martes, abril 07, 2009

Veritatis Splendor (Juan Pablo II)


Daniel Iglesias Grèzes

En octubre de 1993 el Papa Juan Pablo II mandó publicar su décima carta encíclica, llamada Veritatis Splendor (“El esplendor de la verdad”), que trata sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la Iglesia. Esta encíclica es una muy meditada exposición de los fundamentos de la moral cristiana. La elaboración de la Veritatis Splendor insumió seis años de trabajo al Sumo Pontífice y sus colaboradores. La publicación de la encíclica se demoró un año para que ésta apareciera después del Catecismo de la Iglesia Católica, que contiene una síntesis de toda la doctrina moral cristiana.

La encíclica Veritatis Splendor consta de una introducción, tres capítulos y una conclusión.

En la introducción, Juan Pablo II presenta a Jesucristo como “luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Juan 1,9) y manifiesta el objetivo de la encíclica: “reflexionar sobre el conjunto de la enseñanza moral de la Iglesia, con el fin preciso de recordar algunas verdades fundamentales de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas”.

El capítulo I es un bellísimo comentario al diálogo de Jesús con el joven rico (Mateo 19,16-22). El joven plantea a Jesucristo la cuestión moral: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” Jesús remite al joven a los mandamientos del Decálogo. El bien es reconocer a Dios como único Señor y obedecerlo, cumpliendo el doble mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo. Por último, Jesús invita al joven a emprender el camino de la perfección: seguir a Cristo, viviendo las actitudes de las Bienaventuranzas.

El capítulo II –titulado “No os conforméis a la mentalidad de este mundo” (Romanos 12,2)- es el más largo e importante. Allí el Papa critica a fondo algunas tendencias desviadas de la teología moral actual. Su argumentación está basada en el concepto de verdad. Cristo nos ha revelado la verdad sobre el bien del hombre, la verdad que nos hace libres (cf. Juan 8,32). El bien de la persona consiste en estar en la verdad y en realizar la verdad. A partir de esta base firme, Juan Pablo II plantea las estrechas relaciones (que no son de oposición) entre la libertad y la ley, entre la conciencia y la verdad, y entre la elección fundamental y los comportamientos concretos. Por último, vuelve a recordarnos que “no es lícito hacer el mal para lograr el bien”.

El capítulo III –titulado “Para no desvirtuar la cruz de Cristo” (1 Corintios 1,17)- trata acerca del bien moral en la vida de la Iglesia y del mundo. El Papa rechaza la radical separación que muchos pensadores actuales introducen entre la libertad y la verdad, y también entre la fe y la moral. De entre las muchas y valiosas enseñanzas de este denso capítulo, destaco las siguientes dos afirmaciones:
· Las normas morales universales e inmutables están al servicio de la persona y de la sociedad.
· La evangelización comporta también el anuncio y la propuesta moral.

Juan Pablo II concluye esta encíclica encomendando a María, Madre de misericordia, la vida moral de los creyentes y de los hombres de buena voluntad y las investigaciones de los estudiosos de la moral.

Recomiendo vivamente la lectura, la meditación y el estudio de esta rica y oportuna carta encíclica que el Señor regaló a toda su Iglesia por medio de un sucesor de San Pedro, para reafirmar los principios de la moral católica y defender y explicar sus fundamentos.

No hay comentarios.: