sábado, noviembre 21, 2009

Las elecciones nacionales y la legalización del aborto


Daniel Iglesias Grèzes

Recientemente el semanario “Búsqueda” difundió una discusión, sostenida por correo electrónico, entre dos sacerdotes del clero secular de Montevideo acerca del discernimiento moral del voto en las elecciones nacionales de 2009, tomando en cuenta el hecho de que el programa de gobierno de uno de los principales partidos políticos del Uruguay incluye la meta de despenalizar el aborto. A continuación aporto algunas reflexiones sobre los argumentos expuestos por uno de esos sacerdotes.

1. Es bien sabido (por numerosísimos antecedentes y declaraciones) que lo que dicho partido político se propone realmente no es sólo despenalizar el aborto, sino legalizarlo; y no legalizarlo como quien tolera un mal, sino como quien promueve un derecho: el aborto es concebido como un nuevo derecho humano, un “derecho reproductivo” de la mujer. Cabe subrayar, además, que la ley vetada parcialmente por el Poder Ejecutivo en 2008 obligaba a todas las instituciones médicas (públicas y privadas) a realizar abortos, violaba el derecho de los médicos y del personal sanitario a la objeción de conciencia y consideraba al aborto como un “acto médico sin valor comercial”. No es descabellado suponer que, de haberse aprobado esa ley, el costo de los abortos habría sido financiado por el Estado, con cargo a los impuestos pagados por todos los contribuyentes.

2. No es posible negar u ocultar que la doctrina católica descalifica absolutamente el voto a favor de cualquier programa de gobierno que incluya la legalización del aborto, sean cuales sean los demás aspectos de ese programa (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, particularmente el numeral 4).

3. Descartar el voto a un partido político en 2009 porque ese partido promueve la legalización del aborto no implica declarar libre de toda dificultad ética al voto por los demás partidos. Pero si (en hipótesis) se llegara a establecer que también el voto por todos los demás partidos es inmoral, la ley moral (que no es ilógica) mandaría votar en blanco. Sería absurdo pretender que en ese caso se vuelva a fojas cero, como si dijéramos: "si todas las propuestas políticas existentes son inmorales, entonces puedo elegir cualquiera".

4. No es verdad que el aborto esté parcialmente legalizado en el Uruguay. La ley vigente en nuestro país considera a todo aborto como un delito, aunque permite al Juez eximir de pena a los delincuentes en ciertos casos.

5. Cuando una ley inmoral sobre el aborto ya está vigente (por ejemplo, en Italia o en Francia) la obligación del católico es procurar que la situación mejore, o al menos no empeore. En determinadas circunstancias, él puede votar a favor de la derogación parcial de una ley injusta, si es prácticamente inviable su derogación total. Esta doctrina, con referencia al aborto, fue expuesta claramente por el Papa Juan Pablo en la encíclica Evangelium Vitae, n. 73. Aplicándola por analogía a otras cuestiones éticas fundamentales (divorcio, anticoncepción, etc.), la misma permite comprender y justificar muchos comportamientos de buenos católicos en contextos culturales y políticos muy adversos.

6. El problema del aborto ha crecido enormemente en las últimas décadas (¿será esto un “signo de los tiempos”?), de ahí que ahora la Iglesia Católica le preste más atención que antes.

7. La buena sintonía de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI con Ronald Reagan, George Bush padre y George Bush hijo (Presidentes de los Estados Unidos) en algunos temas no implicó ningún apoyo indiscriminado a sus respectivos gobiernos. Un ejemplo clamoroso: la firme oposición de los dos últimos Papas a las dos guerras de los Estados Unidos contra Irak.

8. La Iglesia Católica tiene derecho de decir a sus fieles lo que no pueden votar, y lo ha hecho más de una vez, aunque no en el Uruguay de las últimas décadas. Si la Iglesia puede decirme con cuáles personas no me puedo casar (considérese, por ejemplo, la prohibición canónica de los matrimonios con disparidad de culto), cuestión intimísima, también puede decirme a cuáles partidos políticos no puedo votar, por ser sus programas de gobierno sustancialmente incompatibles con la fe o la moral católicas.

9. Por lo común, en esta materia, la Iglesia Católica enseña principios generales y deja a sus fieles la tarea de extraer conclusiones prácticas, confrontando esos principios con los hechos. Pero aunque el Magisterio de la Iglesia en cuanto tal no explicite una conclusión implícita, eso no impide que un fiel cualquiera (clérigo o laico) complete el razonamiento y proclame públicamente lo que se deduce directa, inmediata e inexorablemente de la doctrina católica y de hechos innegables.

10. La doctrina católica rechaza el intento de relativizar las normas morales universales apelando a difusas “mediaciones” orientadas a impedir la aplicación exacta de las normas generales a las circunstancias vigentes aquí y ahora (cf. Juan Pablo II, encíclica Veritatis Splendor, especialmente el Capítulo II – “No os conforméis a la mentalidad de este mundo” (Rom 12,2)).

11. El derecho canónico prohíbe a los clérigos militar en un partido político y ejercer cargos del gobierno civil, no enseñar cuáles son las consecuencias concretas de la doctrina católica en el ámbito político.

12. El rechazo católico a la legalización del aborto no es incoherente con la doctrina católica sobre la pena de muerte. El quinto mandamiento condena el homicidio, que es la eliminación deliberada de un ser humano inocente. El aborto es un homicidio. La aplicación de la fuerza en aras de la legítima defensa contra una injusta agresión (en los supuestos establecidos claramente por la doctrina católica) no es un homicidio, aunque conlleve a veces la muerte del agresor. La actual doctrina católica sobre la pena de muerte pone a ésta en la perspectiva de la legítima defensa y dice que los casos en que ésta está moralmente justificada son hoy casi inexistentes. Por eso el Papa Pablo VI abolió la pena de muerte en la Ciudad del Vaticano y también por eso la Iglesia Católica apoya los esfuerzos orientados a la abolición de la pena de muerte en todo el mundo.

2 comentarios:

Eetión dijo...

En España tenemos ahora una polémica con la actuación de los diputados católicos y su voto favorable a la nueva ley del aborto. Muchos de estos diputados no saben lo que realmente significa ser católico.

Alejandro de V. Colón dijo...

Ser pro-vida es una señal de identidad de los cristianos del siglo XXI. Lástima que en Uruguay pesa más la filiación partidaria que la condición de bautizados. Desalienta ver como no se tienen en cuenta los principos no negociables. La teología de la liberación ha sembrado la confusión en muchos.