a los Apóstoles (y hoy día a los Obispos y Sacerdotes)?
3. ¿El deber de evangelizar consiste necesariamente en tratar de convencer a la gente de la verdad de la fe cristiana o es más bien una forma de vida? Es decir, ¿el cristiano debería tratar de explicar de la mejor manera posible el mensaje de Cristo o se trata más bien de dar ejemplo con nuestras actitudes y hechos?

4. Por otra parte, este texto contiene un mensaje muy fuerte de austeridad que no veo que hoy se aplique en ningún lado, exceptuando a algunos misioneros en países pobres, que realmente viven con lo mínimo.

Entonces, ¿cómo se deben interpretar estos pasajes?

Respuesta:
El Reino de los Cielos llegó a la tierra con la persona de Jesús. Él mismo es el Reino de Dios en plenitud. Su Encarnación y su Pascua inauguran el fin de los tiempos, la última etapa de la larga historia de la humanidad, en la que ahora estamos. Esta etapa puede ser corta o larga (eso sólo Dios lo sabe) pero ya está en marcha, orientada hacia su culminación en la Parusía o Segunda Venida de Cristo. Ésta marcará el fin del mundo presente y su transformación en "los cielos nuevos y la tierra nueva" en los que Dios será "todo en todos", como dice la Sagrada Escritura.

El deber de evangelizar afecta a todo cristiano, aunque de modo diverso según su vocación particular (sacerdote, religioso, laico, etc.). La Iglesia es misionera por naturaleza.

El testimonio cristiano abarca hechos y palabras, ligados indisolublemente entre sí. Las palabras sin hechos son hipócritas; los hechos sin palabras son mudos: pierden buena parte de su eficacia, porque fácilmente pueden ser incomprendidos.

También los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) obligan a todo cristiano, aunque de distintos modos, según su vocación y estado de vida.

La pobreza evangélica no es un elogio de la miseria, sino más bien austeridad, sobriedad, abnegación, desprendimiento de las cosas materiales, libertad frente a las riquezas, generosidad. No es renuncia a la eficacia de las modernas tecnologías, sino una puesta de confianza absoluta en la fecundidad intrínseca de la Palabra de Dios. No nos obliga a renunciar a todo lo que tenemos y a vivir en la carencia total de bienes materiales, sino más bien a un desapego de esos bienes y a una voluntad de compartirlos. Lo que nos sobra (si nos sobra de veras, sin atenuantes) nos pertenece jurídicamente, pero no moralmente. La propiedad privada es un derecho natural, pero no un derecho absoluto, porque está gravada por el destino universal de los bienes de la tierra, querido por el Creador. Lo que tenemos no nos ha sido dado para nuestro disfrute egoísta, sino para el bien de todos. Esto se da dentro de un cierto orden: uno no puede resolver por sí mismo todos los problemas del mundo; es natural que uno se dedique más a su familia, sus amigos y conocidos, su barrio, su país, etc.; pero debemos estar atentos a las necesidades de todos.

Los tres consejos evangélicos tienen una estructura común:
· la pobreza es liberación del afán desordenado de riqueza, contra la tentación del mundo.
· la castidad es liberación del afán desordenado de placer, contra la tentación de la carne.
· la obediencia es liberación del afán desordenado de libertad o auto-determinación, contra la tentación del demonio.

Parece claro que, de los tres consejos evangélicos, la pobreza es el más fácil de practicar y la obediencia el más difícil. Pero contamos siempre con el auxilio de la gracia de Dios, para quien nada es imposible. Como escribió San Pablo, “todo lo puedo en Aquel que me conforta”.

domingo, octubre 12, 2008

Dios reina en Jesucristo

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
El Evangelio de hoy me pareció sumamente valioso y coherente, pero termina con una frase que no comprendo: “Yo les aseguro que hay algunos aquí presentes que no probarán la muerte sin haber visto primero llegar al Hijo del hombre como rey.”
Me parece que esto no sucedió. Creo que Jesús hace referencia a la Parusía, pero ésta todavía no ha llegado. Indudablemente todos los que estaban presentes en ese momento ya han muerto. La frase se parece a otro mensaje de Jesús que aún no se ha cumplido: “El fin de los tiempos está cerca”.
¿Por qué un mensaje tan bueno termina con una predicción que parece errónea?

Respuesta:
¡Verdaderamente Cristo ha resucitado! ¡Y los Apóstoles son testigos de esta realidad! La Pascua de Cristo obra la salvación del hombre. Es un acontecimiento escatológico: ocurre en el tiempo, pero lo trasciende y alcanza a la eternidad. Desde entonces un hombre verdadero reina junto al Padre en un reino que no tendrá fin. Al resucitar a su Hijo Jesucristo, que pasó haciendo el bien y murió en la Cruz para redimirnos, Dios Padre lo exaltó y manifestó su gloria y su reinado de amor. El reinado de Cristo coincide con el reinado de Dios.

Todo el cristianismo se concentra en este punto. Por eso San Pablo escribió: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe, y somos los más desgraciados de los hombres"; pero Cristo resucitó...

La otra frase de Jesús que cuestionas no dice que el fin de los tiempos está cerca, sino: “El Reino de Dios está cerca”.
Es un serio error decir que Jesús se equivocó al profetizar que el Reino de Dios llegaría durante su generación. Tanto llegó el Reino de Dios, que el mismo Jesús en persona es el Reino de Dios en plenitud. Un estudio sereno de los Evangelios muestra que Jesús relacionó siempre el Reino de Dios con su persona y que Él era consciente de su especial relación con Dios Padre y de estar implantando el Reino de Dios en el mundo. ¿Quién es si no el sembrador de la parábola, que esparce generosamente la semilla del Reino por doquier (y hay muchos otros textos evangélicos que vienen al caso)? Por eso Jesús llegó a decir: "El Reino de Dios está en medio de vosotros". No se equivocó, porque se refería a sí mismo.

La teoría de que Jesús fue sólo un profeta apocalíptico fracasado no da cuenta de la inmensa desproporción que, bajo esa hipótesis, existiría entre la causa (un falso profeta) y el efecto: la Iglesia cristiana, el fenómeno religioso más extraordinario de todos los tiempos. Los prejuicios impiden a muchos reconocer la verdadera grandeza de Jesús.

sábado, octubre 11, 2008

San Pedro y San Pablo

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
Leyendo los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo, me di cuenta de que Pablo se dedicó a predicar e introducir el cristianismo en diversas regiones; mientras tanto, casi no se hace mención de Pedro. Incluso se nota que Pablo era mucho más apasionado y creyente en Cristo, aún cuando nunca lo conoció. Pedro se concentra más en predicar a los judíos, mientras Pablo -que parece haber captado mejor el mensaje- entiende que el mensaje de Cristo no era sólo para el pueblo judío, sino para todos.
¿Por qué, entonces, si podemos decir con certeza que sin Pablo el mensaje cristiano iba destinado a quedar en el olvido o en el mejor de los casos a convertirse en una de muchas de las sectas de la época, tiene más relevancia Pedro, considerado el primer Papa, pasando Pablo a ser una figura secundaria?

Respuesta:
En cierto modo todos los pecadores se parecen, pero los santos son muy diferentes unos de otros, debido a sus diferentes dones y carismas; pero no por esto todos ellos dejan de ser santos y de trabajar unidos para el bien de la Iglesia, es decir para la salvación de los hombres.

Los pensamientos de Dios van mucho más allá de los pensamientos de los hombres. Jesús, la Palabra de Dios hecha carne, eligió a Pedro como Cabeza de Su Iglesia, le prometió que los poderes del infierno no prevalecerán contra Ella y le dio las llaves del Reino de los Cielos. Por un lado, ¿quiénes somos nosotros para cuestionar esa elección de Jesucristo?; por otro lado, vistas las consecuencias, resulta claro que fue una excelente elección.

Pedro no era menos creyente que Pablo, aunque es cierto que Pablo fue un teólogo más profundo y un evangelizador más audaz. Pero el Papa y los Obispos no tiene por qué ser los mejores cristianos de su tiempo o de su comarca en todos los sentidos posibles. Como suele decir el Arzobispo de Montevideo (Mons. Nicolás Cotugno), los Pastores de la Iglesia no tienen la síntesis de los carismas, sino el carisma de la síntesis, para guiar al Pueblo de Dios.

No fue Pablo, sino Pedro, el primero que admitió a los gentiles en la Iglesia (cf. Hechos 10: Cornelio y su familia). Fue Pedro quien decidió la discusión del Concilio de Jerusalén a favor de la tesis de Pablo y Bernabé sobre la no necesidad de exigir el cumplimiento de todas las normas y ritos judíos a los cristianos de origen pagano (cf. Hechos 15). Los Hechos de los Apóstoles aluden apenas al apostolado de Pedro entre los paganos de Antioquía y no refieren su apostolado en Roma, porque su autor (Lucas) fue siguiendo el rastro de Pablo, a quien conoció y siguió de cerca.

San Pedro y San Pablo, unidos en Cristo hasta el fin, murieron mártires en Roma, ambos víctimas de la misma persecución de los cristianos impulsada por el emperador Nerón.

lunes, octubre 06, 2008

El don de la fe

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
Tengo grandes dudas sobre la existencia de Dios. Mentiría si digo que creo en Dios, pero tampoco puedo decir que no creo en Él. Muchas experiencias de vida me hacen pensar en la Divina Providencia y sentir que quizás Alguien me acompaña. Tal vez esté confundido por querer sustentar racionalmente la fe en la existencia de Dios. Si tuviese que apostar sobre esta cuestión, apostaría que Dios existe, pero no tengo certeza de ello. Pienso que sería magnífico que Dios existiera, porque se podría tener esperanza en un futuro mejor, en que el bien inevitablemente triunfará, en que todo (incluso las dificultades) tiene un propósito, en que después de la muerte me reencontraré con mis seres queridos difuntos. Pero no es correcto creer en Dios sólo porque es reconfortante. Probablemente mis dudas en materia religiosa provengan de mis lecturas de autores racionalistas. También influyó mucho en mi pensamiento la serie de televisión “Cosmos”, que vi durante mi infancia.

Aunque fui bautizado en la Iglesia Católica, hoy no puedo llamarme católico, porque no tengo fe. Sin embargo me siento cercano a la religión católica y la aprecio mucho, especialmente por la racionalidad con que busca presentar la fe. Comparto y defiendo (incluso públicamente) en gran parte las enseñanzas morales de la Iglesia Católica, pero siento que no puedo creer en sus dogmas y sacramentos. A pesar de esto me agrada y me hace bien escuchar a sacerdotes predicar el mensaje de Cristo sobre el amor, el perdón, etc. Pienso que hacer el bien, perdonar las ofensas, no matar, ser fiel en el matrimonio y muchas otras normas morales cristianas son razonables e indiscutibles. Están más allá de cualquier duda y se sustentan en el sentido común, diga lo que diga la Biblia sobre ellas. Pero los dogmas de la fe cristiana requieren creer que la Biblia es Palabra de Dios y ahí es donde empiezan mis problemas. Los dogmas se apoyan en muchos casos en la validez de la Biblia y eso es para mí una materia opinable.

Respuesta:
Según el “principio de tercero excluido”, las cosas son o no son. Entre el ser y el no ser no hay una tercera posibilidad; no hay ningún punto intermedio. Este principio, enunciado en la Antigüedad por Aristóteles y conocido -explícita o implícitamente- por todos los seres humanos por sentido común, es válido tanto con respecto a la realidad (o sea, es un principio ontológico) como con respecto al pensamiento (o sea, es un principio lógico). Por lo tanto, se es creyente o no creyente; se cree en Dios o no se cree en Dios. Es imposible que haya otra alternativa. No es lo mismo no creer que Dios existe que creer que Dios no existe. Entre los no creyentes caben distintas posturas ante el problema religioso: ateísmo, agnosticismo, indiferencia religiosa, búsqueda de la Verdad, etc. Según tus palabras, tú aún no crees en Dios, aunque sientes deseos de creer en Él.

Consideremos brevemente la cuestión de fondo. El hecho de la existencia del mundo puede ser confrontado con la hipótesis monoteísta y con la hipótesis atea. La hipótesis panteísta puede ser descartada por ser auto-contradictoria. La hipótesis atea no explica nada y convierte todo en un gigantesco absurdo. La hipótesis monoteísta lo explica todo y todo lo ilumina con gran esplendor. ¿Cuál de las dos hipótesis debería elegir un ser racional?

Pienso que las pruebas clásicas (metafísicas) de la existencia de Dios son sutiles precisamente porque esa existencia, aunque no es un hecho evidente, es algo bastante simple de apreciar, algo al alcance de cualquier inteligencia común. El ser relativo del mundo supone un Ser Absoluto que llamamos "Dios". Las cosas más sencillas son a menudo las más difíciles de explicar y demostrar. Por eso se han escrito tantos libros sobre las pruebas de la existencia de Dios. Te recomiendo uno muy bueno que estoy leyendo ahora: "Dios", de R. Garrigou-Lagrange, un gran filósofo católico de principios del siglo XX.

John Henry Newman (un gran teólogo del siglo XIX) escribió con gran acierto que dificultad y duda son cosas inconmensurables entre sí y que mil dificultades no hacen una sola duda. El cristiano puede experimentar mil dificultades intelectuales para fundamentar, comprender y explicar el sentido de su fe; pero el cristiano no duda de su fe. Fe y duda son actitudes incompatibles entre sí. El que cree no duda, y el que duda no cree.

G. K. Chesterton (otro notable pensador católico) escribió que cuando un cristiano se encuentra con alguien que duda acerca de las verdades religiosas, el mejor camino para guiarlo hacia la fe no es decirle que deje de dudar, sino decirle que siga dudando más y más, hasta que quizás, por ventura, comience a dudar de sí mismo. El racionalista tiende a hacer de su propia razón un ídolo, un falso dios. El creyente, en cambio, sabe que la razón humana, precioso don de Dios, es infinitamente menos poderosa que la inteligencia de Dios, fuente de toda verdad. Reconocer humildemente los límites de la propia razón es muy importante para entender que podemos conocer de verdad cosas que no podemos comprender totalmente, ni demostrar a la manera de un teorema matemático; cosas como el amor de un padre, de una esposa o de un hijo; cosas como el amor de Dios por nosotros.

La serie "Cosmos", más allá de su valor de divulgación científica, estaba muy contaminada por la filosofía materialista de Carl Sagan. Basta recordar la frase inicial de la serie, que compendia la ideología que la inspiró: “El Cosmos es todo lo que hay, ha habido o habrá”. En otras palabras, esto significa simplemente que Dios no existe, nunca ha existido y jamas existirá. Partiendo de este principio (que no tiene base científica alguna), “Cosmos” se convirtió en una obra maestra de propaganda atea. Carl Sagan cometió la deshonestidad de presentar su falsa filosofía disfrazada con los prestigiosos vestidos de la ciencia experimental.

Quizás te puedan ayudar los dos consejos que expondré enseguida. Según creo recordar, el primero lo encontré en un libro de Joseph Ratzinger (el actual Papa Benedicto XVI) y el segundo en el célebre libro “Pensamientos” de Blaise Pascal, gran matemático y pensador católico.

A los no creyentes que tienen inquietudes religiosas y buscan la verdad acerca de Dios, pero sienten que no pueden creer en Él, el Cardenal Ratzinger les propuso que adopten esta máxima: vivir como si Dios existiera (“etsi Deus daretur”). Es exactamente lo contrario de lo que proponían los filósofos racionalistas de los siglos XVII y XVIII: organizar la sociedad y sus leyes "etsi Deus non daretur", como si Dios no existiera.

A la persona que quisiera ser creyente, pero se siente incapaz de llegar a serlo, Pascal le propone que frecuente a personas creyentes y que trate de imitarlas. Aprenderá por contagio u ósmosis cómo vivir una vida de fe.

Según dices, lo que te cuesta aceptar de la religión cristiana no es la moral, sino el dogma. Sin embargo, el dogma cristiano es algo perfectamente razonable. Ser dogmático (es decir, creer en la Palabra de Dios revelada a los hombres) es dejar que sea Dios el que diga la primera y la última palabra en mi vida. Es aceptar que Dios es Dios. Que Él te conceda abrirte a Su Verdad.

Vivir como si Dios existiera supone mucho más que aceptar y cumplir el orden moral objetivo accesible a la sola razón natural. Implica también reconocer a Dios como fin último de nuestra existencia, tratar de hablar con Él en la oración y (en un ambiente cristiano) tratar de escucharlo por medio de la lectura de la Biblia. Supone tratar de conocer, amar y seguir a Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne para nuestra salvación.

Jesús en persona es la autorrevelación de Dios al hombre. Él mismo es el máximo signo de credibilidad del cristianismo. En última instancia, es Él quien hace creíbles a la Iglesia y a la Biblia, no al revés. Entonces, trata de relacionarte con Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida. Quizás no puedas rezar aún como aquel padre de familia: "Señor, yo creo, pero aumenta mi fe". Pero, aunque parezca paradójico, puedes pedir a Jesús el don de la fe; puedes pedirle que se manifieste en tu vida como tu Señor y Salvador.

domingo, octubre 05, 2008

¿Sólo los santos pueden comulgar?

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
Un amigo mío, que es Testigo de Jehová, me dijo que según la Biblia sólo los santos pueden comulgar. También me dijo que los católicos adoran imágenes. Respecto al segundo punto encontré fácilmente una página de apologética en Internet que demuestra que más que nada es un tema de interpretación. Pero no pude encontrar nada sobre el primer punto. Me extraña mucho que haya dos interpretaciones tan diferentes sobre un mismo punto de doctrina. Unos entienden que la comunión es para todos, mientras otros dicen que sólo los santos pueden recibirla. No logro encontrar en la Biblia ningún versículo que diga que "sólo los santos pueden comulgar", pero tampoco encuentro ninguno que diga que "todos pueden comulgar".
Apelando a unos versículos de Lucas 22, mi amigo dice que la idea original era que sólo comulgaran los santos. La Última Cena se realizó en un grupo pequeño y exclusivo. Luego, apoyándose en el Apocalipsis, me habló de un rebaño pequeño de 144.000 personas y de un rebaño grande. El rebaño pequeño, compuesto por los santos, pertenece al reino celestial. En cambio el rebaño grande vivirá en la tierra por mil años.

Respuesta:
La Iglesia Católica no enseña que cualquier persona o cualquier cristiano puede comulgar. La Eucaristía o Comunión es uno de los siete sacramentos de la Iglesia. Al recibir el Bautismo, primero de los sacramentos, una persona se convierte en hijo de Dios, discípulo de Cristo y miembro de la Iglesia. El Bautismo es uno de los requisitos para recibir cualquiera de los otros seis sacramentos. Existen además otros requisitos, que varían de un sacramento a otro. Para concentrarnos en tu consulta, consideremos el caso de la Eucaristía. Supongamos que el bautizado ha recibido ya la Primera Comunión, para lo cual se requiere generalmente cierta edad mínima y cierta preparación previa.

Volvamos a la proposición "sólo los santos pueden comulgar". Para evaluarla correctamente y discernir si es verdadera o falsa, es necesario que antes se defina con precisión qué se entiende por "santo", palabra que puede tener diversas acepciones.

En su sentido más corriente, la palabra "santo" designa a aquella persona que vive o ha vivido las virtudes cristianas en un grado heroico. Cuando un “santo” (en el sentido expuesto) muere, su alma va directamente al Cielo, porque no tiene penas para expiar en el Purgatorio.

Los santos canonizados por la Iglesia pertenecen a esa categoría de personas “canonizables” (“canon” significa regla; la vida de un santo canonizado puede servir como regla o ejemplo para los demás cristianos). En este sentido de la palabra “santo”, la frase "sólo pueden comulgar los santos" es falsa y no tiene sustento bíblico. La verdad es en cierto modo lo contrario. No comulgamos porque seamos ya santos, sino para llegar a ser santos. La Eucaristía nos santifica. No es necesario ser santo para comulgar. Basta estar en estado de gracia, o sea no estar en pecado mortal.

Un pecado es un acto humano (consciente y libre) moralmente malo, es decir que atenta contra la ley de Dios y contra la naturaleza y la vocación del hombre. Existen dos tipos de pecados:
· el pecado mortal o grave, que rompe la comunión con Dios;
· el pecado venial o leve, que daña la comunión con Dios, sin romperla.

Para que un pecado sea pecado mortal, deben darse simultáneamente las siguientes tres condiciones:
· materia grave (es decir, debe ser objetivamente una grave infracción moral);
· advertencia plena (es decir, debe ser cometido con conciencia de su maldad);
· consentimiento pleno (es decir, debe ser un acto deliberado).

El cristiano que está en pecado mortal no puede comulgar sin volver antes al estado de gracia o amistad con Dios. Para salir del estado de pecado mortal, debe arrepentirse y tener un sincero propósito de enmienda, recibir el perdón de Dios en el sacramento de la Penitencia o Confesión y cumplir la penitencia impuesta por el confesor (o al menos tener una sincera voluntad de cumplirla).

El Capítulo 22 del Evangelio de Lucas narra la institución de la Eucaristía en la Última Cena. Los comensales eran pocos debido a las circunstancias. Fue una Cena Pascual de Jesús con sus más íntimos seguidores, los Doce Apóstoles, horas antes del arresto de Jesús en el Huerto de los Olivos, que dio inicio a su Pasión. Lucas 22 no dice en ninguna parte que sólo pueden comulgar los santos.

Pero la palabra “santo” puede tener también otros santidos. Así, por ejemplo, los primeros cristianos a veces se llamaban a sí mismos "los santos". Se daba así por sentado que generalmente esos cristianos se encontraban en estado de gracia. En este sentido, la proposición “sólo los santos pueden comulgar” es verdadera: sólo pueden comulgar los cristianos en estado de gracia.

Obviamente la acusación de que los católicos adoramos imágenes es una burda falsedad. Los católicos adoramos sólo a Dios. Jesús es verdadero Dios. Veneramos las imágenes que representan al Único Dios que adoramos y que nos ayudan a dirigir hacia Él nuestra imaginación y nuestra memoria.

Por último, te recomiendo un excelente artículo de Carlos Caso-Rosendi: ¿Se debe creer en los Testigos de Jehová? El autor, argentino, es un ex Testigo de Jehová, hoy católico devoto y militante.

sábado, octubre 04, 2008

La Teología y el Magisterio de la Iglesia

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
Estoy comenzando a estudiar teología y me ha surgido una duda respecto al alcance de la labor del teólogo: ¿Cómo se regula el trabajo de un teólogo? Es decir, ¿en qué momento se considera que su pensamiento está fuera de la doctrina católica? ¿El Papa es algo así como el Jefe de los Teólogos, el encargado de definir que un libro determinado contradice la doctrina católica? ¿O hay otras personas que se encargan de esto?
Otra duda: ¿Es necesario ser teólogo para ser Papa?

Respuesta:
La función de establecer la doctrina católica con la autoridad de Cristo no corresponde al teólogo sino al Magisterio de la Iglesia, que es ejercido por el Papa y los Concilios Ecuménicos (en comunión con el Papa) en el nivel universal y por el Obispo (en comunión con el Papa) en el nivel local.

Te recomiendo leer la instrucción "Donum veritatis" (El don de la verdad) de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), publicada en 1990. Esa instrucción hace un análisis excelente y detallado de la relación entre Teología y Magisterio.

La CDF auxilia al Papa en su función de promover y defender la doctrina de la fe católica en la Iglesia universal. Las Conferencias Episcopales de cada país suelen tener una Comisión para la Doctrina de la Fe, con funciones análogas a las de la CDF, pero en el nivel nacional.

Por otra parte, según el derecho canónico, sigue existiendo la obligación (en casos bien determinados) de someter a la censura eclesiástica los libros sobre temas religiosos escritos por sacerdotos o religiosos. Los censores son nombrados por el Obispo diocesano. Teniendo en cuenta los comentarios de los censores, el Obispo resuelve si conceder o no el permiso eclesiástico de publicación del libro (el “imprimatur” o imprímase). Lamentablemente esta práctica ha ido cayendo en desuso y hoy se puede encontrar muchos libros de sacerdotes o religiosos católicos que se apartan gravemente de la doctrina católica.

Con respecto a tu última pregunta, me parece muy conveniente que el Papa sea muy versado en teología, pero no hay ninguna norma jurídica que establezca que el Papa deba tener determinado grado académico en esa materia (Bachiller, Licenciado, Doctor). Los distintos Papas pueden tener formaciones algo diferentes entre sí. Por ejemplo, Juan Pablo II era un filósofo destacado y Benedicto XVI es uno de los principales teólogos católicos desde hace más de 40 años.

viernes, octubre 03, 2008

La Biblia y la Verdad

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
He leído un libro llamado “¿Dice la Biblia la Verdad?” escrito por un sacerdote. El libro dice que la Biblia se contradice y que, sacando partes de su contexto, podemos llegar a demostrar cosas que no eran lo que se pretendía decir. Dice también que las últimas palabras de Cristo en la cruz son diferentes en los cuatro Evangelios, ya que cada uno de ellos fue dirigido a pueblos diferentes con necesidades diferentes, y que la verdad contenida en la Biblia se refiere a nuestra salvación y se ha ido revelando en forma progresiva. Se debe considerar el conjunto de la Biblia para entender su mensaje, no sacar de ella frases sueltas para justificar nuestras creencias.
Los argumentos de este libro me parecieron muy coherentes. Por un lado, me convenció de que no se debe descartar la Biblia; pero, por otro lado, me dejó la sensación de que sobre esa base es muy difícil creer en dogmas como la institución de la Iglesia, el Papado, la prohibición de transfusiones de sangre, etc.

Respuesta:
Según la doctrina de la Iglesia Católica, la verdad revelada por Dios que la Biblia transmite sin error es la verdad religiosa y salvífica, no la verdad científica ni tampoco la verdad histórica, pese al valor histórico de muchos libros de la Biblia. La Biblia narra historias para transmitir verdades religiosas, lo cual no quiere decir -ni mucho menos- que esté desprovista de valor histórico. El cristianismo es una religión histórica en el sentido de que se basa en hechos históricos (Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, etc.).

Toda la Biblia (todo versículo de la Biblia) dice la verdad, transmite la verdad salvífica, pero no siempre es fácil descubrir en qué sentido, cuál es la verdad salvífica que Dios quiere transmitirnos en cada caso particular. Hay una ciencia teológica, la exégesis, que busca interpretar el verdadero sentido de cada texto bíblico. Por ser una ciencia, la exégesis utiliza los métodos racionales (hermenéuticos) aplicables también a la interpretación de cualquier texto meramente humano, no inspirado por Dios. Por ser una ciencia teológica, la exégesis no se basa sólo en la razón, sino que parte de la fe cristiana. Es una obra de la razón natural iluminada por la luz de la fe. Por lo tanto el exégeta católico no realiza su trabajo aisladamente, sino como parte del cuerpo de la Iglesia, que tiene un órgano (el Magisterio) al que Dios asiste para que interprete auténticamente la Sagrada Escritura, con la autoridad del mismo Cristo. De ahí que en la Iglesia Católica no haya lugar para el “libre examen” en el sentido protestante, es decir para la doctrina de que cada cristiano individual encuentra por sí mismo el verdadero sentido de la Escritura, gracias a la ayuda del Espíritu Santo, sin referencia a la Sagrada Tradición ni al Magisterio de la Iglesia.

También es doctrina y práctica de la Iglesia Católica, contra las herejías de todos los tiempos, interpretar cada texto de la Biblia en el contexto de la totalidad de la doctrina revelada. Es lo que se llama tradicionalmente "analogia fidei" (la analogía de la fe), que se opone por ejemplo a la propuesta de Martín Lutero de un "canon dentro del canon": la reinterpretación de toda la Biblia a partir de su doctrina favorita, la de la justificación por la “sola fe”, erigida por él arbitrariamente en centro y regla de todo lo demás.

Para un cristiano no es difícil creer en dogmas, vale decir en verdades que deben ser creídas firmemente por haber sido reveladas por Dios. ¿De qué serviría la transmisión fiel de la Revelación en la Biblia a lo largo de la historia si su interpretación quedara totalmente librada a la subjetividad de cada creyente? En ese caso, la Revelación de Dios en Cristo habría sido útil sólo en el siglo I.

Por último, la prohibición de las transfusiones de sangre es un absurdo en el que incurre sólo una secta no cristiana (los Testigos de Jehová), basándose en una lectura fundamentalista de la Biblia, es decir en una exégesis errónea y superficial, atada al sentido aparente de los textos bíblicos.

jueves, octubre 02, 2008

La religión verdadera

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
¿Cómo es posible que los católicos crean que la religión católica es la única religión verdadera, la más completa o la mejor? ¿No es intolerancia creer que la Iglesia Católica es la única poseedora de la verdad y que sólo en ella está la salvación plena? ¿No es cierto que todas las religiones tienen objetivos válidos y enseñan a amar a los demás? Al fin y al cabo, si hubiéramos nacido en un país asiático o en siglos pasados, probablemente seríamos no cristianos. ¿El acceso a la “salvación plena” puede depender de nuestra ubicación geográfica o histórica?
¿Y no es un signo de arrogancia llamar “hermanos separados” a los cristianos no católicos? ¿No serían más bien los católicos los verdaderos “hermanos separados”, por haberse separado de la religión judía en el siglo I? ¿No sería mejor que la gente fuera más unida en materia interreligiosa y dejara de lado todo sentimiento de superioridad?

Respuesta:
Por razones válidas, el católico cree que Dios ha querido revelarse a Sí mismo en la persona de Jesucristo y fundar la Iglesia católica (es decir, universal), como continuadora de la misión salvífica de Cristo. Aceptar, por medio de la obediencia de la fe, la voluntad de Dios revelada en Jesucristo no es arrogancia, sino, muy por el contrario, verdadera humildad. El católico no se cree dueño de la verdad, sino humilde portador de algunas verdades fundamentales, que lo sobrepasan infinitamente. Se ve a sí mismo más bien como una pobre vasija de barro que transporta un tesoro.

Verdadera arrogancia, en cambio, es pretender que la inteligencia y la voluntad infinitas de Dios se sometan a los dictados de la razón o los sentimientos del hombre, ser finito. El hombre no es capaz de juzgar a Dios. Es Él quien nos juzgará a nosotros. La pretensión (de raíces racionalistas) de obligar a Dios a seguir nuestras ideas sobre la mejor forma de planificar u organizar la historia de salvación es profundamente absurda.

En definitiva no percibes el carácter sobrenatural de la Iglesia. Negarle a los cristianos el derecho de creer que el cristianismo es la religión verdadera equivale a negarle a Dios (la Verdad infinita) el derecho a autorrevelarse cuando y como Él quiera; pero también implica el considerar a la Iglesia sólo como una sociedad humana más, en el fondo igual a otra cualquiera.

No se puede negar que entre las distintas religiones hay diferencias esenciales, que hacen imposible que todas ellas sean verdaderas al mismo tiempo y en el mismo sentido.

La doctrina católica sostiene la posibilidad de salvación de las personas no cristianas de buena voluntad y a la vez afirma que la Iglesia Católica es el medio ordinario de salvación querido por Dios, provisto de la plenitud de los medios de salvación.

En la parábola de los talentos, Jesús nos enseña que a cada uno se le pedirá en función de lo que se le ha dado. Al que se le dio más, se le pedirá más; y al que se le dio menos, se le pedirá menos. Pero sería muy mezquino -y denotaría no haber captado el espíritu del Evangelio- conformarse con haber recibido menos para que las exigencias sean menores.

La Iglesia es el nuevo Israel, el Pueblo de la Nueva Alianza sellada en la Cruz con la sangre derramada del Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. La relación del Nuevo Testamento con el Antiguo Testamento es a la vez de continuidad y de superación. La Nueva Alianza perfecciona y lleva a plenitud la religión de la Antigua Alianza. Las expectativas mesiánicas de Israel se cumplieron (y de forma superabundante) por medio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Los primeros cristianos fueron judíos. Como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, la primitiva comunidad cristiana siguió rezando en el Templo de Jerusalén. Hacia el año 50, cuando el cristianismo comenzó a difundirse más rápidamente entre los gentiles (no judíos), los Apóstoles discernieron que no era necesario que los gentiles convertidos al cristianismo se circuncidasen y adoptaran todos los ritos y las normas del judaísmo. El conflicto entre judíos y cristianos fue creciendo y tiempo después estos últimos fueron expulsados de la Sinagoga. No obstante, un judío (incluso hoy) puede volverse cristiano sin dejar de ser judío, en la medida en que comprenda al judaísmo como fe en el Antiguo Testamento, esencialmente abierta a una ulterior revelación y acción de Dios en la historia.

La Iglesia Católica reconoce la validez del bautismo de los ortodoxos, anglicanos y muchos protestantes y por lo tanto los considera como verdaderos cristianos, hermanos en la fe. A la vez el católico cree que los cristianos no católicos están en comunión imperfecta con la Iglesia una y católica, puesto que, en distintos momentos históricos, se separaron de la plena comunión (doctrinal, sacramental y jerárquica) con ella. La expresión "hermanos separados" sintetiza los dos elementos de la relación entre católicos y cristianos no católicos. Somos hermanos en Cristo, estamos unidos en una sola Iglesia por un solo bautismo; pero por desgracia muchos cristianos no están en plena comunión de fe y de vida con la única Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia Católica (véase el Concilio Vaticano II, constitución Lumen Gentium y decreto Unitatis Redintegratio).

Los buenos católicos no tienen ningún sentimiento de superioridad sobre los no católicos. Saben que han sido elegidos por Dios, sin mérito alguno de su parte, y que son cristianos por la gracia de Dios. Como enseña San Pablo, el cristiano no se gloría de nada, sino de Cristo, y Cristo crucificado. Ahora bien, el respeto profundo y el verdadero amor a los no cristianos y no católicos no implica el indiferentismo o relativismo religioso.

Jesús dio el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor, sólo a sus discípulos, y mandó a éstos ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, enseñándoles a cumplir todo lo que Él les mandó. "El que crea y sea bautizado, se salvará. El que no crea se condenará" (final del Evangelio de Marcos). Esto hay que entenderlo en el contexto de toda la Revelación cristiana: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Timoteo 4). Por caminos que sólo Él conoce, Dios va guiando a muchos no cristianos por el camino de la salvación, que supone una fe implícita (y tal vez inconsciente) en Cristo.

Nada de todo esto es irracional o injusto. Dios nos ha creado, nos ha dado una naturaleza humana inteligente y libre y una apertura a (y una sed de) una posible revelación Suya. Nos ha llamado (vocación) a unirnos a Él en el amor (comunión) y a invitar a otros a participar de esa misma unión (misión). En eso consiste la verdad de nuestro ser y la felicidad de nuestra existencia. Y esa unión de fe, esperanza y amor entre el hombre y Dios tiene consecuencias concretas, muy lógicas.

Si tienes algo de fe, te puede servir repetir la oración de un personaje del Evangelio: "Señor, yo creo, pero aumenta mi fe".

miércoles, octubre 01, 2008

¿Es necesario ser cristiano?

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta:
He tenido contacto tanto con comunidades católicas como con comunidades evangélicas, pero no me he sentido a gusto en ellas, porque no comparto todas sus creencias. A veces pienso que es mejor no frecuentar ninguno de esos grupos, porque eso me hace sentir mejor. ¿A qué se puede deber el hecho de que el no pertenecer a una religión me haga sentir más cercano a Dios y que el formar parte de un grupo religioso me lleve a dudar de muchas cosas? ¿Es necesaria la religión para estar en relación con Dios o será mejor ser deísta?

Respuesta:
La fe católica es fe en Dios, en Jesucristo y en la Iglesia (en ese orden jerárquico).

El Dios del deísmo es un Dios lejano, que no interfiere con la vida de los hombres. Es el Creador (los masones lo llaman “Gran Arquitecto Del Universo”), pero su relación con el mundo se parece a la de un relojero que fabrica un reloj, le da cuerda para echarlo a andar y luego lo deja solo, desinteresándose de él. Para los deístas, un Dios lleno de amor y misericordia por los seres humanos sería algo tan extraño o absurdo como un hombre locamente apasionado por las hormigas. Por eso el deísmo teórico es compatible con un ateísmo práctico. El deísta puede vivir como si Dios no existiera, ya que al fin de cuentas un Dios así tiene escasa importancia existencial.

En cambio, la fe cristiana en Dios es muchísimo más comprometedora. El cristiano cree en un Dios personal (o hiperpersonal, si quieres, pero no impersonal), que nos ama como Padre y se ha revelado y comunicado a Sí mismo entrando en nuestra historia por medio de la Encarnación de Su Hijo, Jesucristo, quien vivió y murió por nuestra salvación, amando y perdonando hasta el extremo.

La Iglesia terrestre es la prolongación de la presencia y de la acción visibles de Cristo en la historia. Ella es el Cuerpo de Cristo, el signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios y de la unión de los hombres entre sí en Jesucristo, el único Salvador del mundo, el único Mediador entre Dios y los hombres.

El hombre es un ser esencialmente religioso, que sólo puede realizarse plenamente y alcanzar su felicidad en la verdadera religión, es decir en la debida relación con Dios. Cae de su peso que si Dios ha hablado a los hombres, revelándoles la verdad acerca de Sí mismo y acerca del propio hombre, no cabe otra actitud sensata que la humilde escucha de Su palabra y la obediencia a Su santa voluntad.

Por otra parte, el Nuevo Testamento muestra de mil maneras que Cristo y la Iglesia son inseparables, como la Cabeza y el Cuerpo, como el Esposo y la Esposa. No puede haber Cristo sin Iglesia, ni Iglesia sin Cristo. En el Evangelio, Jesucristo dice:
"Yo estaré con ustedes [sus discípulos] todos los días, hasta el fin del mundo". "Las puertas [los poderes] del Infierno no prevalecerán contra ella [la Iglesia]". "El que a ustedes [sus discípulos] recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado". "El que da un vaso de agua a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa en el Reino de los Cielos". Etc.

No puedo juzgarte. Debes considerar por ti mismo la posibilidad de que la tentación de rechazar a la Iglesia te venga de un equivocado sentimiento de superioridad. Es cierto que los cristianos damos a menudo un testimonio insuficiente, a veces falso; pero también es verdad que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". Es Dios quien nos salva en Cristo; no nos salvamos a nosotros mismos. No tenemos nada de qué gloriarnos, sino de Cristo muerto y resucitado, quien nos amó y se entregó por nosotros. Todo lo que tenemos, de Dios lo hemos recibido. A la Santa Iglesia, nuestra Madre, le debemos el haber hecho posible nuestro encuentro personal e histórico con Cristo y el haber engendrado en nosotros la fe en Él.

Mi recomendación es ésta: no te alejes de la Iglesia. Alejarse de la Iglesia es alejarse de Cristo. Continúa buscando la verdad apasionadamente, en la oración y la acción. Y recuerda que "todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá".