domingo, setiembre 28, 2008

Evolución y Creación

Ing. Daniel Iglesias Grèzes

El último número del quincenario de la Arquidiócesis de Montevideo contiene un artículo titulado “Evolución vs. Creación: ¿Son irreconciliables a la luz de la Fe?” (Entre Todos, Nº 189, 27/09/2008, p. 5). Dicho artículo fue escrito por el grupo de reflexión sobre “La ciencia y la Fe en el Tercer Milenio”, que se reúne en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes (Malvín), que casualmente es también mi Parroquia. Junto a varios aspectos positivos, el citado artículo contiene también -a mi juicio- afirmaciones cuestionables o que requieren clarificaciones. Para mayor brevedad, me detendré sólo en esas afirmaciones, reproduciéndolas en letra itálica e intercalando mis comentarios en letra normal.

“Los debates, entre quienes sostienen la teoría de la evolución y quienes defienden la doctrina de la creación, continúan hasta hoy aún cuando debería ser un tema superado, ya que son complementarios y no excluyentes.”

Las nociones de “creación” y “evolución” no son necesariamente excluyentes, pero tampoco son necesariamente complementarias. Pueden ser excluyentes o complementarias según qué se entienda exactamente por “creación” y por “evolución”.
Por ejemplo, el “creacionismo de la Tierra joven” (young Earth creationism), sostenido por grupos protestantes fundamentalistas de Norteamérica, es incompatible con cualquier teoría de la evolución porque, con base en las cronologías bíblicas, afirma que Dios creó el universo hacia el año 6.000 AC. En esa perspectiva, las numerosas evidencias científicas de que el universo tiene una antigüedad de miles de millones de años son vistas como engaños diabólicos.
Por otra parte, el evolucionismo materialista sostenido por muchísimos científicos (como Jacques Monod y Richard Dawkins, por nombrar sólo dos) es incompatible con cualquier clase de creación del mundo por parte de Dios, simplemente porque, en la visión materialista, Dios no existe ni puede existir.
Por lo tanto, la afirmación de que el debate entre creación y evolución debería ser un tema superado puede entenderse de diversas maneras, algunas válidas y otras inválidas. Por ejemplo, sería justo decir que las lecturas fundamentalistas de la Biblia están desacreditadas por el actual nivel de conocimientos teológicos. Es probable que ése sea el significado pretendido por la frase que estoy analizando. Sin embargo, la frase así interpretada puede dar lugar a la falsa impresión de que ya no hay nada que discutir (en los niveles científico, filosófico y teológico) acerca de la teoría de la evolución que predomina actualmente, es decir el neodarwinismo. Esto está muy lejos de ser cierto. Al contrario, en los tres niveles mencionados se están desarrollando actualmente, sobre todo en los Estados Unidos de América, intensos e interesantes debates en torno al neodarwinismo. Todavía hay mucho para investigar y debatir acerca de esa teoría, que no puede considerarse como una verdad probada por la ciencia.

“La mayoría de los científicos adhieren a teorías evolucionistas explicando a nivel estelar la creación del universo por el “Big Bang”.”
La teoría del Big Bang no explica la creación del universo sino su evolución a partir de una Gran Explosión en el comienzo del tiempo. La creación en cuanto tal es inaccesible para las ciencias particulares (matemática, física, química, etc.), pudiendo ser conocida sólo por medio de las ciencias universales (filosofía y teología).

“En la tierra el desarrollo de las especies se explica desde la ciencia, por una serie de pequeños cambios sobre formas de vida rudimentarias, que surgieron del barro, o vinieron como ADN viajero en los cometas y se incorporaron a la memoria que guardan las células en los llamados genes y que hoy conocemos como genoma. Esos elementos incorporados a la memoria de cada célula se transmitieron a la descendencia. Una de esas líneas evolutivas habría culminado en la especie humana.”

Este párrafo se refiere a tres problemas diferentes: el origen de la vida, la evolución biológica y el origen del hombre.

En lo que respecta al origen de la vida, sería falso sostener que está explicado por la ciencia. La generación espontánea del primer ser vivo (o los primeros seres vivos) a partir de la materia inerte (“el barro”) no pasa de ser un postulado arbitrario de los científicos materialistas o naturalistas. No existe ninguna prueba empírica de tal teoría, que parece depender de una concepción mecanicista de la vida. Cuanto más descubre la ciencia sobre la inmensa complejidad de los seres vivos (incluso los unicelulares), más parece alejarse la esperanza, alentada desde ámbitos materialistas, de llegar a crear artificialmente seres vivos. Además, desde la filosofía clásica la noción de una generación espontánea de la vida se ve como un absurdo. Nadie puede dar lo que no tiene. La vida no puede surgir de la no-vida.
Llama la atención la mención de la teoría del origen extraterrestre de la vida, que no pasa de ser una mera conjetura. En realidad esa teoría no explicaría el origen de la vida en general, sino sólo en nuestro planeta. El problema de fondo no sería resuelto, sino trasladado al espacio. Detrás de esta extraña teoría se esconde por lo común una intención atea. En efecto, para el ateo todos los comienzos absolutos en el tiempo son extremadamente problemáticos, porque son evidentes signos de contingencia. Por lo tanto, no es sorprendente que un mismo científico no creyente (el astrónomo Fred Hoyle) haya propuesto la teoría del “universo de estado estacionario” (steady state universe) –en contra del Big Bang- y la teoría del origen extraterrestre de la vida ("panspermia"). Ninguna de estas dos teorías cuenta con mucho crédito hoy en el ámbito científico. La primera de ellas fue prácticamente descartada en 1965 (incluso por el propio Hoyle), cuando se descubrió la radiación cósmica de fondo de microondas, que fue vista como una confirmación del Big Bang. Cabe destacar que Hoyle tenía una clara noción de la increíble improbabilidad estadística de la generación espontánea de la vida. Expresó esa improbabilidad mediante una famosa comparación: es más probable que un tornado que pasa sobre un depósito de chatarra ensamble por pura casualidad un Boeing 747 que la aparición de un ser vivo a partir de reacciones químicas casuales.

En cuanto a la evolución biológica, tampoco es exacto decir que ha sido explicada por la ciencia con base en la teoría darwinista (descendencia con modificaciones graduales y selección natural) o neodarwinista (mutaciones genéticas aleatorias y selección natural). En último análisis las explicaciones darwinistas son meramente verbales. Permanecen en pie formidables objeciones científicas contra estas teorías, al punto que el famoso paleontólogo no creyente Stephen Jay Gould consideró que el darwinismo en su forma clásica está muerto como teoría científica. De ahí que, abandonando uno de los axiomas capitales de Darwin (el gradualismo evolutivo), Gould haya propuesto una nueva teoría (el “equilibrio puntuado”) que supone que la historia de las especies contiene largos períodos de estabilidad y breves períodos de cambios grandes y rápidos, impulsados por macro-mutaciones. Adversarios maliciosos han calificado a la tesis de Gould como teoría del hopeful monster (monstruo esperanzado).

En cuanto al origen del hombre, habría sido oportuno mencionar los grandes problemas filosóficos y teológicos adjuntos a la tesis de que ese origen se explica adecuadamente a partir de la teoría darwinista, del mismo modo que el origen de cualquier otra rama del “árbol de la vida”. Por cierto la fe cristiana es incompatible con la convicción de Charles Darwin de que entre el hombre y los demás animales no hay una diferencia esencial, sino sólo diferencias de grado.

“Para los católicos, al igual que con los discípulos de Emaús, los ojos no se abrieron en el primer momento para comprender que el relato mítico del Génesis cap. 1º mostraba desde el inicio la creación como parte de un plan.”

Esta frase refuerza la impresión (que ya está latente en el primer párrafo citado) de que la “culpa” de que haya habido un debate entre “creación” y “evolución” estuvo principalmente del lado de los cristianos, “insensatos y tardos de corazón” (Lucas 24,25), y no de parte de los científicos que postularon un evolucionismo materialista o naturalista.
Además, desde el punto de vista de la fe cristiana, no es exacto referirse al relato de la creación de Génesis 1 como “relato mítico”. Si bien es verdad que ese relato utiliza elementos míticos, los integra dentro de un conjunto cuyo contenido no es mitológico, sino teológico. Se trata de un texto inspirado por Dios que, sirviéndose de imágenes tomadas de una cosmología arcaica, enseña verdades religiosas tales como la creación de todo lo visible y lo invisible por parte de Dios, la bondad de todo lo creado por Dios, la existencia de una jerarquía ontológica dentro del universo material (cuya cumbre es el ser humano), la igualdad de naturaleza o esencia entre el hombre y la mujer, etc.

“Hasta ahora, las evidencias científicas acumuladas sobre la evolución de la vida en nuestro planeta nos llevan a concluir que se ha desarrollado de acuerdo a un plan.”

Muy cierto. Precisamente por eso es que el debate sobre la relación entre creación y evolución aún no ha concluido, en la medida en que, dentro del ámbito científico, continúa predominando la visión de la evolución biológica como un proceso no planificado ni guiado, sino impulsado únicamente por fuerzas ciegas como el azar y la necesidad, visión que excluye todo diseño inteligente y toda finalidad.

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