Daniel Iglesias Grèzes
La Semana Santa es la semana mayor del año litúrgico. Durante su transcurso los cristianos rememoramos los acontecimientos de la última semana de la vida terrena de Nuestro Señor Jesucristo y los revivimos sacramentalmente, actualizando su valor salvífico.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos, en el cual la Iglesia celebra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Al entrar a la Ciudad Santa montado sobre un asno (signo de humildad), Jesús fue aclamado por una muchedumbre que lo reconoció como el Mesías esperado por Israel. Nosotros, cual nueva Jerusalén, debemos abrir de par en par las puertas de nuestras almas para recibir con alegría a Cristo, único Redentor de los hombres y Salvador del mundo.
El Jueves Santo celebramos la Última Cena de Jesús con sus doce apóstoles. Poco antes de ser traicionado por Judas y de ser arrestado, Jesucristo instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio y anunció a los apóstoles la venida del Espíritu Santo, continuador de su misión de salvación. Nosotros los cristianos, al celebrar la Santa Misa, como los apóstoles en la Última Cena, nos reunimos con Cristo en torno a su mesa, nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre, uniéndonos a Él y a su sacrificio, y recibimos la gracia del Espíritu de Dios, Espíritu de la verdad, el amor y la unidad.
El Viernes Santo es el día de la Pasión y Muerte de Jesús. Jesucristo fue injustamente condenado a muerte y crucificado, a causa de nuestros pecados. Tanto amó Dios a los seres humanos, que entregó a su propio Hijo a la muerte para que no pereciéramos, sino que alcanzáramos la vida eterna. A imitación de Jesucristo, debemos entregar nuestra vida entera por amor a Dios y al prójimo.
El Domingo de Pascua celebramos la gran fiesta de la Resurrección de Cristo. El Hijo de Dios hecho hombre cumplió perfectamente la voluntad de su Padre, manteniéndose obediente hasta la muerte. Por eso Dios lo resucitó de entre los muertos y lo exaltó “otorgándole el nombre que está sobre todo nombre”. Cristo, vencedor del pecado y de la muerte, está sentado a la derecha del Padre, y reina junto a Él eternamente. Los que, por medio del Bautismo, nos hemos convertido en miembros de Cristo esperamos compartir con Él su Muerte y su Resurrección; porque Cristo, Primogénito de la Nueva Creación, quiere compartir con nosotros su Gloria y atrae poderosamente a todos hacia sí con la fuerza de su Amor.
Cada domingo celebramos la Pascua del Señor: el paso, por Cristo, con Él y en Él, de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad de los hijos de Dios. Que el amor gratuito y misericordioso de Dios, manifestado en Jesús, nos convierta en hombres nuevos, y así seamos fieles testigos de Cristo Resucitado ante el mundo; un mundo que hoy, quizás más que nunca, necesita de ese testimonio para continuar caminando hacia el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario