Oh Jesús, dulce memoria,
fuente de verdadera alegría para el corazón;
pero por encima de toda dulzura,
dulce es Su presencia.
Nada se canta que sea más suave,
nada se oye que sea más alegre,
nada se piensa que sea más dulce,
que Jesús, Hijo de Dios.
Jesús, esperanza de quien se arrepiente,
¡cuán piadoso eres con quien te desea!
¡Cuán bueno eres con quien te busca!
Pero ¿qué serás para quien te encuentre?
Ninguna boca puede decirlo,
ninguna palabra puede expresarlo:
sólo quien lo ha experimentado puede comprender
qué signifique amar a Jesús.
Sé Tú, oh Jesús, nuestra alegría,
Tú que eres el premio futuro:
esté en Ti nuestra gloria,
siempre, en todo tiempo. Amén.
Fuente: Revista “30 Días en la Iglesia y en el Mundo”.
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