domingo, enero 25, 2009

El futuro del cristianismo

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado C.:

Tú sostienes que el cristianismo se extinguirá en el futuro próximo. Te respondo que "los muertos que vos matáis gozan de buena salud".

No soy triunfalista. Es difícil comparar épocas globalmente desde el punto de vista de su mayor o menor fe. Sin embargo, considerando lo que se puede medir, parecería que al cristianismo le va bastante bien en este momento. Nunca ha habido tantos cristianos: hoy somos unos 2.000 millones, constituyendo por lejos la comunidad religiosa más numerosa del orbe. Además, la Iglesia crece a pasos agigantados en el África negra y en varios países asiáticos, incluyendo la India.

La inminente extinción del cristianismo ha sido pronosticada muchas veces en los últimos siglos por los racionalistas. Por ejemplo, a fines del siglo XIX el filósofo alemán Friedrich Nietzsche profetizó la muerte de Dios. Durante el “mayo francés” de 1968 alguien escribió sobre una pared el siguiente graffiti: “Dios ha muerto. (Nietzche)”. Al día siguiente alguien más le respondió debajo con este otro graffiti: "Nietzche ha muerto. (Dios)." La anécdota, además de graciosa, me parece instructiva.

A pesar de muchas persecuciones, la Iglesia de Cristo sigue viva, mucho más viva que sus enemigos: la post-modernidad ha enterrado (o está a punto de enterrar) el proyecto filosófico y político de la Ilustración racionalista. Con todo tampoco ella acierta a dar con el camino recto.

P. es más realista que tú, pero también se equivoca al esperar que el cristianismo desaparezca en el muy largo plazo. Jesucristo prometió a sus discípulos lo siguiente: "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Y Él cumple su Palabra.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el día 21/12/2001).

viernes, enero 23, 2009

Dios es el Ser necesario y omnipotente

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado O.:

Has planteado una importante cuestión filosófica. Dios omnipotente puede hacer todo aquello que no implica contradicción, porque algo contradictorio es algo intrínsecamente imposible, inexistente. Por ejemplo, Dios no puede hacer un círculo cuadrado, porque un círculo cuadrado es una contradicción, es decir, no es nada.

Dios es indestructible. Por lo tanto, Dios no puede destruirse a Sí mismo. Preguntar por qué Dios no puede destruirse a Sí mismo es más o menos como preguntar qué pasaría si una fuerza irresistible se enfrentara contra un muro indestructible. En un universo donde hay una fuerza irresistible no puede haber un muro indestructible; y, recíprocamente, en un universo donde hay un muro indestructible no puede haber una fuerza irresistible.

Contrariamente a lo que sostienes, no es contradictorio que Dios sea a la vez "inmortal" (necesario) y omnipotente. Lo contradictorio es la absurda idea de la autoaniquilación de Dios, equivalente a un "círculo cuadrado", o sea decir a la nada.

En mi artículo ¿Dios es necesario y omnipotente?, publicado en Fe y Razón, encontrarás una refutación más detallada de tu argumento.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Esta entrada resume dos mensajes enviados al Foro de Religión de Starmedia el día 27/01/2002).

jueves, enero 22, 2009

El misterio de Dios

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado JS:

Parece que nos vamos aproximando. Hablas de Dios como si aceptaras su existencia (al menos hipotéticamente). Dios quiere que lo busquemos y ha dispuesto las cosas de modo que lo encuentre quien lo busca. Lo dijo el mismo Jesús: "el que busca, encuentra" (Mateo 7,8).

El conocimiento de Dios -implícito o explícito- es fundamental para orientar prácticamente nuestra vida hacia Él. Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Timoteo 2,4).

Sin embargo, aunque podamos conocer a Dios en cierto grado por la razón y más aún por la fe, el ser infinito de Dios nunca deja de ser inabarcable para nuestro entendimiento finito. Ni en esta vida ni en la otra podremos agotar el conocimiento de Dios.

Por eso San Agustín, que tenía un vivo sentido del Misterio, escribió: "Si lo comprendes, no es Dios". La incomprensibilidad de Dios es uno de los atributos divinos reafirmados continuamente por los místicos y los teólogos cristianos.

Ahora bien, en el lenguaje cristiano, "misterio" no es lo meramente enigmático o desconocido, sino una realidad divina, trascendente y salvífica que se manifiesta visiblemente. Jesucristo, la Palabra hecha carne, es la autorrevelación y autocomunicación de Dios al hombre. Él nos revela la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre.

Esto no contradice lo dicho por el cristiano Galileo Galilei en la cita que aportaste. Es nuestro deber usar la razón humana, precioso don de Dios, hasta el límite de nuestras capacidades.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el día 29/12/2001).

Los libros deuterocanónicos de la Biblia


Daniel Iglesias Grèzes


Estimado F.:

Contrariamente a lo que usted sostiene, la Iglesia Católica no agregó ningún libro al Antiguo Testamento. Antes de Cristo hubo dos versiones del canon del Antiguo Testamento: una corta (la de los judíos palestinenses) y una larga (la de los judíos alejandrinos y helenistas). La versión larga incluía siete libros más que la corta: Tobías, Judit, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría, 1 Macabeos y 2 Macabeos. También incluía algunas adiciones a los libros de Ester y Daniel. Hay indicios de que los judíos palestinenses también apreciaban y usaban esos libros, aunque no los admitían como canónicos. Después de Cristo los judíos, al cabo de un cierto proceso, terminaron abandonando el canon alejandrino, de modo que sólo mantuvieron el canon palestinense, el mismo de la Biblia hebrea actual. Sin embargo, muy pronto los cristianos se dieron cuenta de que la Iglesia tenía autoridad para determinar el canon de la Biblia, independientemente de Israel.

Durante muchos siglos hubo discusiones dentro de la Iglesia Católica sobre la autenticidad de esos siete libros, que a partir de cierto momento fueron llamados “deuterocanónicos”, para distinguirlos de los demás libros de la Biblia, llamados “protocanónicos”. Por ejemplo, San Agustín se pronunció a favor de la canonicidad de los deuterocanónicos, mientras que San Jerónimo mantuvo una actitud muy reticente y algo contradictoria hacia ellos. Aunque ya en torno al año 400 varios documentos papales y sínodos se pronunciaron a favor de la canonicidad de los deuterocanónicos, las discusiones prosiguieron (en parte debido a la opinión de San Jerónimo), a pesar de lo cual a lo largo de los siglos los cristianos los consideraron mayoritariamente como canónicos. Finalmente, la cuestión fue resuelta de un modo explícito y autorizado, a favor de la canonicidad, en los Concilos Ecuménicos de Florencia (1442) y de Trento (1546).

En el siglo XVI, Lutero (sin autoridad para ello) quitó esos escritos del canon de la Biblia, en el ámbito protestante. Por lo tanto, ocurrió lo contrario de lo que usted afirma: los protestantes quitaron siete libros de la Biblia, los deuterocánicos. Para los católicos todos los libros de la Biblia son igualmente canónicos.

Por otra parte, se puede decir que la Iglesia Católica sí agregó unos cuantos libros a la Biblia, pero no en el Antiguo Testamento, sino en el Nuevo Testamento. En verdad todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por miembros de la Iglesia Católica, fundada por Jesucristo.

Lutero, a su vez, estableció un falso "canon dentro del canon" al convertir su herética doctrina de la justificación por la sola fe en la vara con la que se deberían medir todas las enseñanzas del texto de la Biblia, recibido por los protestantes de la misma Iglesia Católica. Así Lutero se sintió tentado de quitar del canon bíblico también la carta de Santiago (contraria a su teología personal de la “sola fe”), la carta a los Hebreos, la carta de Judas e incluso el libro del Apocalipsis, pero al final se conformó con considerarlos "menos inspirados" (!?). Sin embargo, para un texto bíblico dado sólo caben dos posibilidades: o está inspirado por Dios o no está inspirado por Dios. No puede estar “medio inspirado”, por la misma razón que una mujer no puede estar medio embarazada.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

Notas:
1) Este artículo es una versión corregida y aumentada de un mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el día 18/01/2002.
2) Agradezco los valiosos aportes del Pbro. Dr. Miguel Antonio Barriola a fin de mejorar este artículo.

domingo, enero 18, 2009

El cristianismo no proviene del mito de Mitra


Daniel Iglesias Grèzes

Existen muchas teorías que sostienen falsamente que la fe cristiana no es más que una reedición de antiguos mitos paganos. Dado que no me daría la vida para refutar cada una de esas falsas teorías, elegí una de ellas: la que afirma que el cristianismo es una mera copia del mito de Mitra. En un artículo titulado Cristo y Mitra estudié las analogías entre Cristo y Mitra postuladas por esa teoría y mostré que en muchos casos no hay fundamento para afirmar su existencia. Concluí que es absurdo afirmar que Cristo es el mito de Mitra.

Las fuentes que utilicé para escribir ese artículo no son cristianas. Busqué material sobre Mitra en Internet y la gran mayoría de lo que encontré fueron sitios de propaganda anticristiana de muy poco valor académico y sitios serios pero neutrales con respecto a la fe cristiana. Después de publicar ese artículo, un amigo me indicó tres direcciones de sitios web cristianos que tratan el tema y me alegró comprobar que mi pequeña investigación coincide en líneas generales con las conclusiones de trabajos de mucho mayor enjundia.

Quiero insistir aquí sobre el carácter ilógico de la teoría que identifica al cristianismo con el mitraísmo.

Consideremos el siguiente razonamiento (llamémosle Razonamiento 1):
· Premisa 1: Juancito dice que su padre (Alberto) mide 1,90 metros.
· Premisa 2: Pedrito dice que su padre (Héctor) mide 1,90 metros.
· Premisa 3: Alberto mide 1,80 metros.
· Conclusión: Héctor mide 1,80 metros.
Es obvio que este razonamiento es inválido. La altura de Héctor es absolutamente independiente de la altura de Alberto y de los dichos de Juancito y Pedrito.

Consideremos ahora el Razonamiento 2:
· Premisa 1: Los fieles de Mitra dicen que Mitra resucitó.
· Premisa 2: Los fieles de Cristo dicen que Cristo resucitó.
· Premisa 3: Mitra no resucitó (porque es un mito).
· Conclusión: Cristo no resucitó (porque es un mito).
Es evidente que el Razonamiento 2 tiene la misma estructura lógica que el Razonamiento 1. Por lo tanto los dos pseudo-razonamientos son igualmente incorrectos.
El Razonamiento 1 es ciertamente ridículo, pero no es mi culpa. Queda demostrado que tiene la misma forma lógica que el argumento anticristiano manejado por los defensores de la tesis del origen “mitrano” del cristianismo. Su conclusión (la tesis de que el cristianismo es una religión falsa porque no es más que una copia de un antiguo mito pagano) no se deduce de sus premisas sino que es estrictamente un pre-juicio suyo.

En resumen, la mayoría de las supuestas analogías entre Cristo y Mitra son falsas o muy cuestionables. Los defensores del origen “mitológico-mitrano” del cristianismo deberían probar esas analogías con mucho mayor rigor que el que emplean habitualmente. Pero además, según acabo de mostrar, para probar su tesis anticristiana no les es suficiente señalar algunas coincidencias o analogías entre Jesús y Mitra (o alguna otra divinidad de la Antigüedad).

En líneas generales, las semejanzas de algunos misterios cristianos con algunos aspectos de religiones precristianas no prueban la falsedad del cristianismo ni su falta de originalidad. Las desemejanzas entre el cristianismo y esas religiones son mucho mayores que las semejanzas. Además, las semejanzas son preparaciones del Evangelio, queridas por Dios y surgidas de la naturaleza intrínsecamente religiosa del ser humano.
(Este artículo resume cuatro mensajes enviados a distintos interlocutores en el Foro de Religión de Starmedia entre diciembre de 2001 y febrero de 2002).

sábado, enero 17, 2009

El relato bíblico del diluvio

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado O.:

Hace mucho tiempo que los estudiosos de la Biblia saben que existe una dependencia literaria del relato bíblico del diluvio con respecto a un relato babilónico del diluvio: la epopeya de Gilgamesh. No hay motivo para llamar "plagio" a esto. En este caso ese término es anacrónico y muy poco objetivo.

Ahora bien, esa dependencia literaria no invalida en modo alguno ni la verdad ni la originalidad del mensaje bíblico. Es sabido que los once primeros capítulos del libro del Génesis utilizan elementos míticos, pero "desmitologizados", es decir adaptados a la doctrina monoteísta que transmiten.

En cuanto a la historicidad del diluvio, el relato del Génesis bien puede ser la amplificación de algún suceso local o el recuerdo de alguna catástrofe más amplia. Se conocen muchos relatos antiguos de diluvios, originados en culturas muy diferentes entre sí.

Una vez más olvidas lo que tantas veces hemos discutido antes. Los católicos no interpretamos la Biblia a la manera errónea de los protestantes fundamentalistas. El relato bíblico del diluvio no es un reportaje de la CNN. Es una narración cuyo único propósito es transmitir un mensaje religioso y salvífico. Ese mensaje está inspirado por Dios y es verdadero, más allá de que Noé sea un personaje histórico más o menos legendario o un personaje simbólico.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el día 17/01/2002).

viernes, enero 16, 2009

Verdad absoluta no equivale a verdad total


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado Z.:

Si "mi verdad" es distinta de "tu verdad" y no existe "la verdad" (absoluta), ¿para qué estamos dialogando?

Si no existe la posibilidad de resolver las discrepancias convenciendo al otro, entonces sólo queda vencerlo: el relativismo conduce a la violencia.

Es cierto que la verdad total nos supera a todos y cada uno de nosotros, pero nuestros distintos puntos de vista (bien utilizados) nos permiten descubrir distintos aspectos o partes de la verdad total: verdades “parciales”, no verdades opuestas entre sí. El mismo concepto de "verdades opuestas" es contradictorio y por lo tanto absurdo.

Una cosa es la verdad total y otra cosa muy distinta es el carácter absoluto de toda verdad. Por ejemplo, es absolutamente verdad para siempre que ahora estoy escribiéndote, pero esa verdad absoluta (incondicionada) no es la única verdad sobre mi persona; no constituye la verdad total sobre mí.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el día 31/01/2002).

La purificación de la Iglesia

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado C.:

Pensando un poco me di cuenta de cómo llegaste a interpretar erróneamente que yo había dicho que la Iglesia Católica no necesita ninguna purificación.

La Iglesia Católica es un organismo divino-humano compuesto por tres partes: la Iglesia militante o terrenal o peregrina (formada por los cristianos que vivimos aún en este mundo), la Iglesia purgante (las almas del Purgatorio) y la Iglesia triunfante o celestial (los bienaventurados que gozan de la visión de Dios en el Cielo).

Cuando se dice que la Iglesia es santa pero necesitada de purificación (como yo he dicho, siguiendo a la constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II) esto último se aplica a la Iglesia militante y a la Iglesia purgante.

Por otra parte escribí: "La Iglesia celestial ya no está necesitada de purificación". En el Cielo no hay más pecado, porque el Cielo es el Reino del Amor divino. Allí los santos viven eternamente el gozo de la perfecta unión con Dios y de una perfecta sociedad de hermanos.

Espero que esto aclare la confusión.

Un saludo fraternal de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el día 31/01/2002).

domingo, enero 11, 2009

Ciencia y Fe: los relatos bíblicos de la creación


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado RR:

No existe una discrepancia entre la ciencia y la fe cristiana en el tema que usted plantea [los relatos bíblicos de la creación del mundo], aunque sí entre la ciencia y una interpretación falsa de la Biblia, de corte fundamentalista.

La Biblia es un libro inspirado por Dios y por lo tanto enseña sin error la verdad. Pero, ¿de qué verdad se trata? Según la Iglesia Católica, se trata de la verdad religiosa que Dios ha querido revelarnos y transmitirnos para nuestra salvación.

La Biblia no es un libro de ciencia, aunque utilice los conocimientos científicos de la época en que fue escrita. Ni siquiera es propiamente un libro de historia, al menos en el sentido moderno de la palabra, porque su intención última no es enseñar historia, sino transmitir verdades religiosas manifestadas en la historia. Ya San Agustín (hacia el año 400) escribió que la Biblia no enseña cómo va el cielo sino cómo se va al cielo. Y el mismo Agustín vio que había pasajes de la Biblia que no debían ser interpretados de forma simple o directa, sino que tenían un significado simbólico.

Actualmente, después de siglos de estudios bíblicos profundos, se sabe que la Biblia no es un libro muy fácil de entender y que es necesario tener en cuenta el género literario y el contexto cultural de cada escrito para poder interpretarlo correctamente.

Por ejemplo, nadie diría que la parábola del hijo pródigo es falsa porque no existieron los protagonistas de la parábola ni los hechos narrados en ella. Se comprende fácilmente que una parábola es un género literario muy diferente de una crónica periodística.

Asimismo, los relatos de los primeros dos capítulos del Génesis son algo muy diferente de un texto científico. Transmiten verdades religiosas (Dios es el creador del universo, todo lo que Dios hizo es bueno, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, etc.) por medio de narraciones que, aunque utilizan elementos míticos, están totalmente "desmitologizadas". La Biblia “desmitologiza” los elementos naturales (sol, luna, etc.) al negar que sean divinos y enseñar que todos ellos son obra de Dios.

La Iglesia Católica reconoce la legítima autonomía de la ciencia. Calcular la edad del universo es tarea de la astronomía y de otras ciencias, no de la teología. Interpretar auténticamente la Biblia no es tarea de la ciencia, sino de la teología de la Iglesia, que cuenta para ello con la asistencia del Espíritu Santo.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

Mensaje enviado a la Pizarra de Religión de Starmedia el día 11/07/1999.

sábado, enero 10, 2009

Dos errores de Martín Lutero


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado RR:

Antes que nada quiero decir que respeto los buenos sentimientos y las opiniones sinceras de todas las personas que escriben en esta pizarra. Los señores F. y J. intentan expresar a su manera el mensaje de salvación del Evangelio, que también yo creo verdadero. A mi juicio, el problema es que ellos tienden a hacerlo de un modo fideísta, es decir privando a la fe del necesario apoyo de la razón. La Iglesia Católica siempre ha rechazado tanto el fideísmo (el aprecio de la fe unido al desprecio de la razón) como el racionalismo (el aprecio de la razón unido al desprecio de la fe). Sobre este tema el Papa Juan Pablo II escribió hace poco su carta encíclica Fides et Ratio (“Fe y Razón”), documento de una gran riqueza, cuya lectura recomiendo.

El origen del fideísmo moderno se puede rastrear en Martín Lutero, quien sostuvo que la razón humana era la prostituta del diablo. Esa afirmación manifiesta su profundo pesimismo antropológico. Según Lutero, después del pecado original la naturaleza humana está de tal modo corrompida que, incluso luego de la redención, cada acto humano, hasta el más elevado, es pecado. La justificación del hombre sería meramente extrínseca, de tal modo que los méritos de Cristo cubrirían como un manto la suciedad del hombre, que en el fondo permanecería.

La antropología católica es mucho más optimista. El hombre justificado es realmente santificado, más aún divinizado (como dijeron algunos Padres de la Iglesia), en la medida en que corresponde libremente a la gracia de Dios. La razón, como toda la naturaleza humana, ha sido herida por el pecado, pero conserva su orientación esencial a la verdad y su capacidad de alcanzarla. Además, la razón humana es elevada por la gracia a un conocimiento imperfecto pero verdadero de lo sobrenatural. La razón y la fe son dos modos de conocimiento dados por Dios al hombre. No se contradicen, porque la verdad no contradice a la verdad.

Otro grave error de Lutero fue su doctrina sobre el "libre examen" de la Biblia. Si -como afirma el principio luterano de la “sola Escritura”- la Divina Revelación es transmitida sólo por la Sagrada Escritura y no también por la Sagrada Tradición, entonces cada cristiano puede y debe interpretar correctamente por sí mismo la Biblia sin referencia a la Tradición de la Iglesia y sin el auxilio del Magisterio de la Iglesia. Ese “libre examen” es practicado ampliamente en miles de comunidades eclesiales protestantes, que así poco a poco tienden a fabricar una doctrina de la fe y de la moral a la medida de cada una de ellas. Seguramente el individualismo moderno, que considera al hombre aislado, sin una referencia esencial a la comunidad humana, tiene una de sus raíces principales en el individualismo protestante, que en el fondo tiende a separar la fe del cristiano de la fe de la comunidad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo.

Lo saludo cordialmente.
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado a la Pizarra de Religión de Starmedia el día 20/07/1999).

viernes, enero 09, 2009

¿Cómo creer en Dios?


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado G.:

Dios es un ser espiritual, de ahí que no sea posible captarlo con nuestros sentidos corporales. El hombre no conoce sólo a través de sus sentidos, sino que dispone también de la razón, que le permite elevarse de la experiencia sensible al conocimiento intelectual (metafísico).

Usted escribió que "las religiones nos piden creer en algo que no nos consta" (por experiencia directa). En realidad la enorme mayoría de las cosas que cualquier hombre sabe (comenzando por la identidad de sus padres), las ha conocido por "fe", es decir por confianza en el testimonio de otros. No concedemos ni denegamos nuestra "fe humana" arbitrariamente. Creemos cuando encontramos motivos suficientes de credibilidad. Algo análogo ocurre en el caso de la fe divina.

Usted preguntó por qué Dios "tiene a todos los hombres en un estado de confusión". No creo que ésa sea una descripción acertada del estado espiritual de toda la humanidad. Ciertamente hay muchos hombres en un estado de confusión, pero también hay muchos otros que creen en Dios con una fe firme. La fe es certeza absoluta. Así como un esposo confía plenamente en el amor de su esposa, y un amigo en la lealtad de otro amigo, el creyente confía absolutamente en la verdad de la Palabra de Dios y en el amor (imperceptible a la vista, como todo amor) que de mil modos diferentes Él le manifiesta cada día.

Usted escribió que "las religiones fueron creadas, no por Dios, sino por los hombres". Es fácil afirmarlo, pero habría que probarlo. Naturalmente, no todas las religiones tienen un origen divino, porque Dios no se contradice (dado que Él es la Verdad), pero ¿qué impide que Dios haya revelado a los hombres su misterio y haya establecido una relación de comunión con ellos? El hombre por sí mismo es incapaz de conocer ese misterio, pero Dios ha decidido darse a conocer a todos aquellos que lo busquen con corazón sincero.

Por último, no toda ideología es totalmente válida, como usted sugirió. Si así fuera, también sería válida la ideología que dice que no toda ideología es totalmente válida y caeríamos en el absurdo. La verdad existe y el hombre no debe dejar de buscarla, hasta que la encuentre.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado a la Pizarra de Religión de Starmedia el día 4/07/1999).

jueves, enero 08, 2009

El “libre examen” de la Biblia


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado IW:

Con respecto al rechazo católico al llamado "libre examen" de la Biblia, tal vez te confundió la terminología teológica, que tiene un sentido técnico preciso. Por supuesto, los católicos no nos oponemos a la libertad, tampoco en teología, pero obviamente hay interpretaciones de la Biblia que no pueden aspirar a llamarse "católicas". No se trata de que la Iglesia pretenda coartar la libertad de investigación que cada individuo tiene, sino de negar que el Espíritu Santo asiste a cada cristiano aislado para que encuentre el verdadero sentido de la Sagrada Escritura sin tomar en cuenta la Tradición eclesial y el Magisterio de la Iglesia.

Jesucristo confió a su Iglesia Católica entera (no a cada cristiano individual) la tarea de conservar el depósito de la fe y sólo ella tiene, como un don divino, la garantía de la indefectibilidad, es decir de no apartarse sustancialmente de la verdad revelada. Los razonamientos de un teólogo particular pueden ser útiles e interesantes, pero sólo el Magisterio de la Iglesia tiene el carisma de la enseñanza autorizada y auténtica, porque el Espíritu de Cristo la guía hasta la verdad completa.

Piensa que si Dios realmente quiso revelarse a Sí mismo en Jesucristo, es muy razonable creer que dotó del don de la infalibilidad a la Iglesia por Él fundada. De poco nos habría valido que se revelara hace 2000 años si no existiera hoy una autoridad infalible para determinar el contenido explícito o implícito de la Divina Revelación.

Te saludo cordialmente.
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado a la Pizarra de Religión de Starmedia el día 24/07/1999).

miércoles, enero 07, 2009

Las pruebas filosóficas de la existencia de Dios


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado C.:

En un escrito titulado Elementos de Teología Natural, publicado en Fe y Razón, he presentado y comentado sintéticamente las pruebas clásicas de la existencia de Dios, vale decir las “cinco vías” de Santo Tomás de Aquino.

Si lees ese escrito, podrás ver que la quinta vía permite concluir que la Causa Primera o el Ser Necesario es un Ser Inteligentísimo. Dicho telegráficamente, Dios no puede ser menos que nosotros, por lo cual no puede ser impersonal (aunque puede ser "supra-personal", en cierto sentido).

Que la existencia de Dios no es evidente no lo dijo sólo San Agustín, sino también Santo Tomás de Aquino. Salvando las enormes distancias, también yo he repetido lo mismo en mi escrito antes citado.

La validez de las pruebas de la existencia de Dios no depende de su aceptación universal. Por la naturaleza del asunto, en la decisión de aceptar o no la validez de las mismas intervienen también factores de orden moral. Se dice que “no hay peor ciego que el que no quiere ver” y esto nunca es más cierto que en este caso.

Que el universo tenga o no tenga un origen temporal no afecta en absoluto la validez de las cinco vías. La serie de causas que no puede ser infinita es una serie de causas actuales (no sucesivas), subordinadas las unas a las otras. En mi escrito he considerado la hipótesis que tú propones de una cadena circular de causas y la he refutado. Es absurda porque viola el principio de no-contradicción.

Todo ente tiene una razón de ser, pero hay dos clases de entes: los que tienen en sí mismos su propia razón de ser (entes incausados) y los que la tienen en otro ente (su causa). Las cinco vías de Tomás de Aquino parten del dato experimental de que hay entes causados y demuestran la existencia de un Ser Incausado, que llamamos "Dios". Luego Tomás desarrolla un conjunto de argumentos para demostrar los atributos divinos de este Ser Incausado.

Si partimos de la hipótesis de que el ente S no tiene en sí mismo su razón de ser y es por tanto causado, y luego explicamos su ser mediante una serie circular de causas, entonces resulta que S es causa del ser de S, por lo cual tiene en sí mismo su propia razón de ser, contra la hipótesis de partida. Pero no puede ser que S tenga en sí mismo su razón de ser y que no la tenga, porque eso es contradictorio. Dicho de otro modo: si la razón de ser de S es S' y la razón de ser de S' es S" y la razón de ser de S" es S, entonces la razón de ser de S es S, es decir que S tiene en sí mismo su razón de ser. Como esto es precisamente lo contrario de lo supuesto al principio, es absurdo.

En cuanto al origen temporal del universo, es un dato claro de la fe cristiana: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Génesis 1,1) significa que el universo no es eterno, sino que tuvo un comienzo temporal. De todos modos, hoy es más difícil que nunca sostener la eternidad del mundo, porque no sólo la Revelación judeo-cristiana la niega, sino que la misma ciencia parece excluirla. Lo que parecía natural en una visión estática del mundo se ha vuelto casi insostenible en la actual visión dinámica (evolutiva) del mundo.

Por otra parte, si defines "universo" como el conjunto de todo lo que es, incluyendo a Dios, es obvio que ese "universo" es eterno. Pero ésa no es la definición habitual y tiende a confundir dos cosas muy distintas: Dios eterno y el universo (en el sentido corriente) creado por Dios.

La fe no es una prueba de que Dios existe. Es la adhesión total de una persona a la Palabra de Dios que se nos revela en Cristo. Es confianza plena en Alguien que sabemos (racionalmente) que existe y que no puede engañarse ni engañarnos.

Recuerda que el punto de partida de las vías es que existe un ente S contingente, por ende causado, por lo tanto carente de razón de ser en sí mismo. Entonces tenemos que buscar su razón de ser, para explicar por qué existe en vez de no existir. Por el principio de causalidad, S debe tener una causa, que le da su razón de ser. Pero se trata de una causa actual, no pasada. No estamos buscando una sucesión de causas históricas sucesivas (algo así como una genealogía) sino una causa o sucesión de causas actuales, que existen ahora y ahora mismo dan su razón de ser a S.

Por otra parte, lo que podríamos llamar propiedad transitiva de la causalidad es evidente: Si A es causa de B y B es causa de C, A es causa de C (¡son causas actuales!). Si B no se explica por sí mismo, no puede ser la explicación última de C y entonces tengo que seguir buscando la razón de ser de C en A y así sucesivamente.

Definiendo el concepto de “causa” como lo definimos, es absurdo que un ente sea causa de sí mismo, porque entonces tendría que tener en sí mismo su razón de ser y a la vez no tenerla. Es lo que explico más detalladamente en mi artículo ¿Quién creó a Dios?, publicado en Fe y Razón.

Si por "inverificable" entendemos "inverificable por medio de la ciencia experimental", es claro que la existencia de Dios es inverificable, en ese sentido. La ciencia experimental excluye metodológicamente los aspectos espirituales y trascendentes de la realidad. No es de extrañar que, al cabo de su largo esfuerzo, un científico no encuentre directamente en su ciencia aquello que ha excluido de ella desde un principio; pero esto no significa que Dios sea racionalmente incognoscible. Para demostrar la tesis positivista de que Dios es racionalmente incognoscible habría que demostrar que el único conocimiento válido es el de las ciencias experimentales. Este postulado es uno de los talones de Aquiles del positivismo, porque ninguna ciencia particular demuestra que sólo existe el conocimiento de las ciencias particulares. Ésa es una afirmación filosófica, más aún, metafísica. No podemos escapar a la metafísica. Todos somos más o menos metafísicos. Algunos lo somos conscientemente y otros lo son inconscientemente. La forma peor y más peligrosa de hacer metafísica es hacerla inconscientemente, como tantos positivistas.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Este artículo resume ocho mensajes que envié a C. –un venezolano- a través del Foro de Religión de Starmedia del 30 de enero al 9 de febrero de 2002).

La libertad humana y la ley moral


Daniel Iglesias Grèzes

Todo hombre goza del libre albedrío, precioso don de Dios, quien nos ha creado a su imagen y semejanza.

El hombre es libre tanto cuando obra el bien como cuando obra el mal. En un caso crece como persona y en el otro se autodestruye. Aunque es verdad que la virtud libera y el vicio esclaviza, en definitiva nunca dejamos de ser libres y por lo tanto responsables de nuestros actos deliberados.

La ley moral no es una imposición externa, sino la ley natural que rige nuestro crecimiento interior en cuanto personas.

Dios respeta la libertad del hombre, condición de posibilidad de nuestra grandeza y de nuestra miseria. Si no tuviéramos la posibilidad del mal o pecado (en última instancia, del egoísmo), tampoco tendríamos la posibilidad del bien, o sea del amor.

La libertad no es el valor último y supremo. Este lugar lo ocupa el amor. Somos libres para poder amar. ¿Para qué es la vida sino para darla? El hombre busca auto-poseerse, liberándose de tantas cosas que lo oprimen, para poder darse a sí mismo. Esa auto-donación es el amor verdadero.

La auto-comunicación de Dios al hombre (que los cristianos llamamos "gracia") hace posible no sólo cumplir la ley moral (es decir, la santidad) sino también la real unión del hombre con Dios, o sea la salvación del hombre.

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el 6/12/2001).

Tres pruebas del amor de Dios

Daniel Iglesias Grèzes

Estimada D.:

Hay muchas pruebas del amor de Dios. Citaré sólo tres:

1) La creación: existimos porque somos amados por Dios, Padre todopoderoso y eterno, Creador del cielo y de la tierra.

2) La redención: tanto amó Dios al mundo, que no abandonó al hombre al poder del pecado y de la muerte, sino que envió a su Hijo único, Jesucristo, el Salvador del mundo, quien entregó su vida por amor a nosotros, para redimirnos.

3) La santificación: día tras día el Espíritu de Dios nos atrae hacia Sí de muchas maneras y nos impulsa a unirnos a Cristo en el amor y a crecer como personas.

Es posible experimentar el amor de Dios, pero hace falta abrirse a Él.

"Gustad y ved qué bueno es el Señor" (Salmos 33,9).

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias

(Mensaje enviado al Foro de Religión de Starmedia el 6/12/2001).

martes, enero 06, 2009

Los pecados de los católicos no invalidan el catolicismo


Daniel Iglesias Grèzes

Estimado RR:

Me pediste que ejemplifique lo que dije acerca de que en nombre de todos los ideales elevados se han cometido muchos crímenes. No me parece nada difícil hacerlo.

En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, se cortaron miles y miles de cabezas en Francia a fines del siglo XVIII.

En nombre de la justicia y de la liberación del proletariado, el comunismo mató a 100 millones de personas en el siglo XX en Rusia, China, Camboya y muchos otros sitios; y sigue produciendo víctimas a granel en los pocos países en que todavía subsiste.

En nombre de la fe en el único Dios, el Islam desarrolló la guerra santa que le permitió conquistar por la fuerza de la espada muchos territorios cristianos en muy poco tiempo en el siglo VII.

En nombre de la democracia, de la libertad y de todos los valores que quieras agregar, los Estados Unidos y otras naciones acaban de matar a muchas personas y a dejar a muchas otras sin bienes esenciales (incluyendo a los que debieron huir) en Yugoslavia.

¿Para qué proseguir? Fácilmente se ve que no sólo los católicos tienen que hacer un examen de conciencia. Los católicos ya nos hemos arrepentido de nuestras culpas pasadas. No son muchos los que se muestran dispuestos a hacer otro tanto, aunque también lo necesitarían.

En cuanto a la libertad religiosa, no cabe duda que el concepto moderno de libertad, por más secularizado que esté, debe muchísimo a la concepción cristiana sobre la dignidad inviolable de la persona humana, creada a imagen de Dios y llamada a la comunión con Él. Ciertamente hubo momentos en que la Iglesia Católica se opuso a ciertas libertades, pero fue sobre todo porque los liberales fueron muchas veces decididamente anticatólicos. El tiempo ha permitido ver con más claridad cuáles partes de la ideología liberal eran compatibles con el cristianismo y cuáles no. Tomemos por caso el liberalismo económico: la Iglesia Católica acepta la libertad económica, pero no desligada de la solidaridad social.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias.

Nota: Este mensaje fue enviado a la Pizarra de Religión de Starmedia el día 2/08/1999.

El problema del mal

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado RR:

No eres el primero ni serás el último en plantear el problema del mal: ¿Por qué un Dios bueno permite la existencia del mal en el mundo que Él creó? Tu error consiste en deducir la inexistencia de Dios a partir de la existencia del mal.

Hay muchas razones que conducen a creer en Dios. Simplificando, para no alargarme demasiado, podría decirse que, dada la existencia del mundo, hay dos hipótesis principales que intentan explicarla: la hipótesis de la fe permite comprender cuál es el origen y la finalidad de la materia, la vida y el pensamiento y da un sentido satisfactorio a cada ente; en cambio, la hipótesis atea convierte al mundo y a cada cosa en un absurdo y no logra explicar realmente nada. Un ser racional debería adoptar la hipótesis que funciona y rechazar la que no conduce a nada.

A continuación hago unas breves observaciones sobre el problema del mal.

No niego la existencia del mal pero, ¿por qué razón debería yo pedir cuentas a Dios (a quien le debo todo, y tanto bien) por la existencia del mal? ¿No es razonable pensar que Él tiene algún motivo para permitir el mal que de algún modo supera mi actual capacidad de comprensión? ¿Negarlo no es acaso poner a mi razón finita en el lugar de Dios y a Dios en el banquillo de los acusados? ¿No es infinitamente más lógico rechazar el racionalismo que negar la bondad de Dios?

Por otra parte, la fe permite relativizar el mal físico. El sufrimiento, el dolor y la muerte son males reales, pero no son la última palabra sobre nuestra existencia. Cristo no resolvió este problema de un modo abstracto, sino muriendo en la cruz por nuestra salvación, para darnos la vida eterna. Así nos mostró el valor redentor del sufrimiento.

El mal moral mantiene en cambio toda su gravedad, pero éste proviene claramente de la libertad del hombre. Dios respeta la libertad del hombre hasta tal punto que le permite incluso rechazarlo. Dios es amor y nos ha creado para el amor. Sólo si existe la libertad para el mal puede existir la libertad para el bien, es decir para el amor. En un mundo de robots no habría pecado, pero tampoco habría amor.

Un saludo cordial de
Daniel Iglesias.

Nota: Mensaje enviado a la Pizarra de Religión de Starmedia el día 2/08/1999.

lunes, enero 05, 2009

Carta a un fundamentalista anticatólico

Daniel Iglesias Grèzes

Estimado J.:

El Espíritu Santo guía a la Iglesia en todo tiempo y es, por así decir, el "alma" que le da vida y la santifica. La Iglesia es santa porque es obra de Dios tres veces Santo, no porque los hombres que la integramos seamos totalmente santos. En realidad todos nosotros hemos pecado y estamos necesitados de purificación, pero podemos decir con San Pablo que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Romanos 5,20).

Para ser católico no es necesario defender todas y cada una de las cosas que se han hecho en nombre de la Iglesia Católica a lo largo de sus dos mil años de historia y a lo ancho de los muchos países y culturas en las que ella se ha encarnado. También en nombre de otras realidades elevadas (la libertad, la democracia, etc.) se han cometido muchos crímenes, pero no por eso dejamos de apreciarlas. Al menos, de los pecados de los cristianos podemos decir que, aunque sean muchos, ninguno proviene del cristianismo, sino de su negación teórica o práctica, o de una mala comprensión del mismo.

En cuanto a la Inquisición, en la que usted hace tanto hincapié, hoy la Iglesia Católica rechaza sin dudas ni reticencias todos los crímenes que los inquisidores cometieron. Sin embargo, por respeto a la verdad histórica, hay que decir también que la Inquisición no mató a 50 millones de personas, como usted dice, sino a muchísimas menos, a lo largo de muchos siglos y en muchos países; y ciertamente no las mató por poseer una Biblia, sino por brujería o herejía, que entonces eran considerados delitos graves. Una "leyenda negra", creada y difundida interesadamente por protestantes y liberales, ha exagerado muchísimo el número de las víctimas de la Inquisición. No pretendo en absoluto minimizar el horror de lo ocurrido. No obstante, considero importante situarlo en sus verdaderas dimensiones. Los estudios actuales, hechos por investigadores serios (muchos de ellos no católicos) tienden a desestimar muchos aspectos de la "leyenda negra" sobre la Inquisición.

Tampoco es razonable juzgar a los inquisidores anacrónicamente, como si ellos hubieran sido subjetiva y plenamente culpables de haber combatido contra el derecho humano a la libertad religiosa, tal como hoy lo conocemos, con métodos que hoy -con justicia- consideramos erróneos. La pena de muerte era en aquella época (y lo fue hasta hace poco tiempo) una forma de castigo comúnmente aceptada. Es muy curioso ver cómo a menudo las mismas personas que exculpan a los aztecas por sus sacrificios humanos imaginan que todos los inquisidores eran sádicos. Lo más probable es que la mayoría de ellos fuesen sólo jueces que trataban de aplicar correctamente el derecho de su tiempo, que hoy nos resulta bárbaro, como tantas otras cosas de esa época remota.

Por otra parte, también los miembros de otras Iglesias o comunidades religiosas han cometido muchos errores y crímenes, pero eso no quita a priori a esas Iglesias o comunidades el derecho a ser escuchadas con respeto e imparcialidad.

El fin de la Edad Media y la Edad Moderna fueron tiempos de crisis y de grandes cambios en Europa. Aunque los católicos de entonces no están libres de culpa en las guerras de religión y otros males de la época, estudiando la historia de la Iglesia Católica se puede apreciar cómo la verdad y la santidad de Cristo nunca dejaron de brillar en ella con claridad.

Una acusación parecida a la que usted hace a la Iglesia Católica se podría hacer a cada cristiano: “¿Tú te dices hijo de Dios y crees que Dios habita en ti y has hecho esto y esto…?” Sin embargo, no es correcto mirar nuestra historia personal o social con los ojos de un Acusador (cf. Apocalipsis 12,10), y no ver también y sobre todo la gracia que Dios ha derramado sobre nosotros a cada paso, y a la que en mayor o menor grado hemos correspondido.

En cuanto a la Biblia, por más que esté divinamente inspirada, ciertamente no se interpreta sola, como usted pretende. Quizás el siguiente ejemplo lo haga pensar. En Mateo 16,18 Jesús dice a Pedro: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Si yo tuviera como guía en materia de fe sólo a la Sagrada Escritura (como quería Lutero) ¿cómo podría saber si, al decir "esta piedra", Jesús se refería a Sí mismo, a Pedro o a una piedra que estaba allí? ¿Hacia dónde apuntaba el dedo índice de Jesús en ese momento? Sólo Pedro y los demás apóstoles, testigos oculares del hecho narrado en el Evangelio, pudieron transmitir a los primeros cristianos -y éstos a las generaciones siguientes- el verdadero significado de esa expresión bíblica (y de muchas otras). En este simple ejemplo podemos apreciar el enorme valor de la Tradición eclesial como medio de transmisión de la Palabra de Dios.

A Jesucristo no se lo encuentra hoy sólo en un libro, por importante y sagrado que éste sea, porque Él es una Persona viva y vivificante. La Iglesia Católica, con plena conciencia de la pequeñez y fragilidad de sus miembros, tiene la misión de hacer presente hoy a Cristo en medio de los hombres, porque Él mismo lo quiso así.

¿Cómo sabría usted que la Biblia es Palabra de Dios si no fuera por el testimonio viviente de la Iglesia? Jesús dijo: "Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido" (Juan 5,31). Del mismo modo se podría decir: si sólo la Biblia diera testimonio de sí misma, su testimonio no sería válido. La Biblia no es mayor que Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne. En último análisis, la Biblia entera sólo nos habla de Cristo. Si no hubiera una Iglesia, es decir una asamblea de creyentes en Cristo, hoy la Biblia no sería más que un interesante libro de la antigüedad. Aunque cada libro de la Biblia dijera de sí mismo que es Palabra de Dios (cosa que no ocurre), eso no bastaría para fundamentar la fe en ella.

Es la Iglesia Católica la que, mediante su Tradición viva, transmitió en primer lugar el Evangelio de Jesucristo y compuso después los escritos del Nuevo Testamento. Es su valoración de la Biblia la que mueve a los cristianos a considerar sagrados los 73 libros que la componen. Los primeros libros del Nuevo Testamento se escribieron algunos años después de la Pascua de Cristo. Durante ese tiempo la Palabra de Dios se transmitió en la palabra y la vida de los cristianos, es decir de la Iglesia. Además, San Juan escribió al final de su Evangelio lo siguiente:
Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.” (Juan 21,25).
¿Acaso los apóstoles olvidaron enseguida todas esas “otras muchas cosas” y no transmitieron muchas de ellas a la primera generación cristiana, y ésta a las siguientes? ¿Acaso Jesús no se identificó con sus discípulos y les prometió su presencia y su ayuda (a través del Espíritu Santo) hasta el fin de los tiempos? ¿Cree usted que Jesús abandonó a la Iglesia que Él mismo fundó, incumpliendo así su promesa?

En último término, ¿por qué usted, J., habría de tener la razón en cuanto a la interpretación de la Biblia y no la Iglesia Católica, que tiene dos mil años de historia y de fidelidad a su Divino Fundador y más de mil millones de fieles? ¿Acaso Dios le concedió a usted, J., o a quienquiera que sea su maestro, el don de la infalibilidad? ¿No es bastante soberbio de su parte pretender que usted tiene la razón en materia de fe, en contra de la Iglesia de Cristo? ¿Quién da testimonio de usted, J., o de su Iglesia, si es que tiene una? Si es así, me gustaría mucho saber su nombre y algo de su historia: año de fundación, nombre de su fundador, etc. Supongo que usted tampoco la considerará infalible.

La Iglesia Católica cuenta con la promesa hecha por Cristo a San Pedro y a sus sucesores: los poderes del infierno no prevalecerán contra ella (cf. Mateo 16,18). Ella es "columna y fundamento de la verdad" (1 Timoteo 3,15) y "cuerpo de Cristo" (1 Corintios 12,27), como enseña San Pablo. A ella le prometió Jesús que el Espíritu Santo la guiará hasta la verdad completa (cf. Juan 16,13).

Usted insiste en que la Biblia se interpreta por sí misma; pero en verdad ningún libro (ni siquiera la Biblia) puede hacer tal cosa. Se requiere un esfuerzo intelectual del lector para comprenderla. Si la verdadera interpretación de la Biblia fuera siempre evidente, no existirían las interpretaciones erróneas de la Biblia y el protestantismo no se habría dividido en miles de Iglesias diferentes entre sí.

La interpretación de la Biblia no sólo no es siempre evidente, sino que a menudo es difícil. ¿Cómo podría ser de otro modo, tratándose de un amplio conjunto de libros escritos durante un período que va aproximadamente del año 1000 AC al 100 DC, en culturas muy diferentes a la nuestra, en lenguas que hoy pocos conocen? Sin duda el cristianismo requiere necesariamente la ciencia teológica. Esa ciencia es una de sus características peculiares.

Hay una teología católica y una teología protestante, pero esta última (que es muy valiosa) ha sido desarrollada por las Iglesias protestantes principales, que participan del movimiento ecuménico. Espero que usted me perdone, J., si le digo que ése no parece ser su caso. En cambio las sectas evangélicas y pentecostales no tienen una teología digna de ese nombre. Se han apartado de la gran tradición teológica cristiana e interpretan la Biblia de un modo fundamentalista, superficial, atado al sentido aparente de los textos, sin una exégesis correcta desde el punto de vista científico y teológico.

La reflexión teológica cristiana, al comprender cada vez mejor el sentido de la Sagrada Escritura, permite también un verdadero desarrollo doctrinal, que explicita consecuencias de la Divina Revelación que están contenidas en la Escritura sólo en forma implícita. La entera historia de la Iglesia Católica muestra la existencia de este proceso de desarrollo auténtico de la doctrina cristiana.

No sé si usted, como Lutero o Calvino, se adhiere al Credo de Nicea (compuesto por el primer concilio ecuménico, en el año 325). Si es así, usted cree que el Hijo único de Dios es "consubstancial" (en griego, homoousios) al Padre. En vano buscará en la Biblia el término "homoousios", porque no es un término bíblico, sino filosófico. Al utilizar este término, sin embargo, los Padres del Concilio de Nicea no se apartaron de la verdadera fe, sino que la expresaron con precisión teológica, para refutar el error de Arrio, quien negaba la divinidad del Hijo. Éste no es más que uno entre los miles de ejemplos que podrían citarse de desarrollos teológicos legítimos.

Al realizar esos desarrollos, la Iglesia Católica no inventó doctrinas nuevas, como usted dice, sino que, a la luz de la fe y utilizando el don de la razón, con la asistencia del Espíritu Santo, dedujo a partir de la Sagrada Escritura expresiones nuevas de la fe antigua. Sólo ella puede llevar a cabo este proceso con la garantía de no equivocarse en lo esencial, porque sólo ella -y no cada cristiano individual- ha recibido de Dios el don de la indefectibilidad.

La Iglesia Católica no sólo no reprime la lectura y el estudio de la Biblia (como usted dice), sino que los recomienda calurosamente a sus fieles. Tampoco coarta la libre investigación teológica, pero se reserva el derecho (muy razonable) de declarar incompatibles con la fe católica las eventuales proposiciones erróneas de teólogos individuales.

Lo que la Iglesia llama Tradición (con mayúscula) no debe confundirse con las tradiciones (con minúscula) cambiantes. Traditio significa entrega. La Sagrada Tradición es divina, apostólica y eclesiástica, porque se trata de la Gracia y la Verdad que Dios Padre entrega eternamente a su Hijo, que el Hijo encarnado entregó a sus apóstoles, que éstos entregaron a la Iglesia primitiva, y que la Iglesia Católica transmite con fidelidad de generación en generación, incansablemente. No hay ninguna oposición entre la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, porque ellas son dos modos de transmisión de una única Revelación Divina. En realidad, como ya le demostré, la Tradición es anterior a la Escritura y la legitima. En cuanto al Magisterio de la Iglesia, está totalmente al servicio de la Revelación y no por encima de ella. Como suele decir el Arzobispo de Montevideo (Mons. Nicolás Cotugno SDB), creer en los dogmas de la Iglesia es dejar que Dios tenga la primera y la última palabra en la vida del hombre. De modo que es totalmente falso que la Iglesia Católica o las Iglesias ortodoxas (cuya doctrina es muy similar a la católica y es seguida por muchos millones de fieles) enseñen un Evangelio diferente al de Jesucristo.

Usted dice que la historia de la Iglesia Católica equivale a 2000 años de persecución de la verdad. Para afirmar tal cosa hace falta ignorar casi todo sobre dicha historia. Usted olvida, por ejemplo, los millones de mártires que ha dado la Iglesia Católica. Los mártires católicos no provienen sólo de los tres primeros siglos de la era cristiana, sino de cada siglo, incluido el siglo XX. Usted olvida, además, que los protestantes también son responsables de muchos crímenes. Durante las guerras de religión del siglo XVII, los protestantes persiguieron y mataron a muchos católicos, no sólo en Gran Bretaña e Irlanda, sino en media Europa. También podría sorprenderle una comparación de la suerte corrida por los indígenas de Iberoamérica (defendidos de la opresión por eclesiásticos, unidos a los españoles y portugueses católicos por medio del mestizaje) y los de América del Norte (marginados y masacrados por los colonos protestantes). Protestantes fueron también muchos de los traficantes de esclavos africanos y muchos de los empresarios que explotaron a los proletarios durante la época más negra del capitalismo salvaje. No siento ningún rencor hacia los protestantes, J. Sólo le recuerdo algunos hechos para que usted vea que la culpa es algo muy bien repartido en el mundo, como cabe esperar en función del dogma del pecado original.

Se equivoca usted rotundamente al afirmar que los católicos cambiamos la Palabra de Dios por "cuentitos que no alimentan... (catecismos, etc.)". Si usted se tomara el trabajo de leer el Catecismo de la Iglesia Católica (una obra formidable) vería quizás con asombro cuán profundamente bíblica es su doctrina.

En cuanto a otras acusaciones groseras (que cambiamos la verdad por la mentira, que confiamos en otros dioses, que cambiamos los mandamientos de Dios, por lo cual el mundo se llenó de ateos, ¡que adoramos al Papa!, etc.) que usted efectúa gratuitamente, yo también las rechazo gratuitamente.

En una ocasión lamentable, usted mismo escribió que le costaba mucho amar a los católicos (no lo inventé yo). Me alegra saber que usted no expresó correctamente sus sentimientos. Su epílogo, sin embargo, no es muy caritativo, ya que compara a los católicos con un ladrón. Lo invito a examinarse para ver si no se estará dejando dominar por el fanatismo. En fin, J., todos sus mensajes evidencian su profundo desconocimiento del catolicismo. Quiera Dios abrir un día sus ojos y liberarlo de sus prejuicios anticatólicos.

Fraternalmente,
Daniel Iglesias.

Nota: Esta carta resume una serie de cartas intercambiadas en agosto y septiembre de 1999.

domingo, enero 04, 2009

La Asunción de María al Cielo

Daniel Iglesias Grèzes

Objeción: El dogma de la Ascensión implica que María se fue a un Cielo físico. Sin embargo ahora el Vaticano redefinió el Cielo y el Infierno, no como lugares físicos, sino como estados espirituales. Entonces, ¿qué fue de la Ascensión? Si el Vaticano toma en serio su nueva doctrina sobre el Cielo, no puede seguir sosteniendo la Ascensión como dogma de fe; y, por lo tanto, tampoco puede seguir sosteniendo la infalibilidad papal, invocada para definir el dogma de la Ascensión.

Respuesta:

Ante todo, aclaro una cuestión terminológica: la Iglesia proclama su fe en la Ascensión de Jesús y en la Asunción (no Ascensión) de María.

El dogma de la Asunción, definido por el Papa Pío XII en 1950, afirma que, al término de su vida terrena, la Virgen María fue asunta en cuerpo y alma al Cielo. Ahora bien, desde siempre lo sustancial de la doctrina cristiana sobre el Cielo es que se trata de la comunión con Dios en el amor, la participación en su vida divina y eterna. Lo accidental de la fe cristiana en el Cielo es la representación gráfica que la imaginación de los creyentes emplea para pensar sobre el Cielo o hablar de él, representación que es siempre inadecuada. “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman.” (1 Corintios 2,9).

Usted incurre en un doble error:

1. Por una parte, olvida que la Iglesia, cuando habla de la Ascensión de Jesucristo y de la Asunción de María, no se refiere a cuerpos normales, sino a cuerpos resucitados, sobre los cuales no rigen las leyes ordinarias de la naturaleza.

2. Por otra parte, olvida que la Iglesia, cuando habla del Cielo, no se refería antes ni se refiere ahora a una parte del universo material. No ha habido un cambio en la doctrina de la Iglesia católica sobre el Cielo, como usted afirma; a lo sumo ha cambiado la imaginación creyente, de acuerdo con la sensibilidad y el arte de cada época.

El Concilio de Nicea y la divinidad de Cristo

Daniel Iglesias Grèzes

Hay quienes sostienen que la fe cristiana en la divinidad de Cristo se originó en el Concilio de Nicea. Jesús de Nazaret habría sido sólo un hombre y el citado Concilio lo habría divinizado.

La finalidad principal del primer Concilio ecuménico, reunido en Nicea en el año 325, fue juzgar acerca de la ortodoxia o heterodoxia de la doctrina de Arrio, quien negaba la divinidad de Cristo. El Concilio de Nicea condenó el arrianismo y compuso un Credo de gran valor dogmático. Ese Credo, completado por el segundo concilio ecuménico (Constantinopla I, año 381) se reza todavía hoy a menudo en la Misa católica. Es conocido como Credo niceno-constantinopolitano.

Es obvio que el Concilio de Nicea no divinizó a Jesucristo: en primer lugar, porque Jesucristo ya era Dios y un Concilio no puede divinizar a nadie; y en segundo lugar, porque la divinidad de Cristo formaba parte de la fe cristiana desde el comienzo.

Muchos pasajes del Nuevo Testamento afirman explícitamente la divinidad de Cristo, por ejemplo Juan 1,1: "En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios". Y más adelante dice Juan 1,15: "Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros". Es un hecho cierto que el Evangelio de Juan fue redactado en el siglo I, entre otras cosas por el hallazgo del papiro Ryland.

Además, todo el Nuevo Testamento supone implícitamente la divinidad de Cristo. Aquí no puedo desarrollar este argumento, por lo cual me limito a señalar que el título de “Señor”, que el Nuevo Testamento atribuye a Jesús en numerosísimas ocasiones, afirma implícitamente su divinidad. No alude a un señorío cualquiera, sino que se refiere al señorío sin igual del mismo Dios. Como escribe San Pablo: “[hay] un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros” (1 Corintios 8,6).

Arrio negó la divinidad del Hijo porque prefirió la filosofía platónica a la Divina Revelación. El Concilio de Nicea rechazó su doctrina al afirmar que el Hijo es "consustancial al Padre" (expresión traducida a veces imperfectamente como "de la misma naturaleza que el Padre"). Al hacer esto, el Concilio no enseñó una verdad nueva, sino que expresó con precisión teológica la fe cristiana de siempre y profundizó su comprensión.

Se trata de un caso claro de desarrollo auténtico de la doctrina cristiana. Este fenómeno se ha dado a lo largo de toda la historia de la Iglesia: la Divina Revelación nos fue dada de una vez para siempre en Jesucristo; pero la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, va comprendiendo cada vez mejor esta verdad infinita que supera nuestra capacidad intelectual. Así el Espíritu Santo conduce a la Iglesia hasta la verdad completa. El desarrollo doctrinal no es pues innovación ni corrupción, sino la explicitación gradual del contenido implícito de la Revelación.

¿Cómo llegar a la certeza sobre la existencia de Dios?

Daniel Iglesias Grèzes

Pregunta: ¿Cómo es posible llegar a la certeza sobre la existencia de Dios, la verdadera religión y otras cuestiones semejantes? Veo que existen argumentos plausibles a favor y en contra de la fe católica, pero no logro decidirme por ninguna de las dos opciones. Entiendo la importancia de tomar una decisión, pero me encuentro confundido.

Respuesta:

Comprendo el problema que usted plantea y puedo imaginar lo importante que resulta para usted su solución. Le responderé brevemente desde la perspectiva de mi fe católica.

Los católicos creemos que hay dos formas o caminos para conocer a Dios: el camino de la razón y el camino de la fe.

Por la razón podemos conocer la existencia de Dios y algunos de sus atributos, como por ejemplo su bondad infinita, su omnisciencia, su omnipotencia, etc. Pero el camino de la razón, que es el de la filosofía, es difícil y está plagado de obstáculos. Nos permite apenas vislumbrar la luz de Dios y nos lleva, por así decir, hasta el umbral del misterio.

Pero existe también el camino de la fe, que nos introduce realmente en el misterio de Dios. Las religiones paganas son distintas expresiones de la búsqueda de Dios por parte del hombre (y en ese sentido tienen algunos valores positivos) pero en la religión judeocristiana hay algo absolutamente nuevo: es Dios mismo quien busca al hombre, se le manifiesta y le da a conocer su propio misterio. Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, nos revela la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre. Él está vivo, ha resucitado, y es posible -también para el hombre de hoy- encontrarse con Él y recibir de Él el don de la fe y la gracia del amor del Padre.

Para el católico, la fe no es cuestión de probabilidades, sino certeza plena. Es la adhesión gozosa del creyente a la persona de Jesucristo, adhesión que abarca al hombre entero, con todas sus facultades: inteligencia, voluntad, sentimientos, etc.

Entonces, ¿cuál podría ser mi consejo para alguien que se encuentra confundido sobre esta cuestión capital?

No deje de buscar la verdad. Es posible y necesario para el hombre buscarla y encontrarla; y la Verdad plena es Jesucristo. Intente conocer a Jesucristo: en la vida de la Iglesia, que lo hace presente hoy entre los hombres, en su doctrina, sus sacramentos y su oración, y en la Sagrada Escritura (toda ella nos habla de Cristo). Abra de par en par su alma a Cristo y se llenará con la plenitud de la gracia y la verdad.

sábado, enero 03, 2009

A los ateos militantes

Daniel Iglesias Grèzes

En los foros de religión en Internet abundan los propagandistas del ateísmo. A ellos les dedico especialmente este mensaje.

Se trata de una historia narrada por el filósofo judío Martin Buber, y dice así:

"Un racionalista, un hombre muy entendido, fue un día a disputar con un Zaddik con la idea de destruir sus viejas pruebas en favor de la verdad de su fe. Cuando entró en su aposento, lo vio pasear por la habitación, con un libro en las manos, y sumido en profunda meditación. Ni siquiera se dio cuenta de la llegada del forastero. Por fin, lo miró ligeramente y le dijo: "Quizás sea verdad". El entendido intentó en vano conservar la serenidad: El Zaddik le parecía tan terrible, su frase le pareció tan tremenda, que empezaron a temblarle las piernas. El rabí Levi Jizchak se volvió hacia él, lo miró fija y tranquilamente, y le dijo: "Amigo mío, los grandes de la Tora, con los que has disputado, se han prodigado en palabras; tú te has echado a reír. Ni ellos ni yo podemos poner a Dios y a su reino sobre el tapete de la mesa. Pero piensa en esto: quizás sea verdad". El racionalista movilizó todas sus fuerzas para contrarrestar el ataque; pero aquel "quizás", que de vez en cuando retumbaba en sus oídos, oponía resistencia."

Sé bien que enseguida los ateos militantes se sentirán tentados de responder: "Y tú piensa en esto: quizás el ateísmo sea verdad". Pero las respectivas situaciones del creyente y del incrédulo no son verdaderamente simétricas. Dios existe y es posible conocerLo por la razón y por la fe; y la fe es certeza plena: la persona que ha conocido a Dios y Lo ha recibido como un Don, no duda de Su existencia. La tentación de la duda podrá sobrevenirle alguna vez, pero la vencerá si permanece unido a Aquel que es principio, fundamento y sentido de todo su ser y de todo ser, y está más allá de todo ser finito. También podrá encontrar dificultades en su fe pero, como escribió el gran teólogo católico John Henry Newman, dificultad y duda son dos magnitudes inconmensurables. Mil dificultades no hacen una sola duda.

Tampoco son iguales las actitudes del cristiano y del incrédulo, cuando ambos intentan transmitir a otros sus respectivas creencias. El cristiano comunica una Buena Noticia (esto es lo que etimológicamente significa “Evangelio”), la Mejor Noticia: Dios existe, es nuestro Padre bueno y nos ama infinitamente. El ateo militante intenta difundir una noticia no sólo falsa, sino también tristísima: finalmente nada tiene sentido, todo se encamina a la muerte y el hombre es, al decir de Sartre, “una pasión inútil”. A menudo me pregunto qué es lo que mueve a algunos ateos a procurar con tanto ahínco la difusión de su "pésima noticia". ¿Estarán motivados por el amor a la verdad? Si así fuera, ellos inconscientemente estarían buscando a Dios, que es la Verdad suprema y fontal. ¿O estarán acaso motivados por el odio a la fe y, en definitiva, el odio a Dios? Eso podría ser su perdición. Ruego a Dios que tanto ellos como nosotros busquemos siempre la Verdad y que, al encontrarLa, La adoremos.

Fe y Razón

Daniel Iglesias Grèzes

A continuación ofrezco un breve resumen de algunos puntos fundamentales de la Carta Encíclica de Juan Pablo II Fides et Ratio sobre las relaciones entre Fe y Razón, del 14/09/1998.

1. El Papa Juan Pablo II invita al hombre contemporáneo a conocer la verdad plena sobre sí mismo por medio de la fe en Jesucristo, revelación de la sabiduría de Dios.

2. La cultura moderna se caracteriza por el drama de la separación entre la fe y la razón. El cristiano debe evitar dos errores opuestos: racionalismo y fideísmo. La razón prepara el camino de la fe, y ésta perfecciona a la razón. Es necesaria una evangelización de la cultura.

3. El filósofo cristiano debe tomar en cuenta las intervenciones del Magisterio sobre cuestiones filosóficas y la reflexión filosófica elaborada en la tradición cristiana.

4. Santo Tomás de Aquino es un modelo para los filósofos y teólogos cristianos. Logró una alta síntesis de la fe y la razón, respetando a ambas. Los teólogos cristianos deben valorar adecuadamente la filosofía y emplear una filosofía compatible con su fe.

5. La filosofía debe buscar la verdad y estar abierta al sentido trascendente de la existencia. Sólo así podrá descubrir cuál es el verdadero bien del hombre.

6. El Papa nos invita a prestar atención a la mentalidad positivista de la modernidad y la mentalidad nihilista de la postmodernidad.

7. La certeza sobre la verdad no conduce a la intolerancia sino que fundamenta el diálogo. La filosofía es para los cristianos -entre otras cosas- un ámbito de entendimiento y de diálogo evangelizador con los no creyentes.

jueves, enero 01, 2009

Mensaje de Benedicto XVI para la 42ª Jornada Mundial de la Paz

Hoy, 1º de enero, la Iglesia Católica celebra entre otras cosas la Jornada Mundial de la Paz. Recomiendo la lectura del mensaje de Su Santidad Benedicto XVI con motivo de dicha Jornada. El mensaje se titula "Combatir la pobreza, construir la paz" y subraya la necesidad de que el actual fenómeno de la globalización asuma decididamente connotaciones más solidarias.
Destaco la clarísima crítica del Papa al neo-malthusianismo (cf. n. 3) y la enérgica denuncia expuesta en el numeral siguiente:
"Además, los países aquejados de dichas pandemias [se refiere por ejemplo a la malaria, la tuberculosis y, sobre todo, el sida], a la hora de contrarrestarlas, sufren los chantajes de quienes condicionan las ayudas económicas a la puesta en práctica de políticas contrarias a la vida."
Para leer el Mensaje del Papa, por favor haga clic sobre el título de esta entrada.