martes, setiembre 14, 2004

Hay un solo Dios

Estimado lector, tal vez usted crea que en la actualidad el politeísmo subsiste sólo en el seno de pueblos primitivos, en regiones muy remotas del globo. En ese caso le sorprenderá saber que miles de uruguayos profesan una religión politeísta y que seguramente usted mismo ha visto muchas veces a sus rubios predicadores vestidos de impecable traje y corbata, recorriendo en parejas las calles de nuestras ciudades. Nos referimos a la religión de los mormones, fundada en los Estados Unidos durante el siglo XIX por Joseph Smith, quien murió acribillado mientras disparaba seis tiros contra una multitud que pretendía lincharlo por sus secretas costumbres polígamas (posteriores informes oficiales de su iglesia le atribuyeron 27 esposas).
Aunque el principal libro sagrado de esta secta (el Libro del Mormón) sostiene que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un solo Dios, Joseph Smith (en su libro "Doctrinas y Convenios", que los mormones consideran también inspirado por Dios) enseñó a sus seguidores que estas tres personas son tres dioses distintos. Pero Smith no se detuvo en el triteísmo: según su doctrina, el universo material es eterno, existen innumerables mundos habitados y cada uno de ellos tiene sus propios dioses. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son solamente los dioses de nuestro mundo. Más aún, el Padre, que engendró, de la Madre Universal (otro ser divino), a todos los espíritus que existen o existieron en la Tierra, es sólo un hombre de carne y hueso que ha alcanzado un alto estado de evolución. Jesucristo o Jehová es el Hijo primogénito de Dios, engendrado por la unión carnal de Dios Padre con la Virgen María. En las bodas de Caná, Jesús habría contraído matrimonio con María Magdalena, Marta y la otra María, con quienes habría tenido hijos. Satanás sería otro de los hijos de Dios, hermano de Jesús. El pecado de Adán habría sido un acto meritorio: Adán cayó para que los hombres pudiesen existir, proveyendo a millones de espíritus preexistentes de tabernáculos mortales, un paso necesario para alcanzar finalmente la exaltación en el estado divino. Según la doctrina sostenida hasta hace pocos años por la iglesia mormona, este estado, asequible para todos los mormones blancos, estaba vedado a las personas de raza negra.
La teología de los mormones, al igual que su visión de la historia del continente americano, es racionalmente indefendible. Tiene mucho más en común con la "teología" de la serie de ciencia ficción Stargate -Puerta a las Estrellas-, que con la doctrina de cualquiera de las grandes religiones monoteístas.
Los paganos del Imperio Romano acusaron de ateísmo a los cristianos, porque éstos no adoraban a ninguno de sus falsos dioses. Con verdad, en cambio, se podría decir que el mormonismo es una religión atea, puesto que ninguno de sus innumerables dioses es el Ser absoluto, necesario, perfectísimo, eterno, infinito, incomprensible, omnipotente y Creador del mundo, el único Dios verdadero.

Nota: Los datos sobre la doctrina mormona están tomados de Julio C. Elizaga, Las sectas y las nuevas religiones a la conquista del Uruguay, Editorial La Llave, Montevideo 1988, pp. 58-79.

Dios es uno y trino

Los Testigos de Jehová (TJ) rechazan el dogma de la Santísima Trinidad, negando la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñan que el Hijo es el arcángel San Miguel, la principal creatura de Dios y que el Espíritu Santo no es una persona divina, sino la fuerza activa de Dios. En el artículo titulado "El Hijo es Dios" (publicado en el Nº 7 de "Pastoral Familiar"), refuté con argumentos bíblicos la doctrina de los TJ acerca del Hijo. Ahora, de un modo similar, refutaré su doctrina sobre el Espíritu Santo y la Santísima Trinidad.

Acerca del Espíritu Santo, afirmamos en síntesis lo siguiente:
· Su divinidad se manifiesta por ejemplo en 1 Corintios 2,10: "el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios". Esto es algo que sólo Dios puede hacer.
· Su personalidad se manifiesta por ejemplo en Hechos 15,28: "Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables". Las fuerzas impersonales no pueden tomar decisiones.
· Él es el "otro Paráclito" enviado por el Padre (Juan 14,16). Si el primer Paráclito (el Hijo) es una persona divina, como demostramos antes, el segundo también lo es.

Acerca de la Trinidad, nos limitaremos a analizar la principal de las fórmulas trinitarias del Nuevo Testamento: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28,19).
Se trata precisamente del final del Evangelio según San Mateo. Cristo resucitado manda a sus discípulos ir por todo el mundo, predicar el evangelio a todos los hombres y bautizarlos "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Es inconcebible que en este final solemne, en esta fórmula que enseguida empezó a ser utilizada en la liturgia bautismal, se haya asociado a Dios con dos simples creaturas. Esta fórmula ubica al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en el mismo nivel. Los tres (evidentemente distintos entre sí) pertenecen igualmente a la realidad de Dios.

El dogma trinitario está contenido implícitamente en la Biblia. En la revelación bíblica aparecen tres "personas" vinculadas a la realidad de Dios. No cabe ninguna duda de que el Padre es Dios. Y hemos probado a partir del Nuevo Testamento que el Hijo es Dios y que el Espíritu Santo es Dios. Por lo tanto, Dios se manifiesta en la historia de salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo (tres personas divinas y un solo Dios vivo y verdadero). Esto implica necesariamente que Dios es en Sí mismo Padre, Hijo y Espíritu Santo, porque de lo contrario no habría verdadera autorrevelación y autocomunicación de Dios al hombre. Inversamente, si Dios, que es eternamente Padre, Hijo y Espíritu Santo, decide libremente manifestarse en la historia, necesariamente debe manifestarse como lo que Él es en Sí mismo: El Dios uno y trino.

El dogma de la Santísima Trinidad pertenece a la revelación de Dios en Cristo. Si alguien, como los TJ, no cree en la Trinidad, no es cristiano en sentido objetivo.

El Hijo es Dios

El error que consiste en considerar que sólo el Padre es Dios, mientras que el Hijo y el Espíritu Santo son criaturas excelsas, pero no divinas en sentido propio, se llama "subordinacionismo". Fue sostenido en el siglo IV por herejes como Arrio y Macedonio. Este grave error tiene su origen en el intento de dominar racionalmente el misterio de Dios, lo cual lleva a aceptar algunos de sus aspectos y a rechazar otros. Así la teología se vuelve más comprensible, pero se traiciona el misterio de Dios revelado por Cristo.
El subordinacionismo se da actualmente en cierto modo en la religión de los Testigos de Jehová (TJ): Ellos creen que el Hijo de Dios es un ser divino, pero no es Dios, sino el arcángel San Miguel, la principal creatura de Dios. Y también creen que el Espíritu Santo no es una persona, sino la fuerza activa de Dios.

Ambas afirmaciones de los TJ son contrarias a la razón:
· Si el Hijo es verdaderamente un ser divino, entonces su esencia es la esencia divina y por lo tanto es Dios. La idea de un "ser divino distinto de Dios" es autocontradictoria.
· Si el Espíritu Santo es verdaderamente el Espíritu de Dios, entonces no puede ser una fuerza impersonal. Toda persona es espíritu y todo espíritu es persona. La idea de un "espíritu impersonal" es autocontradictoria.

Con respecto a la divinidad de Jesucristo, hay muchas formas de mostrar que está implícita en todo el Nuevo Testamento. Por ejemplo:
· La resurrección de Jesús confirmó con testimonio divino su pretensión, corroborada también por sus obras y palabras, de ser el portador absoluto de la salvación (o "Reino de Dios") y de ser igual a Dios.
· Los milagros de Jesús proporcionan una perspectiva privilegiada para reconocer su divinidad.

Ahora bien, ya que los TJ aceptan la inerrancia de la Biblia, el camino más simple en este caso es la prueba escriturística directa. Los siguientes nueve textos del Nuevo Testamento explicitan claramente que el Hijo es Dios: Juan 1,1; Juan 1,18; Juan 20,28; Romanos 9,5; Filipenses 2,5-11; Tito 2,13; Hebreos 1,8; 2 Pedro 1,1; Apocalipsis 1,8.

A fin de eludir las consecuencias dogmáticas de estos textos, los TJ proponen nuevas traducciones o nuevas interpretaciones del texto sagrado.
· En lo que respecta a las traducciones, hay un amplio consenso entre los expertos acerca de que la versión de la Biblia utilizada por los TJ (la "Traducción del Nuevo Mundo") ha introducido numerosas adulteraciones y tergiversaciones del texto bíblico, para tratar de ocultar las discordancias entre éste y la doctrina de la secta.
· En cuanto a la exégesis, cabe subrayar que los TJ interpretan la Biblia fuera de toda la Sagrada Tradición de la Iglesia, guiados únicamente por las autoridades de la secta, las cuales desde Charles Russell en adelante se han considerado a sí mismas (sin ningún fundamento) como únicos intérpretes autorizados de la Palabra de Dios.

sábado, julio 24, 2004

El hombre es un ser religioso

Hace algunos años, uno de mis interlocutores en un foro de religión en Internet me escribió diciendo que la religión se ha vuelto un comercio y preguntándome qué motivos hay para tener una religión y si es necesario tener una religión cuando uno lleva una "vida sana".

La primera afirmación es muy injusta. Es cierto que existen "patologías de la religión": superstición, magia, esoterismo, sectas con fines comerciales, etc. Pero existe también -y es algo muy frecuente- la religiosidad auténtica.

Mi interlocutor planteaba la cuestión de la religión desde un punto de vista utilitario: si la finalidad de la vida es "llevar una vida sana" y si esa finalidad se puede alcanzar sin necesidad de abrazar una religión, entonces ¿para qué molestarse en tener una?

Creo que, para plantear correctamente la cuestión, deberíamos responder las siguientes dos preguntas:
¿Cuál es el verdadero sentido de la existencia humana?
¿Qué relación tiene la religión con el sentido de la existencia?

En cuanto a la primera cuestión, la fe cristiana nos responde que el hombre ha sido creado por Dios para que viva en comunión con Él, participando de su vida divina. Si ése es el fin último del hombre, entonces una "vida sana" (mejor sería decir una vida santa) será aquella que nos conduzca a la comunión con Dios y una "vida enferma" será aquella que nos aleje de esa comunión, llevando al hombre a su frustración radical (la muerte espiritual). El Nuevo Testamento nos enseña que Dios es Amor y que el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él. Por tanto una vida santa, moralmente recta, será una vida regida por el amor verdadero a Dios y a los hombres.

Hemos adelantado ya mucho de la respuesta a la segunda cuestión. Si el sentido último de nuestra existencia está en Dios y la "religión" es la relación personal con Dios, entonces es evidente que somos seres esencialmente religiosos y que la religión es la dimensión trascendente de la persona humana. Según la fe cristiana, la relación religiosa del hombre con Dios está basada en un don gratuito de Dios, don que, acogido libremente por el hombre, engendra una vida de fe, esperanza y amor. Dios nos amó primero, hasta el extremo de entregarse completamente por amor a los hombres en la Encarnación y la Pascua. El amor de Dios recibido con fe engendra una alianza de amor entre Dios y los hombres, sellada por la muerte y resurrección de Cristo. Para el hombre, vivir conforme a esa Alianza, unido a Dios en Cristo, es el Camino para su plena realización.

En definitiva, el motivo más sólido para tener una religión es que hay una religión verdadera, que responde verdaderamente a las aspiraciones más profundas del hombre. Si de verdad hay un Dios que nos ha creado y que nos ama como a hijos, entonces no es de extrañar que el corazón del hombre que conoce a Dios sea movido por un fuerte impulso de gratitud, alabanza y adoración hacia ese Dios que es nuestro Padre.

DI

La enfermedad y el pecado

Hay quienes identifican virtud y salud. De esta identidad se deduce fácilmente la identidad entre falta de virtud y falta de salud, o sea entre pecado y enfermedad. Sin negar que en este planteo pueda haber un fragmento de verdad, sostengo que en rigor esta identidad es inválida. De entre los muchos argumentos de distinto tipo que podrían aducirse para refutar esta falsa identidad, me limitaré en esta ocasión a presentar un argumento de orden teológico-escriturístico. En efecto, la Palabra de Dios dice a este respecto lo siguiente:

"Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: "Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?" Respondió Jesús: "Ni él pecó ni sus padres, es para que se manifiesten en él las obras de Dios"" (Juan 9,1-3).

sábado, julio 17, 2004

La ley moral es única

Quienes sostienen la existencia de muchas morales confunden las múltiples teorías o sistemas morales con la ley moral, que es necesariamente única, pues única es la naturaleza humana y única es la vocación universal a la santidad.
 
El hecho de que en distintos tiempos y lugares el conocimiento humano de la ley moral alcance grados variables y esté a menudo obscurecido por el error no es obstáculo para el reconocimiento de la unicidad de la ley moral.
 
Si no fuera así, la existencia de distintas teorías científicas a lo largo de la historia o en un momento dado nos llevaría a concluir que los seres humanos no viven en un único universo material regido por un único conjunto de leyes matemáticas, físicas, químicas, biológicas etc.

jueves, julio 08, 2004

La Cuaresma, tiempo de conversión

El Miércoles de Ceniza (el día siguiente al Martes de Carnaval) comienza el tiempo litúrgico llamado Cuaresma. Se trata de un tiempo fuerte de oración, penitencia y conversión, que sirve como preparación para las festividades de la Semana Santa y en particular para la Pascua de Resurrección, la mayor fiesta del año litúrgico.
La Cuaresma debe su nombre a su duración: 40 días que van del Miércoles de Ceniza al Domingo de Ramos (día de comienzo de la Semana Santa). El número 40 tiene en la Biblia un importante significado simbólico: recuerda los 40 años de peregrinación del pueblo de Israel en el desierto del Sinaí, en camino hacia la Tierra Prometida; y recuerda también los 40 días y 40 noches que Jesús, después de su Bautismo, pasó en el desierto, ayunando y rezando a Dios, su Padre, a fin de prepararse para iniciar su misión de salvación.
La Cuaresma, por lo tanto, tiene relación con el desierto, ese lugar solitario y silencioso que invita a la introspección y simboliza la posibilidad y la necesidad que el ser humano tiene de escuchar la voz de Dios en lo profundo de su alma y de recibir en su corazón el amor de Dios. Para que la persona humana pueda dar un sentido absoluto a su vida es necesario que tenga un encuentro con Dios. Para que el cristiano pueda conservar y alimentar su fe debe mantener un diálogo perseverante con el Señor en la oración. Este diálogo se fortalece por medio de la atenta escucha de la Palabra de Dios, la cual nos interpela y cuestiona nuestra forma de vida.
La Cuaresma es un tiempo propicio para realizar un buen examen de conciencia, analizando qué cosas deben cambiar en nuestras vidas para que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios. En este tiempo la Iglesia nos recuerda con particular insistencia la llamada de Cristo a una conversión pronta y radical: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva." Esta llamada (vocación) a la santidad y a la unidad con Dios ha sido recibida por cada cristiano en el sacramento del Bautismo. Esta vocación permanente es actualizada por medio de cada sacramento, en particular el sacramento de la Reconciliación, el cual, por la infinita misericordia divina, restaura la amistad con Dios, deteriorada o perdida por el pecado.
El ayuno que los católicos practicamos el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo y nuestra abstinencia de carne en los viernes de Cuaresma y el Viernes Santo son actos penitenciales. Su sentido es confirmar, mediante actos visibles, la voluntad interior de conversión a una vida de amor, que implica la renuncia al egoísmo y al mundo material entendido como un fin en sí mismo. Estos actos de sacrificio, lamentablemente poco comprendidos hoy en día, no deben transformarse en ritos vacíos. Sabemos con cuánta dureza los profetas de Israel y el mismo Jesucristo rechazaron la falsedad de una religión meramente externa, legalista y ritualista.
Vivamos pues la Cuaresma como un renovador encuentro con el Espíritu de Dios que nos santifica. Vivámosla con alegría, porque en ella la Iglesia nos anuncia una vez más la Buena Noticia del amor del Padre, manifestado en la persona de su Hijo Jesucristo y muy especialmente en su Pasión, Muerte y Resurrección. Y, abriendo nuestros corazones a la gracia de Dios, quien hace nuevas todas las cosas, convirtámonos en tierra apta para recibir y hacer crecer la semilla del Reino de Dios, produciendo abundantes frutos de justicia, unidad y paz.

LM

miércoles, julio 07, 2004

Jesucristo, Epifanía de Dios

El 6 de enero la Iglesia celebra la Epifanía, que recuerda la adoración de los Reyes Magos al niño Jesús. El Evangelio según San Mateo es el único que narra este episodio:
"Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: "¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo"... Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, lo adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra." (Mateo 2,1-12).
La Epifanía es como un corolario de la Navidad. El niño Jesús no es solamente el Hijo de David, el Mesías Salvador que Israel esperaba; es también el Hijo de Dios hecho hombre, cuya misión de salvación abarca a toda la humanidad. Por eso la Buena Noticia de su nacimiento es una luz que ilumina no sólo a los pastores de la región de Belén, sino también a unos magos de Oriente. Estos sabios de naciones paganas (probablemente astrólogos babilonios o persas), atraídos por el nacimiento de Jesús, se acercan a Él para rendirle homenaje. Los regalos de los magos al niño Jesús tienen significados simbólicos: reconocen su Realeza (oro) y su Divinidad (incienso) y prefiguran su Pasión (mirra).
La bella historia de los magos nos enseña que el ejercicio de las más nobles facultades humanas conduce a los hombres hacia un encuentro con Dios. Los magos eran hombres dedicados al estudio de los fenómenos celestes. Su ciencia era rudimentaria, pero su corazón estaba lleno de fe. La estrella proyectó luz en sus espíritus y suscitó en ellos la actitud creyente por excelencia: siguieron con gran esfuerzo la trayectoria de la estrella, no para aumentar sus conocimientos, sino para encontrar a Jesús y adorarlo.
"Epifanía" significa manifestación. A Dios nadie lo ha visto jamás; pero al llegar la plenitud de los tiempos, Él envió a su Hijo Unigénito para autorrevelarse y autocomunicarse a los hombres. Jesucristo es la aparición de Dios en nuestra historia: es el Emmanuel ("Dios con nosotros"). La tarea de los cristianos es llevar a cabo la "Diafanía" de Dios, es decir transparentar la Luz de Cristo en el mundo.
Algunos piensan que el relato de los magos es puramente simbólico. A ellos cabe decirles que el enigma de la estrella de Belén puede tener una explicación natural. Es sabido que Jesús no nació en el año 1. El monje medieval Dionisio el Exiguo cometió un error al calcular el comienzo de la era cristiana. Puesto que Herodes el Grande murió en el año 4 AC, se considera el año 7 AC como la fecha más probable del nacimiento de Jesús. En ese año ocurrió una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación del Pez, que se vio con máxima claridad en toda la región del Mediterráneo. Debe notarse que por lo general esa conjunción tiene lugar cada 794 años, pero en el año 7 AC ocurrió tres veces (29 de mayo, 1º de octubre y 5 de diciembre). Para los astrólogos babilonios, Júpiter era el planeta de los dominadores del mundo, Saturno el planeta protector de Israel y la constelación del Pez un signo del fin de los tiempos. En todo el Oriente se sabía que Israel esperaba un Mesías. Por lo tanto, no sería extraño que la conjunción mencionada hubiera sido interpretada como un signo del comienzo de la era mesiánica.

LM

lunes, julio 05, 2004

La cultura católica es marginada

Siempre que recorro librerías (y lo hago a menudo) lamento que hoy en día tantos escritores de poco valor sean mucho más conocidos y leídos que otros escritores más profundos. Especialmente, tengo una nítida sensación de que, salvo en las librerías explícitamente cristianas, la cultura cristiana en general y la cultura católica en particular, a pesar de su enorme riqueza, ocupan un espacio mucho menor que el que merecen, hasta el punto de que podría hablarse de una verdadera marginación, consciente o inconsciente. Esto sin duda es el resultado de la secularización de nuestra civilización occidental y especialmente de la educación laicista, que provoca una especie de ignorancia religiosa obligatoria, no sólo en grandes masas, sino también en grupos de personas que son cultas en muchos sentidos, excepto en lo que se refiere a la religión.

Como un muy modesto aporte a quienes quieran conocer mejor el tesoro de sabiduría de la tradición católica a través de autores de nuestro tiempo, ofrezco aquí una selección un poco aleatoria de diez notables libros de filosofía, historia, espiritualidad, literatura, etc., que desde muy diversos ángulos permiten una aproximación a la verdad revelada por Cristo, Luz de las gentes.

1) Dios existe. Yo me lo encontré (André Frossard).

2) Hipótesis sobre Jesús (Vittorio Messori).

3) Vivir con la Biblia (Carlo Maria Martini).

4) Palabras al silencio (Karl Rahner).

5) El poder y la gloria (Graham Greene).

6) Introducción al pensamiento filosófico (J. M. Bochenski).

7) Filosofía medieval y mundo moderno (Josef Pieper).

8) Santo Tomás de Aquino (G. K. Chesterton).

9) Ciencias del universo y problemas metafísicos (Claude Tresmontant).

10) Mi testamento filosófico (Jean Guitton).

Espero que algunos de ustedes puedan disfrutar de algunos de estos libros y que esto tal vez les sirva como estímulo para continuar leyendo otros libros de estos y de otros espléndidos escritores católicos.

Autobasileia

Quienes dicen que Jesús se equivocó al profetizar que el Reino de Dios llegaría durante su generación están en un serio error. Tanto llegó el Reino de Dios, que el mismo Jesús en persona es el Reino de Dios en plenitud. Un estudio sereno de los Evangelios muestra que Jesús relacionó siempre el Reino de Dios con su persona y que era consciente de su especial relación con Dios Padre y de estar implantando el Reino de Dios en el mundo. ¿Quién es si no el sembrador de la parábola, que esparce generosamente la semilla del Reino por doquier (y hay muchos otros textos evangélicos que vienen al caso)? Por eso Jesús llegó a decir: "El Reino de Dios está en medio de vosotros". Y no se equivocaba.
En cuanto a la teoría de que Jesús era sólo un predicador común y corriente, no da cuenta de la inmensa desproporción entre la causa y el efecto (la Iglesia cristiana). Los prejuicios impiden a muchos reconocer la grandeza de Jesús.

domingo, julio 04, 2004

La "neuroteología"

Una nueva disciplina científica denominada "neuroteología" ha descubierto que ciertas zonas cerebrales "se activan" durante ciertas experiencias místico-religiosas. En bien de la brevedad, supongamos que esto fuese una descripción aproximadamente correcta de un hecho real.

Hechos son hechos e interpretaciones son interpretaciones. El problema de la "neuroteología" es su tendencia a la interpretación materialista de esta clase de hechos.

Lo realmente importante aquí es la cuestión de la causalidad: ¿El fenómeno neurológico causa el fenómeno religioso o el fenómeno religioso causa el fenómeno neurológico? El propio nombre de la "nueva ciencia" hace pensar en una tendencia (científicamente injustificable) hacia la primera de ambas alternativas.

El hombre es una unidad de cuerpo y alma. Sus emociones, por ejemplo, afectan a estas dos dimensiones de su ser. Cuando siente vergüenza, su cara enrojece; cuando siente miedo, el latido de su corazón se acelera. Pero no siente vergüenza porque su cara enrojece ni siente miedo porque el latido de su corazón se acelera, sino al contrario. ¿Por qué habría de ser diferente en el caso de las "emociones religiosas"?

Ni siquiera es seguro que dos hechos concomitantes estén relacionados causalmente entre sí. Al menos en eso David Hume tenía razón.

Lamentablemente con demasiada frecuencia las estadísticas se usan para establecer relaciones disparatadas entre fenómenos concomitantes pero no relacionados causalmente entre sí (al menos en forma directa). Por ejemplo, se podría demostrar matemáticamente que existe una fuerte correlación positiva entre el porcentaje de cristianos en la población de un país y los puntos ganados por su selección en los campeonatos mundiales de fútbol. Pero de allí no se puede inferir que ser cristiano favorezca el talento futbolístico ni menos aún que la buena performance futbolística de una selección favorezca el crecimiento del cristianismo en su país.

Por otra parte tenemos el hecho de que la mística (al menos la cristiana) no puede de ninguna manera reducirse a determinadas emociones. La mística cristiana en sustancia no depende de ningún fenómeno extraordinario ni de emociones particulares. Por desgracia con mucha frecuencia la mística cristiana es casi totalmente desconocida en ambientes no creyentes. Los cristianos no sentimos a Dios a través de algún oculto sexto sentido. Lo conocemos por la razón y por la fe.

La religiosidad humana, en su esencia más propia, no tiene absolutamente ninguna relación con ninguna "sensación de infinito" ni de "pérdida de linealidad del tiempo", como sostienen los partidarios de la "neuroteología". Ésta no es la actual interpretación de los momentos místico-religiosos, sino tan sólo la interpretación de la corriente de pensamiento materialista. La fe cristiana provee una interpretación alternativa.

La ciencia no es ni puede ser materialista. El materialismo es la doctrina (filosófica, no científica) que postula que todo es materia. La ciencia experimental prescinde metodológicamente del espíritu, pero no lo niega ni puede hacerlo. Es decir, no trata del espíritu simplemente porque no es su tema. Cuando algunos científicos apoyan el materialismo no hacen ciencia, sino filosofía. Y no tienen derecho a utilizar el prestigio de la ciencia a favor de su falsa filosofía.

LM

Triunfo

Los hombres se matan entre sí en guerras fratricidas;
el hambre causa estragos entre los pobres;
terribles epidemias afligen la tierra;
y muchas madres matan a sus hijos en sus entrañas.
La muerte parece dominar nuestro mundo...
Sin embargo, ya ha sido vencida.
La derrotó Jesús al morir en la Cruz,
entregando su vida para salvar las nuestras.
Entonces Él plantó la semilla de la Vida
que crece de noche y de día aunque no lo notemos,
impulsada por la fuerza del Amor divino.
¡Mírala! Ya es un gran arbusto.
Y en medio de sus verdes hojas se abren las flores
que preanuncian la primavera eterna,
el triunfo definitivo de la Vida.

LM

sábado, julio 03, 2004

La hermana música

¡Loado seas mi Señor por la hermana música,
que es alegre, bella, vivaz y pura!
Loado seas por los ritmos de los pueblos,
los cantos hermosos de todos los tiempos y lugares,
los sonidos del arpa y la trompeta,
el piano y la guitarra, el órgano y la flauta.
Loado seas por la música sublime
de J. S. Bach, Mozart y The Beatles.
¿Qué secreta magia contienen esta precisa nota,
esta suave vibración del aire, esta dulce melodía,
que estremecen mi corazón en lo más hondo?
Loado seas porque en Tu Sabiduría
has dispuesto que aun en tan pequeñas cosas
nuestras almas puedan hallar auxilio
para descubrirte presente en Tu creación,
elevarse hacia Ti
y presentir confusamente
la eterna armonía de los Cielos.

LM