Daniel Iglesias Grèzes
“Y Jesús le dijo: ‘¿Qué quieres que te haga?’ El ciego le respondió: ‘Maestro, haz que yo vea’. Y Jesús: ‘Anda, que tu fe te ha curado’. Y de repente vio, y lo iba siguiendo por el camino.” (Marcos 10,51-52).
La sencilla y humilde súplica del ciego de Jericó (Bartimeo) conmovió a Jesús, porque fue dicha con fe. Entonces Jesús realizó el milagro: el ciego comenzó a ver y, lleno de gozo y de gratitud, siguió a Jesús por el camino.
El Evangelio es una fuente inagotable de verdad y de vida. Este simple episodio del Evangelio puede dar lugar a muchos comentarios e interpretaciones, no opuestas sino complementarias entre sí. De las muchas enseñanzas que se puede extraer del texto citado, mencionaré dos:
1. Cuando oremos, debemos hacerlo con fe. En particular, cuando pidamos algo al Señor en la oración, debemos pedirlo con fe. La fe, virtud capaz de mover montañas, era la condición exigida por Jesús a quienes le pedían que hiciera un milagro. “Tu fe te ha salvado” es una frase que encntramos varias veces en los Evangelios, en labios de Jesús. La fe en Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne, es lo que nos salva. Esta fe es a la vez un don gratuito de Dios y una respuesta libre de la persona humana.
2. Después de ser curado por Jesús, el ciego de Jericó no se alejó de Él sin siquiera agradecerle, como nueve de los diez leprosos curados por Jesús en otra ocasión. Bartimeo aprovechó muy bien el don de la vista, para seguir a Jesús por el camino. Es probable que haya escuchado sus enseñanzas y se haya convertido en uno de sus discípulos. La actitud de Bartimeo es un ejemplo para todos nosotros: nos invita a convertirnos en oyentes de la Palabra de Dios y en discípulos de Jesucristo, el Revelador del misterio del Padre.
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“Señor, que yo vea”
Señor:
· Que yo vea claramente la maldad de mis pecados y me arrepienta sinceramente de todos ellos.
· Que yo vea la vaciedad del egoísmo y comprenda que sólo “quien pierda su vida por amor al Evangelio se salvará”.
· Que yo vea la razón de mi existencia y comprenda el sentido de mi vida.
· Que yo vea Tu presencia en nuestro mundo y entienda que Tú nunca nos abandonas.
· Que yo vea lo que quieres de mí y me entregue por entero al cumplimiento de Tu voluntad.
· Que yo vea la grandeza de Tu amor y me decida a amarte con todas mis fuerzas y todo mi ser.
· Que yo vea Tu rostro en el rostro de mi prójimo y lo ame como a mí mismo.
· Que yo vea Tus huellas en el camino, para que también yo pueda seguirte.
· Que yo vea con fe el camino de la Cruz y me anime a seguirlo para encontrarte al término.
· Que yo vea un día la Jerusalén del Cielo y allí pueda contemplar eternamente Tu Gloria.
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