sábado, abril 18, 2009

El milagro de los monos literatos (Parte 2)

Daniel Iglesias Grézes

Este artículo es una continuación de: Daniel Iglesias Grézes, Un argumento contra el neodarwinismo. El milagro de los monos literatos.

Para comenzar, recordemos la primera frase de la gran novela de Miguel de Cervantes, “Don Quijote de la Mancha”:
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.”

Esta frase consta de 177 caracteres, contando los espacios en blanco. Considerando únicamente las 27 letras simples del idioma español, más el espacio en blanco, el punto y la coma (y sin considerar, por ejemplo, los tildes), tenemos un conjunto de 30 caracteres.

El número de textos distintos que es posible formar combinando al azar 177 de esos caracteres es 30 exp (177). Dado que log 30 = 1,477 (aproximadamente), 30 exp (177) = 10 exp (1,477 x 177) = 10 exp (261) (aproximadamente).

Podemos hacernos una idea de la enormidad de este número si tomamos en cuenta que la cantidad total estimada de partículas subatómicas (protones, neutrones y electrones) del Universo es del orden de 10 exp (80). Véase por ejemplo:
http://www.portalplanetasedna.com.ar/cien03.htm

Esto significa que la probabilidad de que un mono dotado de una máquina de escribir tipee al primer intento la frase citada es muchísimo menor que la de que alguien, eligiendo al azar una de entre todas las partículas subatómicas del Universo, acierte a dar con una determinada arbitrariamente (la versión cósmica de “encontrar una aguja en un pajar”).

Más aún. Imaginemos, por puro afán especulativo, que existiese un mega-universo (o “universo de segundo orden”) formado por tantos “universos de primer orden” (semejantes al nuestro) como partículas subatómicas hay en nuestro universo. Dentro de ese imaginario mega-universo, nuestro universo sería relativamente tan pequeño como lo es un protón dentro del universo conocido. Pues bien, la cantidad total de partículas subatómicas en ese mega-universo sería del orden de 10 exp (80) x 10 exp (80), es decir 10 exp (160). Este número enormísimo es todavía mucho menor a la cantidad de textos posibles con 177 caracteres. Por lo tanto, aunque extendiéramos la “lotería cósmica” al nivel de ese imaginario macro-universo, la probabilidad de escoger la partícula subatómica correcta sería aún mucho mayor que la probabilidad de acierto de nuestro pobre “mono literato”.

Y si, dejando volar aún más nuestra imaginación, supusiéramos la existencia de un “universo de tercer orden”, formado por 10 exp (80) “universos de segundo orden”, la cantidad total de partículas subatómicas sería 10 exp (240), todavía muy inferior a la cantidad de permutaciones posibles de la primera frase de “Don Quijote de la Mancha”.

Ésa es la poderosísima razón que hace que cualquier ser humano, al ver un texto como el citado, adquiera en forma intuitiva e inmediata una certeza total de que dicho texto es el producto de un agente inteligente, no de ningún proceso puramente aleatorio, como el del “mono literato”. Por lo mismo, y con mayor razón aún (si cabe hablar así en este caso), esa certeza inconmovible es válida también ante el texto completo de “Don Quijote de la Mancha”, novela compuesta de miles de frases, de las cuales la citada es sólo la primera.

Pasemos ahora del ámbito de la información literaria al de la información biológica. Ésta está contenida fundamentalmente en las moléculas de ADN (Ácido Desoxirribo-Nucleico). El ADN almacena información –las instrucciones para ensamblar proteínas, que constituyen el principal componente de las células- bajo la forma de un código digital de cuatro caracteres: A, G, C y T, que corresponden respectivamente a la adenina, la guanina, la citosina y la timina, cuatro sustancias llamadas apropiadamente “bases” (cf. Lee Strobel, The Case for a Creator, Zondervan, Grand Rapids, Michigan, 2004, C. 9 – The Evidence of Biological Information: The Challenge of DNA and the Origin of Life).

El genoma de un virus puede estar compuesto, por ejemplo, por unas 20.000 bases. La cantidad total de permutaciones posibles de 20.000 bases es 4 exp (20.000). Dado que log 4 = 0,60206 (aproximadamente), resulta que 4 exp (20.000) = 10 exp (0,60206x20.000) = 10 exp (12.041) (aproximadamente). Este número es tan enorme que la probabilidad de que esta información biológica (tan genial como la información contenida en una obra maestra literaria) sea únicamente producto del azar (por ejemplo, de mutaciones genéticas aleatorias) es tan abismalmente baja que debe ser despreciada.

Si, finalmente, consideramos que el genoma humano está compuesto por unos tres mil millones de bases, por lo cual la cantidad total de permutaciones posibles es 4 exp (3.000.000.000) = 10 exp (1.806.180.000) (aprox.), podemos tomar conciencia de que la credulidad requerida para aceptar que el azar es la única causa del origen del genoma humano, como quiere el neodarwinismo, es realmente abismal, inconcebiblemente mayor que la requerida para creer en el “milagro de los monos literatos”.

La reflexión acerca de estos datos de la ciencia contemporánea es la razón fundamental que ha impulsado a Antony Flew, el filósofo ateo más famoso del mundo, a cambiar de idea y anunciar que ahora cree en la existencia de Dios, el Creador del mundo, de la vida y de la información genética contenida en los seres vivientes.

lunes, abril 13, 2009

La Iglesia Católica y las universidades católicas


Daniel Iglesias Grèzes

Me propongo comentar la parte final del editorial de la revista Lazos, Publicación de la Universidad Católica del Uruguay, Nº 9, diciembre de 2000 (página 2). Dicho editorial fue firmado por el Dr. José Luis Mendizábal SJ, en aquel entonces Rector de la referida Universidad. Reproduzco el texto del editorial en letras negritas, intercalando mis comentarios en letra normal.


"Ésas son las bases económicas, administrativas y humanas que hacen posible que una universidad sea un verdadero servicio educativo de calidad. Pero nosotros somos una Universidad Católica. Hay una identidad, una manera de ser en el mundo. Que no es mejor ni peor que otras, es distinta.”

El autor sostiene que la "manera de ser" católica no es mejor ni peor que las "maneras de ser" no católicas, es decir las “maneras de ser” atea, budista, musulmana, judía o protestante, por ejemplo. Esta afirmación indiferentista contradice la fe católica, que considera al cristianismo como la única religión verdadera, a la Iglesia Católica como la única Iglesia de Cristo, a Cristo como el único Salvador del mundo, a la fe cristiana como necesaria para la salvación, etc. Es verdad que dentro del amplio espacio de la ortodoxia caben distintos desarrollos y explicaciones teológicas de estos y de otros dogmas fundamentales, pero la tesis del autor excede el legítimo pluralismo teológico y se coloca claramente fuera de la cosmovisión católica.

Incluso restringiendo el sentido de la expresión "manera de ser" a las universidades, y dejando así de lado a las personas que las componen, resulta evidente que el Rector de una Universidad Católica debería estar convencido de que, ceteris paribus, una universidad católica es mejor que (por ejemplo) una universidad secularista. Cito en mi apoyo a un eminente teólogo católico:

"Digo entonces, que si una Universidad es, por su misma naturaleza, un lugar de instrucción donde es impartido el saber universal, y si en una cierta así llamada Universidad es excluido el argumento de la religión, es inevitable una de estas dos conclusiones: o, por un lado, que el campo de la religión está totalmente vacío de saber real; o, por el otro, que en tal Universidad es omitida una especial e importante rama del saber. Yo afirmo que el defensor de una tal institución debe consentir a esto o a aquello; él debe admitir, o que nosotros conocemos poco o nada acerca del Ser Supremo, o que su centro de instrucción se da un nombre que no corresponde a la realidad." (John Henry Newman, Idea de una Universidad, 66).

“Es un camino peculiar que la comunidad educativa de la Universidad Católica del Uruguay debe recorrer para justificar su propia pertinencia. Esto respetando y pidiendo respeto en una sociedad plural como la uruguaya, asumiendo la pluralidad en nuestras aulas,…”

Según el Dr. Mendizábal, la Universidad Católica debe asumir la pluralidad en sus aulas. Yo estoy de acuerdo si esto significa respetar a todas las personas, cualesquiera fueren sus creencias, pero no si esto significa poner en pie de igualdad todas las ideas, sean concordantes o discordantes con la fe católica que una Universidad Católica tiene el deber de irradiar. Por ejemplo, en una Universidad Católica no se puede -so pretexto de una pluralista libertad de cátedra- enseñar como verdadera la tesis freudiana de que la religión es una neurosis obsesiva que la humanidad padece de modo colectivo.

“… comprometidos con valores aceptados por todas las personas de buena voluntad.”

También me parece muy equívoca la afirmación de que la Universidad Católica debe comprometerse con los valores comunes a todas las personas de buena voluntad. Una Universidad Católica está comprometida con Jesucristo y con la difusión de Su Evangelio a toda criatura, no con un máximo común denominador ético. La religión cristiana no se reduce a una moral; y la doctrina moral católica es verdadera y relevante aunque no alcance el consenso de todos los hombres de buena voluntad.

“La Iglesia Católica tiene casi un milenio de experiencia sobre universidades, en su seno nació y se conoció el principio de autonomía, ya en el siglo trece. No todo en la Iglesia fue inquisición u oscurantismo.”

Aunque en rigor lógico el juicio "No todo en la Iglesia fue inquisición u oscurantismo" es verdadero, se trata de un caso flagrante de understatement. Es probable que la mayoría de los lectores interprete la frase en cuestión así: en la Iglesia hubo mucha oscuridad, pero también un poco de luz. Sin embargo, la verdad es que en la historia de la Iglesia abunda mucho más la luz que la oscuridad, la verdad que el error, la gracia que el pecado (cf. Romanos 5,20). El sincero reconocimiento de los errores y pecados de los hijos de la Iglesia no debe hacernos olvidar este hecho portentoso.

“La historia de las Universidades Católicas demuestra que también desde la fe, desde el ser creyentes se puede hacer ciencia, se puede vitalizar la cultura, se puede ser innovador."

De nuevo el autor se queda muy corto respecto a lo que cabría haber dicho sobre este tema. La fe no sólo no se opone a la razón, sino que la perfecciona. La tarea del creyente intelectual no es sólo vitalizar la cultura sino también evangelizarla, recrear una cultura cristiana.

“Un año termina, comienza un nuevo siglo. Que la verdad nos haga siempre libres como dice nuestro escudo. Una reflexión imperativa en el 15º aniversario de nuestra Universidad.”

Concluiré mi comentario con otra reflexión que se impone por sí misma. Efectivamente, el lema de la Universidad Católica del Uruguay es Veritas liberabit vos (“La verdad os hará libres” – Juan 8,32). Recordemos algo del contexto de esa frase: “Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres».” (Juan 8,31-32). Fácilmente se concluye que, desde la perspectiva de la fe cristiana, la verdad que nos liberará es sólo la verdad revelada por Cristo, la Verdad que Él mismo personifica.

domingo, abril 12, 2009

¡Felices Pascuas de Resurrección!



Secuencia del Domingo de Pascua
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

viernes, abril 10, 2009

Busco Tu rostro (San Anselmo de Canterbury)

Deja un momento tus ocupaciones habituales, hombre insignificante.
Entra un instante en ti mismo, apartándote del tumulto de tus pensamientos.
Arroja lejos de ti las preocupaciones agobiantes y aparta de ti las inquietudes que te oprimen.
Reposa en Dios un momento.
Descansa siquiera un momento en Él.
Entra en lo más profundo de tu alma.
Aparta de ti todo, excepto a Dios y todo lo que pueda ayudarte a alcanzarlo.
Cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio.
Di con todas tus fuerzas, di al Señor:
“Busco Tu rostro. Tu rostro busco, Señor”.
Y ahora, Señor y Dios mío, enséñame dónde y cómo tengo que buscarte, dónde y cómo Te encontraré.
Si no estás en mí, Señor, si estás ausente, ¿dónde Te buscaré?
Si estás en todas partes, ¿por qué no Te veo aquí presente?
Es cierto que Tú habitas en una luz inaccesible, pero ¿dónde está esa luz que no se extingue?
¿Cómo me aproximaré a ella?
¿Quién me guiará y me introducirá en esa luz para que en ella Te contemple?
¿Bajo qué signos, bajo qué aspectos Te buscaré?
Nunca Te he visto, Señor y Dios mío.
No conozco Tu rostro.
Dios Altísimo, ¿qué hará este desterrado lejos de Ti?
¿Qué hará este servidor Tuyo sediento de Tu amor, que se encuentra alejado de Ti?
Desea verte y Tu rostro está muy lejos de él.
Anhela acercarse a Ti y no puede acceder a Tu morada.
Anda en deseos de encontrarte e ignora dónde vives.
No suspira más que por Ti y jamás ha visto Tu rostro.
Señor, Tú eres mi Dios, Tú eres mi Señor y nunca Te he visto.
Tú me creaste y me redimiste, Tú me has dado todos los bienes que poseo y aún no Te conozco.
He sido creado para verte y todavía no he podido alcanzar el fin para el cual fui creado.
Y Tú, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros.
Colma nuestros deseos y seremos felices.
Sin Ti todo es hastío y tristeza.
Ten piedad de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos por llegar hasta Ti, ya que sin Ti nada podemos.
Enséñanos a buscarte.
Muéstrame Tu rostro, porque si Tú no me lo enseñas no puedo buscarte.
Te buscaré deseándote.
Te desearé buscándote.
Amándote, Te encontraré.
Encontrándote, Te amaré.

San Anselmo de Canterbury, Proslogion.

jueves, abril 09, 2009

Santa Catalina de Siena (29 de abril)

En el siglo XIV la Iglesia vivió una gran crisis. Un hecho simboliza esa crisis: desde 1304 la cristiandad no veía al Papa en la cátedra de San Pedro, en Roma. A partir de Clemente V, el Papa se estableció en Aviñón, donde estaba políticamente sometido al rey de Francia. Para enfrentar esa profunda crisis, la Providencia eligió a una joven analfabeta, Catalina.

En 1348 la epidemia de peste negra devastó Toscana. La ciudad de Siena perdió la mitad de sus habitantes. En ese año terrible nació en la familia Benincasa (tintoreros de Fontebranda) la hija número 24: Catalina.

La historia de Catalina muestra tangiblemente la acción del Espíritu Santo, capaz de tocar el corazón de cada uno y regenerar la vida cristiana.

Catalina nunca fue a la escuela. Le costó ser admitida en la Tercera Orden dominica, compuesta de seglares, pues era demasiado joven (16 años) y muy bella. Su madre, con gran tenacidad, intentó hasta último momento que Catalina se casara.

La fe de Catalina fue una fe sencilla, centrada en el “dulce Jesús”, la oración, el ayuno y la caridad vivida entre los enfermos, los leprosos y los presos. En torno a Catalina se reunió un grupo de persona (en su mayoría jóvenes) que la seguían a todas partes. Le llamaban “la hermosa cuadrilla”.

El 30 de diciembre de 1370 subió al trono pontificio el Papa Gregorio XI, quien no fue santo ni muy docto. Coaccionado por el rey de Francia y por el Colegio Cardenalicio (francés en su mayor parte), el Papa se encontraba atemorizado. Temía ser envenenado.

Catalina viaja a Aviñón para hablar con el Papa y le escribe centenares de cartas, exhortándolo a volver a Roma. Ella, que venera al sucesor de Pedro (lo llama “el dulce Cristo en la tierra”), también lo reprende, lo corrige y lo instruye con un vigor y una seguridad sorprendentes. A Catalina el Papa Gregorio XI le parece timorato y se le presenta como un hijo que confía sus cosas a su madre. A pesar de su poder absoluto, Gregorio XI reconoce que debe obedecer a Catalina. En esta historia sale a relucir la paradójica relación que existe, en la Iglesia, entre autoridad y santidad.

Catalina interviene en la elección de los cardenales y trata acuerdos políticos por cuenta del Papa. Lo guía: “Os ruego y os obligo… Venid Padre y no hagáis esperar más a los siervos de Dios que se afligen por el deseo. Venid y no pongáis resistencia a la voluntad de Dios que os llama” (a Roma).

Catalina pone en guardia al Papa contra los “consejeros del demonio” y los “lobos feroces que os pondrán la cabeza en el regazo como mansos corderos”. Le da consejos de alta política enseñándole un “santo engaño” para sustraerse al poder del Colegio Cardenalicio. Pero cuando ve temblar al Papa por miedo de que lo maten, lo exhorta: “Poneos como objeto este Cordero desangrado. En su sangre perderéis todo temor; os volveréis y seréis Pastor bueno que daréis la vida por vuestras ovejas”.

Ante los últimos obstáculos, Catalina se muestra dura con Gregorio XI: “Puesto que ello os ha dado autoridad y vos la habéis aceptado, debéis usar vuestra virtud y potencia; y no queriéndola usar sería mejor renunciar a la que habéis tomado: más honor para Dios y para vuestra alma sería… Yo en vuestro lugar temería que el Divino juicio cayese sobre mí”.

Por fin, la victoria: el Papa salió hacia Roma el 16 de septiembre de 1376, poniendo fin al funesto “cautiverio de Aviñón”. Dos años después murió y la Iglesia debió enfrentar el Cisma de Occidente; pero Catalina ha cumplido su misión. Extenuada por las enormes responsabilidades que el Papa le da, llamándola a Roma, muere el 29 de abril de 1380, llevando en su carne los estigmas del Crucificado: “He consumido mi vida y la he dado en la Iglesia y por la Iglesia”.

Fuente: Revista “30 Días en la Iglesia y en el Mundo”, Nº 43.
(Artículo resumido por Daniel Iglesias Grèzes).

miércoles, abril 08, 2009

Catecismo de la Iglesia Católica

Prólogo
I. La vida del hombre: conocer y amar a Dios
Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada. Por eso, en todo tiempo y en todo lugar, está cerca del hombre. Le llama y le ayuda a buscarlo, a conocerle y a amarle con todas sus fuerzas. Convoca a todos los hombres, que el pecado dispersó, a la unidad de su familia, la Iglesia. Lo hace mediante su Hijo que envió como Redentor y Salvador al llegar la plenitud de los tiempos. En él y por él, llama a los hombres a ser, en el Espíritu Santo, sus hijos de adopción, y por tanto los herederos de su vida bienaventurada.
Para que esta llamada resuene en toda la tierra, Cristo envió a los apóstoles que había escogido, dándoles el mandato de anunciar el evangelio: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,19-20). Fortalecidos con esta misión, los apóstoles "salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban" (Mc 16,20).
Quienes con la ayuda de Dios han acogido el llamamiento de Cristo y han respondido libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los apóstoles ha sido guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a transmitirlo de generación en generación, anunciando la fe, viviéndola en la comunión fraterna y celebrándola en la liturgia y en la oración (cf. Hch 2,42).
II. Transmitir la fe: la catequesis
Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de los esfuerzos realizados en la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin de que, por la fe, tengan la vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo (cf. Juan Pablo II, CT 1,2).
En un sentido más específico, "globalmente, se puede considerar aquí que la catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana" (CT 18).
(...)
III. Fin y destinatarios de este Catecismo
Este catecismo tiene por fin presentar una exposición orgánica y sintética de los contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica tanto sobre la fe como sobre la moral, a la luz del Concilio Vaticano II y del conjunto de la Tradición de la Iglesia. Sus fuentes principales son la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Liturgia y el Magisterio de la Iglesia. Está destinado a servir "como un punto de referencia para los catecismos o compendios que sean compuestos en los diversos países" (Sínodo de los Obispos 1985. Relación final II B A 4).
Este catecismo está destinado principalmente a los responsables de la catequesis: en primer lugar a los Obispos, en cuanto doctores de la fe y pastores de la Iglesia. Les es ofrecido como instrumento en la realización de su tarea de enseñar al Pueblo de Dios. A través de los obispos se dirige a los redactores de catecismos, a los sacerdotes y a los catequistas. Será también de útil lectura para todos los demás fieles cristianos.
IV. La estructura de este Catecismo
El plan de este catecismo se inspira en la gran tradición de los catecismos los cuales articulan la catequesis en torno a cuatro "pilares": la profesión de la fe bautismal (el Símbolo), los Sacramentos de la fe, la vida de fe (los Mandamientos), la oración del creyente (el Padre Nuestro).
Primera parte: la profesión de la fe
Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los hombres (cf. Mt 10,32; Rom 10,9). Para esto, el Catecismo expone en primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y la fe, por la cual el hombre responde a Dios (Sección primera). El Símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor, como Santificador y los articula en torno a los "tres capítulos" de nuestro Bautismo -la fe en un solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor y Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (Sección segunda).
Segunda parte: Los sacramentos de la fe
La segunda parte del catecismo expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas de la liturgia de la Iglesia (Sección primera), particularmente en los siete sacramentos (Sección segunda).
Tercera parte: La vida de fe
La tercera parte del catecismo presenta el fin último del hombre, creado a imagen de Dios: la bienaventuranza, y los caminos para llegar a ella: mediante un obrar recto y libre, con la ayuda de la ley y de la gracia de Dios (Sección primera); mediante un obrar que realiza el doblemandamiento de la caridad, desarrollado en los diez Mandamientos de Dios (Sección segunda).
Cuarta parte: La oración en la vida de la fe
La última parte del Catecismo trata del sentido y la importancia de la oración en la vida de los creyentes (Sección primera). Se cierra con un breve comentario de las siete peticiones de la oración del Señor (Sección segunda). En ellas, en efecto, encontramos la suma de los bienes que debemos esperar y que nuestro Padre celestial quiere concedernos.
(...)
VI. Las adaptaciones necesarias
El acento de este Catecismo se pone en la exposición doctrinal. Quiere, en efecto, ayudar a profundizar el conocimiento de la fe. Por lo mismo está orientado a la maduración de esta fe, su enraizamiento en la vida y su irradiación en el testimonio (cf. CT 20-22; 25).

Por su misma finalidad, este Catecismo no se propone dar una respuesta adaptada, tanto en el contenido cuanto en el método, a las exigencias que dimanan de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis. Estas indispensables adaptaciones corresponden a catecismos propios de cada lugar, y más aún a aquellos que toman a su cargo instruir a los fieles:
(...)
Por encima de todo, la Caridad. Para concluir esta presentación es oportuno recordar el principio pastoral que enuncia el Catecismo Romano:
"Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo se debe siempre hacer aparecer el Amor de Nuestro Señor a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el Amor, ni otro término que el Amor" (Catech. R., Prefacio, 10).
(Catecismo de la Iglesia Católica, Prólogo, nn. 1-5; 11-17; 23-25).

martes, abril 07, 2009

Veritatis Splendor (Juan Pablo II)


Daniel Iglesias Grèzes

En octubre de 1993 el Papa Juan Pablo II mandó publicar su décima carta encíclica, llamada Veritatis Splendor (“El esplendor de la verdad”), que trata sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia. Esta encíclica es una muy meditada exposición de los fundamentos de la moral cristiana. La elaboración de la Veritatis Splendor insumió seis años de trabajo al Sumo Pontífice y sus colaboradores. La publicación de la encíclica se demoró un año para que ésta apareciera después del Catecismo de la Iglesia Católica, que contiene una síntesis de toda la doctrina moral cristiana.

La encíclica Veritatis Splendor consta de una introducción, tres capítulos y una conclusión.

En la introducción, Juan Pablo II presenta a Jesucristo como “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Juan 1,9) y manifiesta el objetivo de la encíclica: “reflexionar sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia, con el fin preciso de recordar algunas verdades fundamentales de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas”.

El capítulo I es un bellísimo comentario al diálogo de Jesús con el joven rico (Mateo 19,16-22). El joven plantea a Jesucristo la cuestión moral: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” Jesús remite al joven a los mandamientos del Decálogo. El bien es reconocer a Dios como único Señor y obedecerlo, cumpliendo el doble mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo. Por último, Jesús invita al joven a emprender el camino de la perfección: seguir a Cristo, viviendo las actitudes de las Bienaventuranzas.

El capítulo II –titulado “No os conforméis a la mentalidad de este mundo” (Romanos 12,2)- es el más largo e importante. Allí el Papa critica a fondo algunas tendencias desviadas de la teología moral actual. Su argumentación está basada en el concepto de verdad. Cristo nos ha revelado la verdad sobre el bien del hombre, la verdad que nos hace libres (cf. Juan 8,32). El bien de la persona consiste en estar en la verdad y en realizar la verdad. A partir de esta base firme, Juan Pablo II plantea las estrechas relaciones (que no son de oposición) entre la libertad y la ley, entre la conciencia y la verdad, y entre la elección fundamental y los comportamientos concretos. Por último, vuelve a recordarnos que “no es lícito hacer el mal para lograr el bien”.

El capítulo III –titulado “Para no desvirtuar la cruz de Cristo” (1 Corintios 1,17)- trata acerca del bien moral en la vida de la Iglesia y del mundo. El Papa rechaza la radical separación que muchos pensadores actuales introducen entre la libertad y la verdad, y también entre la fe y la moral. De entre las muchas y valiosas enseñanzas de este denso capítulo, destaco las siguientes dos afirmaciones:
· Las normas morales universales e inmutables están al servicio de la persona y de la sociedad.
· La evangelización comporta también el anuncio y la propuesta moral.

Juan Pablo II concluye esta encíclica encomendando a María, Madre de misericordia, la vida moral de los creyentes y de los hombres de buena voluntad y las investigaciones de los estudiosos de la moral.

Recomiendo vivamente la lectura, la meditación y el estudio de esta rica y oportuna carta encíclica que el Señor regaló a toda su Iglesia por medio de un sucesor de San Pedro, para reafirmar los principios de la moral católica y defender y explicar sus fundamentos.

lunes, abril 06, 2009

Huellas de experiencia cristiana (Luigi Giussani)


Daniel Iglesias Grèzes

Breve reseña del libro: Luigi Giussani, Huellas de experiencia cristiana, Ediciones Encuentro, Madrid 1978.

Este libro es el testimonio de una vivencia. Ha abierto a muchos un camino de vida cristiana. Está vinculado a una experiencia eclesial: su autor es el sacerdote fundador del movimiento “Comunión y Liberación”, que desde Milán se ha extendido por gran parte del mundo y hoy está presente también en Uruguay.

Huellas de experiencia cristiana” es un libro recomendable para quienes buscan el sentido de la vida y la esencia del cristianismo. Plantea el problema del hombre y su esclarecimiento a la luz del encuentro con Cristo. Trata también acerca del don del Espíritu Santo, fundamento de la existencia cristiana. Finalmente, analiza también la metodología del anuncio cristiano.

Para aproximar al lector a este escrito nítido y profundo de Don Giussani, cito las palabras finales de la obra, que se refieren a la claridad que exige el anuncio cristiano:

“Asimismo se pueden buscar, tal vez con ansiedad y sagacidad, acomodaciones y camuflajes que corren el riesgo, demasiado fácilmente, de convertirse en compromisos de los que después es muy difícil librarse.

No debemos olvidarnos de que esta “mentalidad corriente” no existe sólo en los demás, sino que nos permeabiliza a nosotros hasta el fondo. Por eso el afrontarla con indecisión puede constituir una posición ruinosa para nosotros mismos.

Para ser honestos, en ciertos momentos, hay que encarar los problemas serios, no sólo en el ámbito de la propia conciencia, sino también en el diálogo con los otros.

Por eso se necesita la fuerza de oponerse, que es lo que Cristo nos ha pedido para hacernos entrar en el Reino:
“El que se avergonzare de mí delante de los hombres, también Yo me avergonzaré de él delante de mi Padre” (Mt 10,32).

Ánimo, es decir, coraje (
virtus, en latín): en el fondo lo que hace falta es un poco de aquella virtud con la que Mateo, Zaqueo y la Magdalena afirmaron su descubrimiento cristiano frente al ambiente en que estaban inmersos.

O, si se quiere, lo que necesitamos es renovar el testimonio de Esteban frente al Sanedrín: desafiar la opinión de todos para seguir a Jesús.”

domingo, abril 05, 2009

Hipótesis sobre Jesús (Vittorio Messori)

Daniel Iglesias Grèzes

Breve reseña del libro: Vittorio Messori, Hipótesis sobre Jesús, Ediciones Mensajero.

“Muchos ignoran que, a propósito de Jesús, se han hecho todas las hipótesis, se han refutado todas las objeciones, se han vuelto a repetir y a refutar sin fin. Cada palabra del Nuevo Testamento ha sido pasada por la criba millares de veces; entre los textos escritos de todos los tiempos y países, el Nuevo Testamento constituye con mucho el más estudiado, y con mayor encarnizamiento, de todos.” (op. cit.).

Vittorio Messori proviene del campo de la duda y la indiferencia religiosa. Periodista de profesión, emprendió un día, como un trabajo periodístico más, la tarea de sintetizar los resultados de los debates acerca de Jesús de los estudiosos del nuevo Testamento, debates que se han desarrollado desde el siglo XVII hasta hoy. Pronto quedó fascinado por el tema. Al término de diez años de investigación, Messori -hoy católico- escribió este libro para contagiar a otros su lúcida convicción de que por lejos la más razonable entre las “hipótesis sobre Jesús” es la de que Jesús de Nazaret es el Cristo y el Hijo de Dios.

El autor presenta con honestidad los principales argumentos que han sido manejados en torno al misterio más decisivo de la historia. Reduce las innumerables tentativas de explicación del enigma de Jesús a tres posibles soluciones fundamentales:

· La “hipótesis crítica” afirma que en los orígenes de la fe cristiana se encuentra un hombre que vivió realmente, un cierto Jesús; un hombre ciertamente excepcional, pero sin absolutamente ningún carácter sobrenatural. Jesús no fue sino un simple hombre a quien se divinizó progresivamente.
· La “hipótesis mítica” sustituye la historia de Jesús por el mito de Jesús. En los orígenes del cristianismo no encontramos unos acontecimientos reales; no hay hombre alguno. Lo que hay es el mito de un dios que se encarna, sufre, muere y resucita por la salvación de los hombres. Jesús no es sino un dios progresivamente humanizado.
· La “hipótesis de la fe” sigue sosteniendo con firmeza que los cuatro Evangelios tienen carácter histórico y transmiten con fidelidad lo que Jesús, el Hijo de Dios, efectivamente enseñó e hizo durante su vida entre los hombres (cf. Concilio Vaticano II, constitución Dei Verbum, n. 19).

Messori expone objetivamente las grandes tribulaciones de la hipótesis crítica y de la hipótesis mítica (esta última, prácticamente desacreditada hoy día) y fundamenta racionalmente la credibilidad de la hipótesis de la fe.

Un libro inteligente, bello y sincero, dedicado a Blaise Pascal, uno de cuyos “Pensamientos” desencadenó la apasionada búsqueda del tesoro que cambió la vida del autor y dio lugar a esta obra tan singular.

sábado, abril 04, 2009

Las crisis en la Iglesia (Jean Guitton)

Daniel Iglesias Grèzes

Breve reseña de: Jean Guitton, Las crisis en la Iglesia, Emecé Editores, 1984.

En este notable ensayo, Jean Guitton estudia y explica las principales crisis que la Iglesia Católica ha sufrido a lo largo de su historia, desde los orígenes del cristianismo hasta la época contemporánea. Guitton analiza sucesivamente las crisis provocadas por el judaísmo, la gnosis, el arrianismo, el islamismo, los cátaros y la reforma protestante; por último trata también sobre la actual crisis de la Iglesia.

Cada una de las grandes “herejías” es una verdad parcial separada de la Verdad sintética y total de la religión católica. La Iglesia Católica es guiada por el Espíritu Santo “hasta la verdad completa” (Juan 16,13). El Concilio Vaticano II reavivó la esperanza, nunca abandonada, de que algún día se llegue a lograr la reintegración a la unidad católica de todos los hermanos cristianos separados.

Filósofo, historiador, espectador privilegiado del último Concilio y gran amigo del Papa Pablo VI, Jean Guitton aportó, por medio de este libro, unas reflexiones de gran actualidad.

Para ofrecer al lector una primera aproximación a este escrito, reproduzco el final de su último capítulo:

“Echo una última mirada a esta obra. Si quisiera resumirla en pocas palabras, diría que en ella he examinado una tras otra (y más secretamente en conjunto) esas grandes opciones parciales que jalonan la historia de la humanidad desde hace veinte siglos, un lapso quizá pequeñísimo. (…)

Creo haber comprobado que, en cada una de esas opciones, hay una parte de negación y otra de afirmación. Las afirmaciones me han parecido convergentes y capaces de integrarse en una Unidad más rica, siempre y cuando se las separase de las negaciones. En ocasiones, he tenido la impresión de que las negaciones eran recíprocamente contrarias y, por ende, se destruían unas a otras, dibujando con su negro contorno un núcleo de luz sumido en las sombras que es el verdadero misterio, la morada del Todo, y que permanecerá opaco para nosotros hasta que nos encontremos ante él. Si cada fragmento de lo Verdadero total, exaltado por una opción exclusiva, es tan embriagador, ¡cuánto más lo serán todos los fragmentos reunidos en el Todo!”

viernes, abril 03, 2009

Las evidencias a favor de un Creador (Lee Strobel)

El enlace del título apunta hacia el texto original completo (en inglés) del libro de Lee Strobel "The Case for a Creator". En este libro el periodista Strobel (ex-ateo) entrevista a varios de los principales científicos que integran el pujante movimiento norteamericano llamado "Intelligent Design" (Diseño Inteligente), presentando numerosos e interesantísimos datos provenientes de recientes descubrimientos de las ciencias (cosmología, física, astronomía, bioquímica, biología, neuropsiquiatría, etc.) que sugieren con mucha fuerza que el Universo fue creado por un Ser Inteligentísimo. Un libro muy estimulante, convincente y recomendable.