martes, diciembre 15, 2009

Uno solo es el Salvador (Joseph Ratzinger – Vittorio Messori)


Hemos hablado sobre los misioneros de ayer y sobre el catolicismo ya implantado, aunque con sus problemas. Sin embargo, en estos años de posconcilio parece que el debate haya atacado las razones mismas del esfuerzo actual de la Iglesia respecto a los no cristianos. No es ningún misterio que una crisis de identidad, quizás una pérdida de motivación, se ha ensañado con particular crudeza entre los misioneros.

La respuesta del cardenal no está exenta de preocupaciones: «Es doctrina antigua, tradicional en la Iglesia, que todo hombre está llamado a la salvación, y ciertamente puede salvarse obedeciendo sinceramente a los dictados de su propia conciencia, aunque no sea miembro visible de la Iglesia católica. Esta doctrina, que —repito— era ya pacíficamente aceptada, ha sido enfatizada excesivamente a partir de aquellos años del Concilio, apoyándose en algunas teorías como la del «cristianismo anónimo». De este modo se ha llegado a sostener que se da siempre la gracia cuando uno —seguidor de cualquier religión o simplemente no creyente- se limita a aceptarse a sí mismo como hombre. Según estas teorías, lo que el cristiano tendría de característico sería la toma de conciencia sobre esa gracia que, por lo demás, estaría en todos, bautizados o no. Disminuido el carácter esencial del bautismo, se ha llegado a poner un énfasis excesivo en los valores de las religiones no cristianas, que algún teólogo llega a presentar no como vías extraordinarias de salvación, sino incluso como caminos ordinarios».

¿A qué consecuencias ha llevado esto?

«Tales hipótesis obviamente han frenado en muchos la tensión misionera. Algunos han comenzado a preguntarse: «¿Por qué inquietar a los no a cristianos, induciéndoles al bautismo y a la fe en Cristo, si su religión es su camino de salvación en su cultura y en su región?» De este modo se olvida, entre otras cosas, la relación que el Nuevo Testamento establece entre salvación y verdad, cuyo conocimiento (lo afirma Jesús de un modo explícito) libera, y por lo tanto salva. O, como dice San Pablo: «Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad». Y esta verdad, prosigue el Apóstol, consiste en saber «que uno es Dios, uno también el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó a sí mismo para redención de todos» (1 Tim 2,4-7). Esto es lo que tenemos que seguir anunciando —con humildad, pero con fortaleza— en el mundo actual, siguiendo el ejemplo y el estímulo desafiante de las generaciones que nos han precedido en la fe».

(Cardenal Joseph Ratzinger – Vittorio Messori, Informe sobre la fe, Capítulo XIII – Predicar de nuevo a Cristo).

Fuente:
http://www.conoze.com/doc.php?doc=7271

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