lunes, diciembre 28, 2009

Elementos para la Catequesis Prebautismal

Credo de los Apóstoles

Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.

Amén.

***

Credo de Nicea-Constantinopla

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.

Amén.

*****

Los diez mandamientos

1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
3. Santificarás las fiestas.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
5. No matarás.
6. No cometerás actos impuros.
7. No robarás.
8. No darás falso testimonio ni mentirás.
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10. No codiciarás los bienes ajenos.

***

Los cinco preceptos de la Iglesia

1) Participar en la Misa todos los domingos y fiestas de guardar, y no realizar trabajos y actividades que puedan impedir la santificación de estos días.
2) Confesar los propios pecados, mediante el sacramento de la Reconciliación al menos una vez al año.
3) Recibir el sacramento de la Eucaristía al menos en Pascua.
4) Abstenerse de comer carne y observar el ayuno en los días establecidos por la Iglesia.
5) Ayudar a la Iglesia en sus necesidades materiales, cada uno según sus posibilidades.

***

Padre nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Amén.

*****

Los siete sacramentos de la Iglesia

Bautismo
Confirmación
Eucaristía
Penitencia
Unción de los enfermos
Orden
Matrimonio

***

El sacramento del Bautismo

252. ¿Con qué nombres se conoce el primer Sacramento de la iniciación?
El primer sacramento de la iniciación recibe, ante todo, el nombre de Bautismo, en razón del rito central con el cual se celebra: bautizar significa «sumergir» en el agua; quien recibe el bautismo es sumergido en la muerte de Cristo y resucita con Él «como una nueva criatura» (2 Co 5, 17). Se llama también «baño de regeneración y renovación en el Espíritu Santo» (Tt 3, 5), e «iluminación», porque el bautizado se convierte en «hijo de la luz» (Ef 5, 8).

253. ¿Cómo se prefigura el Bautismo en la Antigua Alianza?
En la Antigua Alianza se encuentran varias prefiguraciones del Bautismo: el agua, fuente de vida y de muerte; el arca de Noé, que salva por medio del agua; el paso del Mar Rojo, que libera al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto; el paso del Jordán, que hace entrar a Israel en la tierra prometida, imagen de la vida eterna.

254. ¿Quién hace que se cumplan estas prefiguraciones?
Estas prefiguraciones del bautismo las cumple Jesucristo, el cual, al comienzo de su vida pública, se hace bautizar por Juan Bautista en el Jordán; levantado en la cruz, de su costado abierto brotan sangre y agua, signos del Bautismo y de la Eucaristía, y después de su Resurrección confía a los Apóstoles esta misión: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19-20).

255. ¿Desde cuándo y a quién administra la Iglesia el Bautismo?
Desde el día de Pentecostés, la Iglesia administra el Bautismo al que cree en Jesucristo.

256. ¿En qué consiste el rito esencial del Bautismo?
El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

257. ¿Quién puede recibir el Bautismo?
Puede recibir el Bautismo cualquier persona que no esté aún bautizada.

258. ¿Por qué la Iglesia bautiza a los niños?
La Iglesia bautiza a los niños puesto que, naciendo con el pecado original, necesitan ser liberados del poder del maligno y trasladados al reino de la libertad de los hijos de Dios.

259. ¿Qué se requiere para ser bautizado?
A todo aquel que va a ser bautizado se le exige la profesión de fe, expresada personalmente, en el caso del adulto, o por medio de sus padres y de la Iglesia, en el caso del niño. El padrino o la madrina y toda la comunidad eclesial tienen también una parte de responsabilidad en la preparación al Bautismo (catecumenado), así como en el desarrollo de la fe y de la gracia bautismal.

260. ¿Quién puede bautizar?
Los ministros ordinarios del Bautismo son el obispo y el presbítero; en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de necesidad, cualquiera puede bautizar, siempre que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia. Éste derrama agua sobre la cabeza del candidato y pronuncia la fórmula trinitaria bautismal: «Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

261. ¿Es necesario el Bautismo para la salvación?
El Bautismo es necesario para la salvación de todos aquellos a quienes el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento.

262. ¿Hay salvación posible sin el Bautismo?
Puesto que Cristo ha muerto para la salvación de todos, pueden salvarse también sin el Bautismo todos aquellos que mueren a causa de la fe (Bautismo de sangre), los catecúmenos, y todo aquellos que, bajo el impulso de la gracia, sin conocer a Cristo y a la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad (Bautismo de deseo). En cuanto a los niños que mueren sin el Bautismo, la Iglesia en su liturgia los confía a la misericordia de Dios.

263. ¿Cuáles son los efectos del Bautismo?
El Bautismo perdona el pecado original, todos los pecados personales y todas las penas debidas al pecado; hace participar de la vida divina trinitaria mediante la gracia santificante, la gracia de la justificación que incorpora a Cristo y a su Iglesia; hace participar del sacerdocio de Cristo y constituye el fundamento de la comunión con los demás cristianos; otorga las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. El bautizado pertenece para siempre a Cristo: en efecto, queda marcado con el sello indeleble de Cristo (carácter).

264. ¿Cuál es el significado del nombre cristiano recibido en el Bautismo?
El nombre es importante porque Dios conoce a cada uno por su nombre, es decir, en su unicidad. Con el Bautismo, el cristiano recibe en la Iglesia el nombre propio, preferiblemente de un santo, de modo que éste ofrezca al bautizado un modelo de santidad y le asegure su intercesión ante Dios.

(Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 252-264).

Para profundizar: Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1213-1284; Código de Derecho Canónico, cc. 849-878.

***

Los ritos del Bautismo

1234 El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza en cada nuevo bautizado.

1235 La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz.

1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada sacramental en la vida de fe.

1237 Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6,17).

1238 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con ella "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn 3,5).

1239 Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima Trinidad a través de la configuración con el Misterio pascual de Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.

1240 En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del ministro: "N, Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". En las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia el Oriente, el sacerdote dice: "El siervo de Dios, N., es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Y mientras invoca a cada persona de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el agua y lo saca de ella.

1241 La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey (cf. OBP nº 62).

1242 En la liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el sacramento de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia una segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la Confirmación que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud a la unción bautismal.

1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,14; cf Flp 2,15). El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Unico. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro.

1244 La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial, el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y recibe el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una conciencia viva de la unidad de la iniciación cristiana por lo que dan la sagrada comunión a todos los nuevos bautizados y confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando las palabras del Señor: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14). La Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía acercando al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.

1245 La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.

(Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1234-1245).

domingo, diciembre 27, 2009

Curso de Introducción a la Teología Moral

En marzo de 2009 el Lic. Néstor Martínez y yo dictamos un curso de Introducción a la Teología Moral en la Facultad de Teología del Uruguay "Monseñor Mariano Soler", para tres grupos del trienio de "Teología para Laicos". El curso estuvo compuesto por cinco clases. El enlace del título conduce a una página de Slideshare donde están publicadas las cinco presentaciones que utilizamos en ese curso.

sábado, diciembre 26, 2009

Sacramento de la caridad (Benedicto XVI)

94. Queridos hermanos y hermanas, la Eucaristía es el origen de toda forma de santidad, y todos nosotros estamos llamados a la plenitud de vida en el Espíritu Santo. ¡Cuántos santos han hecho auténtica su propia vida gracias a su piedad eucarística! De san Ignacio de Antioquía a san Agustín, de san Antonio abad a san Benito, de san Francisco de Asís a santo Tomás de Aquino, de santa Clara de Asís a santa Catalina de Siena, de san Pascual Bailón a san Pedro Julián Eymard, de san Alfonso María de Ligorio al beato Carlos de Foucauld, de san Juan María Vianney a santa Teresa de Lisieux, de san Pío de Pietrelcina a la beata Teresa de Calcuta, del beato Piergiorgio Frassati al beato Iván Merz, sólo por citar algunos de los numerosos nombres, la santidad ha tenido siempre su centro en el sacramento de la Eucaristía.

Por eso, es necesario que en la Iglesia se crea realmente, se celebre con devoción y se viva intensamente este santo Misterio. El don de sí mismo que Jesús hace en el Sacramento memorial de su pasión, nos asegura que el culmen de nuestra vida está en la participación en la vida trinitaria, que en él se nos ofrece de manera definitiva y eficaz. La celebración y adoración de la Eucaristía nos permiten acercarnos al amor de Dios y adherirnos personalmente a él hasta unirnos con el Señor amado. El ofrecimiento de nuestra vida, la comunión con toda la comunidad de los creyentes y la solidaridad con cada hombre, son aspectos imprescindibles de la logiké latreía, del culto espiritual, santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1), en el que toda nuestra realidad humana concreta se transforma para su gloria. Invito, pues, a todos los pastores a poner la máxima atención en la promoción de una espiritualidad cristiana auténticamente eucarística. Que los presbíteros, los diáconos y todos los que desempeñan un ministerio eucarístico, reciban siempre de estos mismos servicios, realizados con esmero y preparación constante, fuerza y estímulo para el propio camino personal y comunitario de santificación. Exhorto a todos los laicos, en particular a las familias, a encontrar continuamente en el Sacramento del amor de Cristo la fuerza para transformar la propia vida en un signo auténtico de la presencia del Señor resucitado. Pido a todos los consagrados y consagradas que manifiesten con su propia vida eucarística el esplendor y la belleza de pertenecer totalmente al Señor.

95. A principios del siglo IV, el culto cristiano estaba todavía prohibido por las autoridades imperiales. Algunos cristianos del Norte de África, que se sentían en la obligación de celebrar el día del Señor, desafiaron la prohibición. Fueron martirizados mientras declaraban que no les era posible vivir sin la Eucaristía, alimento del Señor: sine dominico non possumus.[252] Que estos mártires de Abitinia, junto con muchos santos y beatos que han hecho de la Eucaristía el centro de su vida, intercedan por nosotros y nos enseñen la fidelidad al encuentro con Cristo resucitado. Nosotros tampoco podemos vivir sin participar en el Sacramento de nuestra salvación y deseamos ser iuxta dominicam viventes, es decir, llevar a la vida lo que celebramos en el día del Señor. En efecto, este es el día de nuestra liberación definitiva. ¿Qué tiene de extraño que deseemos vivir cada día según la novedad introducida por Cristo con el misterio de la Eucaristía?
96. Que María Santísima, Virgen inmaculada, arca de la nueva y eterna alianza, nos acompañe en este camino al encuentro del Señor que viene. En Ella encontramos la esencia de la Iglesia realizada del modo más perfecto. La Iglesia ve en María, « Mujer eucarística » —como la llamó el Siervo de Dios Juan Pablo II [253]—, su icono más logrado, y la contempla como modelo insustituible de vida eucarística. Por eso, disponiéndose a acoger sobre el altar el « verum Corpus natum de Maria Virgine », el sacerdote, en nombre de la asamblea litúrgica, afirma con las palabras del canon: « Veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor ».[254] Su santo nombre se invoca y venera también en los cánones de las tradiciones cristianas orientales. Los fieles, por su parte, « encomiendan a María, Madre de la Iglesia, su vida y su trabajo. Esforzándose por tener los mismos sentimientos de María, ayudan a toda la comunidad a vivir como ofrenda viva, agradable al Padre ».[255] Ella es la Tota pulchra, Toda hermosa, ya que en Ella brilla el resplandor de la gloria de Dios. La belleza de la liturgia celestial, que debe reflejarse también en nuestras asambleas, tiene un fiel espejo en Ella. De Ella hemos de aprender a convertirnos en personas eucarísticas y eclesiales para poder presentarnos también nosotros, según la expresión de san Pablo, « inmaculados » ante el Señor, tal como Él nos ha querido desde el principio (cf. Col 1,21; Ef 1,4).[256]
97. Que el Espíritu Santo, por intercesión de la Santísima Virgen María, encienda en nosotros el mismo ardor que sintieron los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35), y renueve en nuestra vida el asombro eucarístico por el resplandor y la belleza que brillan en el rito litúrgico, signo eficaz de la belleza infinita propia del misterio santo de Dios. Aquellos discípulos se levantaron y volvieron de prisa a Jerusalén para compartir la alegría con los hermanos y hermanas en la fe. En efecto, la verdadera alegría está en reconocer que el Señor se queda entre nosotros, compañero fiel de nuestro camino. La Eucaristía nos hace descubrir que Cristo muerto y resucitado, se hace contemporáneo nuestro en el misterio de la Iglesia, su Cuerpo. Hemos sido hechos testigos de este misterio de amor. Deseemos ir llenos de alegría y admiración al encuentro de la santa Eucaristía, para experimentar y anunciar a los demás la verdad de la palabra con la que Jesús se despidió de sus discípulos: « Yo estoy con vosotros todos los días, hasta al fin del mundo » (Mt 28,20).
En Roma, junto a san Pedro, el 22 de Febrero, fiesta de la Cátedra del Apóstol san Pedro, del año 2007, segundo de mi Pontificado.

(Benedicto XVI, Exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, Conclusión).

Fuente: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/apost_exhortations/documents/hf_ben-xvi_exh_20070222_sacramentum-caritatis_sp.html

martes, diciembre 22, 2009

Alegraos en el Señor (Pablo VI)

El enlace del título da acceso a la última exhortación apostólica del Papa Pablo VI: Gaudete in Domino (Alegraos en el Señor). Los invito a leer este bellísimo escrito sobre la alegría cristiana.
Adelanto aquí un fragmento:
"8. Esta paradoja y esta dificultad de alcanzar la alegría parecen a Nos especialmente agudas en nuestros días. Y ésta es la razón de nuestro mensaje. La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tienen otro origen. Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material con frecuencia no faltan; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos. Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar. ¿Será que nos sentimos impotentes para dominar el progreso industrial y planificar la sociedad de una manera humana? ¿Será que el porvenir aparece demasiado incierto y la vida humana demasiado amenazada? ¿O no se trata más bien de soledad, de sed de amor y de compañía no satisfecha, de un vacío mal definido?. Por el contrario, en muchas regiones, y a veces bien cerca de nosotros, el cúmulo de sufrimientos físicos y morales se hace opresivo: ¡tantos hambrientos, tantas víctimas de combates estériles, tantos desplazados! Estas miserias no son quizá más graves que las del pasado, pero toman una dimensión planetaria; son mejor conocidas, al ser difundidas por los medios de comunicación social, al menos tanto cuanto las experiencias de felicidad; ellas abruman las conciencias, sin que con frecuencia pueda verse una solución humana adecuada.

9. Sin embargo, esta situación no debería impedirnos hablar de la alegría, esperar la alegría. Es precisamente en medio de sus dificultades cuando nuestros contemporáneos tienen necesidad de conocer la alegría, de escuchar su canto."
(Énfasis agregados por mí).

miércoles, diciembre 16, 2009

Tarde te amé (San Agustín)

Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé.
Y he aquí que Tú estabas dentro de mí y yo fuera,
y fuera te buscaba yo, y me arrojaba sobre esas hermosuras que Tú creaste.
Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me mantenían lejos de Ti aquellas cosas que, si no estuviesen en Ti, no existirían.
Me llamaste y gritaste, y venciste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera;
exhalaste tu fragancia, la respiré y ahora suspiro por Ti;
te saboreé y ahora tengo hambre y sed de Ti;
me tocaste y me abrasé en el deseo de tu paz.
Cuando me haya unido a Ti con todo mi corazón,
ya no habrá para mí dolor ni aflicción
y viva será mi vida, toda llena de Ti.
Ahora bien, puesto que Tú haces ligero a quien está lleno de Ti,
yo, que no estoy lleno de Ti, soy de peso para mí mismo.
Dentro de mí contrastan deplorables alegrías y felices angustias;
no sé de qué parte esté la victoria.
Ten piedad de mí, oh Señor.
En lo más íntimo de mí las tristezas del mal contrastan con las alegrías del bien;
y no sé de qué parte esté la victoria.
Ten compasión de mí, oh Señor.
Yo no escondo mis llagas.
Tú eres el médico, yo soy el enfermo;
Tú misericordioso, yo miserable…
Toda mi esperanza está en tu gran misericordia.
Dona, por tanto, lo que me ordenas…
¡Oh, Amor que siempre ardes y nunca te consumes,
oh Caridad, oh Dios mío, inflámame!

San Agustín, Confesiones, X, 27-29.

martes, diciembre 15, 2009

Uno solo es el Salvador (Joseph Ratzinger – Vittorio Messori)


Hemos hablado sobre los misioneros de ayer y sobre el catolicismo ya implantado, aunque con sus problemas. Sin embargo, en estos años de posconcilio parece que el debate haya atacado las razones mismas del esfuerzo actual de la Iglesia respecto a los no cristianos. No es ningún misterio que una crisis de identidad, quizás una pérdida de motivación, se ha ensañado con particular crudeza entre los misioneros.

La respuesta del cardenal no está exenta de preocupaciones: «Es doctrina antigua, tradicional en la Iglesia, que todo hombre está llamado a la salvación, y ciertamente puede salvarse obedeciendo sinceramente a los dictados de su propia conciencia, aunque no sea miembro visible de la Iglesia católica. Esta doctrina, que —repito— era ya pacíficamente aceptada, ha sido enfatizada excesivamente a partir de aquellos años del Concilio, apoyándose en algunas teorías como la del «cristianismo anónimo». De este modo se ha llegado a sostener que se da siempre la gracia cuando uno —seguidor de cualquier religión o simplemente no creyente- se limita a aceptarse a sí mismo como hombre. Según estas teorías, lo que el cristiano tendría de característico sería la toma de conciencia sobre esa gracia que, por lo demás, estaría en todos, bautizados o no. Disminuido el carácter esencial del bautismo, se ha llegado a poner un énfasis excesivo en los valores de las religiones no cristianas, que algún teólogo llega a presentar no como vías extraordinarias de salvación, sino incluso como caminos ordinarios».

¿A qué consecuencias ha llevado esto?

«Tales hipótesis obviamente han frenado en muchos la tensión misionera. Algunos han comenzado a preguntarse: «¿Por qué inquietar a los no a cristianos, induciéndoles al bautismo y a la fe en Cristo, si su religión es su camino de salvación en su cultura y en su región?» De este modo se olvida, entre otras cosas, la relación que el Nuevo Testamento establece entre salvación y verdad, cuyo conocimiento (lo afirma Jesús de un modo explícito) libera, y por lo tanto salva. O, como dice San Pablo: «Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad». Y esta verdad, prosigue el Apóstol, consiste en saber «que uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos» (1 Tim 2,4-7). Esto es lo que tenemos que seguir anunciando —con humildad, pero con fortaleza— en el mundo actual, siguiendo el ejemplo y el estímulo desafiante de las generaciones que nos han precedido en la fe».

(Cardenal Joseph Ratzinger – Vittorio Messori, Informe sobre la fe, Capítulo XIII – Predicar de nuevo a Cristo).

Fuente:
http://www.conoze.com/doc.php?doc=7271

sábado, diciembre 12, 2009

Descarga gratis mi libro de teología pastoral


Daniel Iglesias Grèzes

En mayo de 2008 publiqué mi cuarto libro de teología en el sitio web de auto-publicación Lulu.

Este libro se titula: “Sintió compasión de ellos. Escritos teológico-pastorales”.

Tiene 156 páginas, tres partes y un epílogo:
· Parte 1 - Discusiones en torno a la Conferencia de Aparecida.
· Parte 2 - Aportes al IV Sínodo Arquidiocesano de Montevideo.
· Parte 3 - Otros escritos teológico-pastorales.
· El Epílogo trata acerca de un tema de teología dogmática: si la Iglesia es o no es el “sacramento del mundo”.

Está disponible en: www.lulu.com/content/2473284.

Allí se puede comprar el libro impreso (Lulu imprime un ejemplar y lo envía por correo al comprador) o descargar gratuitamente el texto completo en formato PDF.

Para abrir un archivo PDF se requiere el programa gratuito Adobe Reader, disponible en la gran mayoría de las computadoras. En caso de no tener ese programa en la PC, se lo puede bajar gratuitamente desde http://www.adobe.com/es/products/acrobat/readstep2.html.

Mis cuatro libros de teología están disponibles en http://stores.lulu.com/diglesias, en las dos modalidades descritas: libro impreso y “libro electrónico”.

jueves, diciembre 10, 2009

Santo Tomás de Aquino (G. K. Chesterton)


Mas probablemente la revelación más fiel de lo que fue su vida puede encontrarse en el famoso cuento del milagro del crucifijo, cuando en la soledad de la iglesia de Santo Domingo de Nápoles una voz habló desde el Cristo esculpido y dijo al fraile arrodillado que había escrito bien, y le invitó a escoger una recompensa entre todas las cosas del mundo.

A mi modo de ver, no se ha apreciado el secreto de esta anécdota particular aplicada a este santo particular. Es cosa vieja que a un devoto de la soledad y de la sencillez se le invite a elegir entre los premios de la vida. El eremita verdadero o falso, el fanático o el cínico, el Estilita sobre su columna o Diógenes en su tubo, pueden todos ser presentados como tentados por los poderes de la tierra, del aire o de los cielos, con el ofrecimiento de la mejor de todas las cosas y respondiendo que no quieren nada. En el cínico o estoico griego realmente significaba la negación: que no quería nada. En el fanático o místico oriental a veces significaba una especie de negación positiva: que quería la nada, que la nada era precisamente lo que quería. A veces expresaba una noble independencia junto con las virtudes mellizas de la antigüedad: el amor de la libertad y el odio a la abundancia. A veces significaba la propia suficiencia, que es lo opuesto a la santidad. Mas aún las anécdotas de este género de otros santos no llenan precisamente el caso de Santo Tomás. Él no era uno de ésos que no quieren nada; era una persona muy interesada en todas las cosas. Su respuesta no es tan inevitable o sencilla como algunos podrían suponer. Comparado con muchos otros santos y muchos otros filósofos, él era ávido en su aceptación de las cosas, en su hambre y sed de las cosas. Fue su especial tesis espiritual que realmente hay cosas, y no sólo una; que los muchos existen lo mismo que el uno. No me refiero yo a cosas que comer, beber o vestir, aunque él nunca negó a éstas su lugar propio en la noble jerarquía del ser, sino más bien cosas que pensar y que probar, que experimentar y que conocer. Nadie supone que, cuando Dios ofreció a Tomás de Aquino que escogiese entre todos los dones de Dios, él pediría mil libras, o la corona de Sicilia, o un regalo de añejo vino griego. Mas podía haber pedido cosas que necesitaba, y era un hombre que podía necesitar mucho, como ansiaba el manuscrito perdido de San Juan Crisóstomo. Podía haber pedido la solución de una antigua dificultad, o el secreto de una nueva ciencia, o una chispa de la inconcebible mente angélica de los ángeles, o cualquiera de las mil y una cosas que habrían de veras satisfecho su amplio y varonil apetito, de la misma amplitud y variedad que el Universo. La cuestión es que, para él, cuando la voz habló de entre los brazos abiertos del crucificado, aquellos brazos estaban verdaderamente abiertos y abriendo gloriosamente las puertas de todos los mundos; eran brazos señalando al Oriente y al Poniente, a los fines de la tierra y a los extremos de la misma existencia. Estaban verdaderamente arrojados con un gesto de omnipotente generosidad; el Creador mismo ofreciendo la misma creación, con todo su misterio millonario de seres separados y el coro triunfal de las criaturas. Ése es el fondo resplandeciente del ser múltiple que da particular fortaleza y aun una especie de sorpresa a la respuesta de Santo Tomás, cuando él levantó por fin su rostro y dijo con y por aquella audacia casi blasfema, que es una sola cosa con la humildad de su religión: “Elijo a Vos mismo”.

O, añadiendo a esta anécdota la ironía nímbica y aplastante, tan únicamente cristiana para aquellos que la entienden, algunos creen que la audacia está suavizada porque dijo: “Solamente a Vos mismo”.

(G. K. Chesterton, Santo Tomás de Aquino, Colección Austral, Espasa-Calpe S.A., Madrid, 1985, 11ª edición, pp. 124-126).

lunes, diciembre 07, 2009

¡Feliz Navidad!


Daniel Iglesias Grèzes

Hace más de dos mil años el Hijo de Dios bajó del cielo por nuestra salvación y nos reveló la verdad acerca de Dios y acerca del hombre.

1. La verdad acerca de Dios

Jesús de Nazaret es la imagen visible de Dios invisible, el sacramento del amor del Padre. Nadie conoce al Padre sino aquel a quien el Hijo se lo ha revelado. Jesús nos enseñó a dirigirnos a Dios llamándolo “Padre” y nos reveló que nuestro Padre Dios es rico en misericordia, nos ama de un modo infinito y entrañable y quiere la salvación de todos. En la vida de Jesús, en sus palabras y obras, en su muerte y resurrección, se manifestó insuperablemente la esencia íntima de Dios, que es amor, entrega, auto-donación, auto-comunicación. Conociendo a Jesús llegamos a conocer el misterio de Dios. En Jesucristo Dios se revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo: un solo Dios, uno en substancia y trino en personas.

2. La verdad acerca del hombre

Jesús no sólo es verdadero Dios, sino también verdadero hombre, en cuerpo y alma. Más aún, Él es el hombre perfecto, el nuevo Adán, el primogénito de la nueva creación. Él nos reveló que fuimos creados para vivir eternamente en comunión de amor con la Santísima Trinidad. Al morir en la cruz, Cristo nos reconcilió con Dios, y al resucitar nos dio nueva vida, la vida de la gracia o amor gratuito de Dios. Tenemos que conservar y desarrollar esa nueva vida siguiendo a Jesucristo, cumpliendo la Ley de Cristo: el amor a Dios y al prójimo, con todas sus consecuencias. La misión que Jesús nos encomendó no es individual, sino comunitaria; por eso Él fundó la Iglesia, la asamblea de sus discípulos, a la que entregó su Espíritu y dio los sacramentos, signos eficaces de su gracia. Por medio de la Iglesia crece en la tierra el Reino de Cristo, hasta que, después del final de los tiempos, Dios sea todo en todos.

Que en esta Navidad contemplemos con gozo estos santos misterios que Dios nos reveló para nuestra salvación y que la alegría de sabernos amados por Dios como hijos nos lleve a convertirnos cada vez más en verdaderos discípulos de Jesús.

Deseo a todos los lectores una muy feliz Navidad.

domingo, diciembre 06, 2009

Esperando a Cristo (John Henry Newman)

El enlace del título permite acceder a un magnífico sermón del gran teólogo inglés John Henry Newman (convertido del anglicanismo al catolicismo) sobre un tema muy apropiado para el actual tiempo litúrgico de Adviento: la espera de la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo.
Dios mediante, el Cardenal Newman será beatificado durante el año 2010. Demos gracias al Señor, quien es admirable en sus santos.

sábado, diciembre 05, 2009

San Damián de Molokai

El domingo 11 de octubre de 2009 el Papa Benedicto XVI canonizó al Padre Damián, sacerdote católico belga de la Congregación de los Sagrados Corazones que entregó su vida al servicio de los leprosos en Molokai, una de las Islas Hawaii. Se ha cumplido así la profecía del gran escritor Robert Louis Stevenson, admirador del Padre Damián y defensor de su memoria en una célebre y brillante carta abierta.
¡Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos! San Damián de Molokai, ora por nosotros.

miércoles, diciembre 02, 2009

Herodes hace matanzas donde no llega la cruz (Sandro Magister)

Recomiendo la lectura de este excelente artículo del periodista italiano Sandro Magister acerca del crimen del infanticidio en la China y la India de hoy y en muchos pueblos no cristianos del pasado. El artículo muestra cómo el cristianismo ha sido y es el principal enemigo de esa práctica abominable.
Para acceder al artículo, haga clic sobre el título de esta entrada.

martes, diciembre 01, 2009

Infidelidades en la Iglesia (José María Iraburu)

He aquí un libro impactante, que ofrece un diagnóstico certero acerca de la actual crisis religiosa y moral en la Iglesia Católica e indica incluso algunos elementos esenciales para su adecuada terapia. El Padre Iraburu ha hecho un gran servicio a la Iglesia con este libro tan valiente y oportuno, cuya lectura recomiendo vivamente.
El Padre Iraburu destaca que en la Iglesia no sólo se debe proclamar la verdad, sino también combatir los errores, tarea ésta que ha sido muy descuidada en las últimas décadas; y además se debe sancionar a los maestros del error, tarea importante que hoy muchos tienden a dejar casi exclusivamente en manos de la Santa Sede.
Para acceder al libro, haga clic sobre el título de esta entrada.